Este señor que sonríe para la foto es Enrique Torres, el cuñado de Andrea Del Boca.
Aclaro que lo que tengo para contar de este señor, un prolífico y exitoso autor de telenovelas, no es precisamente elogiar su calidad autoral, que no niego que la tiene. Sino los cruces que tuve con él, cuando yo trabajaba en medios gráficos y él también lo hacía.
Torres fue una suerte de "karma" en mi vida.
No sé si calificarlo como un mérito de él o una terrible mala suerte mía. Lo cierto es que me echó de dos trabajos, donde tuve la odiosa fortuna de tenerlo como jefe.
La primera vez fue en la Editorial Perfil.
Cuando entré a esa editorial, comencé a trabajar en la revista "Casos", que dirigía en ese entonces "Pancho" Loiácono y que trataba casos policiales y se cubrían también notas del Espectáculo.
Con "Pancho" fue todo bien. Era muy exigente, pero no sólo se podía aprender Periodismo con él, sino que era por sobre todo una buena persona.
Hasta que un día la revista cerró y a los periodistas nos distribuyeron entre las distintas revistas de la editorial. A mí me tocó "Tal Cual", donde estaba el señor Torres como jefe.
En ese lugar me encontré con dos contras. Una era un par de compañeros, que se la pasaban burlándose de mí todo el tiempo. Y la otra era Torres.
En realidad, con este hombre, mientras duró mi estadía allí, nunca tuve ningún inconveniente. Me pedía una nota y yo la hacía. Yo proponía alguna y si era de su agrado, me la encomendaba.
Nunca crucé una palabra con él, que no tuviera que ver con el trabajo.
Sin embargo, cuando Jorge Fontevecchia, el dueño de la editorial, decidió reducir el personal y le pidió a cada jefe que le diera una lista para "tirar a la calle", Torres me incluyó a mí.
Desconozco cuáles habrán sido las razones que le expuso a su superior para despedirme. Pero hablando un tiempo después con una chica, que sí tenía diálogo con él, le contó que a mí me había echado "Porque no me tragaba". Simplemente por eso. Es decir, no tenía que ver con mi desempeño profesional.
Mi despido y el de otro compañero de la Editorial, dió lugar a algunas movilizaciones en procura de las reincorporaciones. Pero éstas nunca se produjeron. Las marchas sólo sirvieron para que mi angustia se extendiera de manera innecesaria. Estaba visto que en la Editorial no querían una vuelta atrás. Y así sucedió.
En ese momento, me pagaron la indemnización y gracias al asesoramiento de un abogado laboral, le inicié a Perfil un juicio por "daños y perjuicios", que finalmente gané.
La mala imágen que me nació de Enrique Torres, además de descubrir cuál había sido el verdadero motivo del despido, fue acercarse a hablarme. Lo hizo, cuando me vió llorando, luego de enterarme que me había quedado sin trabajo.
"Te juro que yo no tuve nada que ver con esta decisión". Me dijo en un tono acongojado.
"Sí, está bien", le respondí. Pero algo me decía, tal vez mi "sexto sentido", que estaba mintiendo.
Después de esa experiencia, fuí a la Revista "Gente", donde llegué a estar sólo una semana. No me sentía cómoda. Era demasiada marcada la diferencia social. Y yo no pasaba de ser "una negrita jujeña".
Por suerte, Dimas Suárez, que estaba en la Revista "Siete Días" y antes había estado en Perfil y me conocía, me llamó para trabajar en la Editorial Abril.
Fuí volando. Trabajar en "Siete Dias" era para mí como "tocar el cielo con las manos". Y vaya que lo fue.
No voy a extenderme demasiado, pero sólo quiero decir que ese lugar fue para mí una "Escuela de Periodismo". Tuve compañeros extraordinarios. Talentosísimos y muy buenas personas, con las que aprendí muchísimo.
Cuando se terminó la historia con "Siete Días", un día "Pichi" Fernández, quien había sido Jefe de Fotografía en Perfil y estaba en un proyecto nuevo, la revista "La Revista", me preguntó si me interesaba y lógicamente dije que sí.
Por ese entonces, no había una redacción. El director, Rubén Tizziani, quien había tenido un accidente y estaba enyesado y en cama, daba las directivas desde allí. Yo iba a verlo, proponía las notas y si eran de su agrado, iba a hacerlas.
Después tuvimos Redacción. Primero en un edificio en Humberto Primo y Bernardo de Irigoyen y después, nos mudamos a Barracas, donde estaba el depósito de esta y otras revistas y fascículos que se traían de España.
Un día contrataron a un nuevo director, de quien no recuerdo su nombre, pero sí que era muy amigo de Torres.
Con este tipo, yo no había tenido ningún inconviente. Mi tarea con su llegada no había variado. Lo peor estaba por venir.
Una mañana que llego a la revista y el director me vió pasar, me llamó a su despacho. Yo no había visto hasta ese momento con quién estaba.
El hombre me dijo: "Quiero presentarte a tu nuevo jefe". Entonces miré a su acompañante. Era Enrique Torres.
El susto se reflejó en mi rostro. Y el director, al ver mi actitud, señaló: "Bueno, no será para tanto, no te va a hacer nada, espero que se lleven bien..."
Torres pidió hablarme aparte y volvió a decirme la vieja mentira: "Yo no tuve que ver con tu despido de Perfil". Y agregó: "Aquí será diferente. Espero que tengamos un muy buen trato. Me hablaron muy bien de vos".
Al principio, la relación laboral fue normal. Hasta que poco a poco comenzó a mostrar sus uñas. Un trabajo psicológico que después le debe haber servido para algunos de sus personajes en las telenovelas.
Como él era amigo de un amigo mío, que seguía en Perfil y actualmente es el subdirector de la Revista "Caras", lo había llamado para que trabajara como redactor encubierto, ya que podía traerle problemas en su trabajo.
La maniobra del señor Torres fue lograr que me enemistara con Héctor Maugeri. Y lo consiguió.
El cuñado de Andrea me pedía que le llevara una lista de notas para hacer. Yo se las llevaba y por más que no fueran malas, me decía: "Esto es una cagada, proponé otra cosa..." Y yo me tenía que conformar con refritar notas del extranjero.
Pero lo peor es que las mismas notas que "eran una cagada", él se las pedía que las hiciera Maugeri.
Cuando yo se lo dije a mi amigo, éste en lugar de hacer primar la amistad de varios años que teníamos, me salió con que: "Aquí no somos amigos, estamos compitiendo". Ese fue el fin de la amistad.
Poco tiempo después, me llegó el telegrama de despido. El señor Torres lo había vuelto a hacer. Volvió a despedirme como en Perfil.
Muchas veces, cuando entré a Canal 9, temí encontrarme con él como un nuevo jefe. Ese miedo me duró varios años.
Por eso, siempre me alegró que le fuera bien como autor de telenovelas, ya que no iba a estar obligado a volver al Periodismo. Porque, seguro, iba a venir a "echarme a mí".
La buena noticia es que se radicó en Estados Unidos, donde tengo entendido que le va muy bien. Ojalá que siga así. No quisiera volver a cruzármelo en mi vida.
Para cerrar este relato, no me queda otra que recurrir a Serrat, cuando cantaba aquello de : "...Entre ese tipo y yo, hay algo personal..."
4 comentarios:
Yayi: que gratos recuerdos de tu trabajo en Casos, gracias a vos conocí a muchos músicos. Por lo demás, tenés el suficiente talento como para no dar importancia de estos sujetos xenófobos. No malgastes energía en estos personajes, no tiene sentido. Mirá tu presente, lo feliz que estás ahora, eso si cuenta. De todo corazón te lo digo. Un beso
Muchas gracias Jorge por tu buena onda. Es de no creer, pero ese tipo era malvado como los personajes que ideaba para las telenovelas que escribió después.
http://www.facebook.com/photo.php?op=4&view=global&subj=1212128395&pid=31717035&id=1212128395
Yayi: te mando foto de Bruno, mi hijo y Sofía, mi sobrina. Un saludo.
Lobo Estepario: Es igual a vos cuando eras joven. Lindo chico. Saludos.
Publicar un comentario