lunes, 26 de septiembre de 2011

UN PAPELÓN ANTE LUÍS MIGUEL






Tuve la suerte de entrevistar a Luís Miguel, en casi su última etapa de buena relación con la prensa. Me estoy refiriendo a un Luís Miguel de 18 años, porque un tiempo después decidió rodearse de guardaespaldas, empresarios del espectáculo y las discográficas, y armar un círculo de amigos, sin ningún periodista alrededor.
También lo entrevisté cuando tenía 13 años y más chico todavía. Es decir que siempre fue para mí "un nene al cual ví crecer". De pequeño, las notas las hice en Buenos Aires, donde era un habitual visitante a los programas de Canal 9, donde yo por supuesto no estaba todavía, pero iba a menudo a cubrir las actuaciones de estrellas como él.
Las dos últimas entrevistas fueron en Mar del Plata, en temporada de verano.
En el verano del 84', cuando yo participaba del operativo de verano de la Editorial Perfil, fui testigo, porque estaba en el grupo de periodistas que iba con él para hacer unas fotos en la playa, de los golpes que recibió de una patota que se le vino encima. Recuerdo su carita de susto, cuando su entonces representante lo rescató de los patoteros, que alcanzaron a pegarle unas piñas, y lo llevó abrazado hasta el Hotel Provincial, donde se alojaba.
Ese día, lo que iba a ser una nota alegre, con el pibe lindo en la playa, se convirtió en una noticia para la sección Policiales, porque terminó lastimado.
Sin embargo, lo que trae a cuenta este escrito sucedió en su visita a Mar del Plata en el verano del 89'. Esa temporada la cubrí para la revista "La Revista" y fue en suma la última, porque a mediados de año me invitaron a "irme voluntariamente de la empresa".Y luego entré a Canal 9.
En esa oportunidad, Luís Miguel llegó para presentar su disco "Un hombre busca a una mujer", por eso elegí el tema para adornar este texto. Sobre todo porque el look del video es el mismo que él tenía en Mar del Plata, con ese jopo desarreglado, que se tocaba constantemente.
Su actuación fue en el Teatro del Hotel Hermitage, donde los alaridos acalorados de sus fanáticas no me dejaron escuchar ninguna de sus canciones. Pero me demostró que en el escenario, aún tan chiquito, Luismi tenía un impresionante dominio del público. Ese nene tenía futuro de estrella mundial y así lo es en la actualidad.
No me gusta su estilo musical, pero sí disfruto en su voz las canciones de Armando Manzanero y el inolvidable dueto que hizo con Frank Sinatra, cantando el tema "Come fly with me".
Esa vez en "La Feliz", fuí, si se quiere, una privilegiada de entrevistar al pequeño gran artista, y también con otros periodistas, incluido Juan Alberto Mateyko, de compartir un almuerzo con él en el comedor del Hotel Hermitage.
El sitio era ideal porque como estaba alojada allí desde el 1° de enero y hasta el final de la temporada, no tuve más que bajar del ascensor a la comida. Lo mismo sucedió con Luís Miguel, quien estaba en la suite principal, ocupando además todo un piso con el empresario argentino que lo contrató, Alfredo Capalbo, y sus colaboradores y músicos.
Antes de ubicarnos en una mesa larga, en cuya cabecera estaba Luismi, Capalbo nos pidió a los periodistas que comiéramos primero y después recién lo entrevistáramos.
A su derecha se sentó Capalbo y a su izquierda, Juan Alberto Mateyko, uno de sus amigos argentinos desde siempre. Al lado de Capalbo, se adelantó a sentarse Marita Otero, periodista del diario "Crónica". Y yo, como además tenía muy buena relación con Juan Alberto, me senté al lado de Mateyko. Es decir que ambas éramos las más cercanas al artista.
El chico estaba muy alegre y bromista. Ese buen ánimo fue considerado por Marita una posibilidad para romper el acuerdo con el empresario y comenzó con las preguntas. Nadie se quiso quedar afuera y al pobre le rodeamos el plato con grabadores.
Como no puso reparos ante la alteración del orden, Capalbo se dio por vencido y las preguntas y respuestas comenzaron a fluir, con un Luís Miguel increíblemente predispuesto a responder de todo.
Esa actitud en la actualidad, cuando vive en absoluto hermetismo, sin dejarse entrevistar ni siquiera por figuras como Susana Giménez, es imposible de imaginar. Pero no es una fantasía, Luís Miguel fue alguna vez muy agradable con los periodistas.
La intención de este escrito no es transcribir la nota. Pero no puedo dejar de destacar que respondió todo lo que se le preguntó. Habló de su rol oculto de compositor, aunque siempre prefirió, incluso hasta el día de hoy, interpretar temas de importantes autores de habla hispana y otros traducidos de habla inglesa.
Que aunque ganó mucho dinero como artista, nunca fue ese su objetivo sino "el placer de cantar".
También se refirió a su disciplina en cuanto al cuidado de su físico, ya que no sólo decía cuidarse en las comidas, sino que señalaba que no fumaba ni bebía alcohol, salvo alguna cerveza de vez en cuando, y practicaba todo tipo de deportes, como natación, tenis, fútbol, squash, gimnasia, complemento de pesas y golf. Y esto último lo demostró cuando fuimos a hacer las fotos a la terraza del hotel y se prendió a jugar minigolf con Emilio Disi.
Tampoco eludió lo que para él era el "doloroso" divorcio de sus padres. Mientras su padre, Luís Gallego Sánchez, conocido artísticamente como Luisito Rey, se quedó con él en México, su madre, Marcela Basteri, se radicó en Italia con sus dos hermanos. Eso hasta que se lo comenzó a indagar sobre mujeres, donde fue siempre Marita Otero la más incisiva. Luís Miguel respondió que "las mujeres son mi debilidad". Pero Marita insistía en lo relacionado "a la edad de esas mujeres". Fue ahí que Luismi dijo que "tenía especial inclinación por las que cuentan entre 25 y 30 años". Y que en México había tenido una relación reciente de cinco meses "con una mujer de 33 años".
Como ví que era eso lo que Marita quería escuchar, porque estaba "muerta con él", ante la respuesta del chico, quise decirle a ella: "entonces, tenés esperanzas...". Pero ahí viene mi papelón. En lugar de eso dije: "entonces, hay esperanzas". Y quedé como que era yo la interesada.
Todos se rieron y no me creían, cuando les quería explicar que no era lo que había querido decir. Además de quedar como la "vieja verde" (en realidad no era vieja, tenía 29 años), el resto de la jornada, lo tuve a Luís Miguel guiñándome el ojo cada vez que lo miraba para hacerle más preguntas y atender sus respuestas.
El papelón se agrandó aún más, cuando al día siguiente Juan Alberto Mateyko lo comentó en su programa de radio. Y los que me conocían y lo habían escuchado, me venían a preguntar o a cargarme por "tirarme un lance con Luís Miguel".
Sin embargo, no quedó allí el tema. Como estábamos alojados en el mismo hotel y aunque en el tiempo que él estuvo no salió de su habitación, y tampoco lo volví a ver, era Alfredo Capalbo el que al cruzarme en el vestíbulo o en el ascensor, me decía: "el nene te está esperando", o "¿a qué hora le digo que vas a ir a su cuarto?". Y yo seguía diciéndole que simplemente le había querido hacer una broma a la periodista de "Crónica".
Sé que las chicas que estaban de enamoradas de Luís Miguel, sentían, además de envidia, que yo era una idiota de "perderme esa oportunidad". Pero para mí él seguía siendo un nene, tal cual como lo conocí. Y a la distancia, nunca me arrepentí de no haber ido a tocarle la puerta a su habitación.

lunes, 19 de septiembre de 2011

JUAN ALBERTO BADÍA: TALENTOSO, CREATIVO Y BUEN TIPO









En estos días, donde Juan Alberto Badía estuvo tan expuesto en televisión, primero entrevistando a Marcelo Tinelli y luego cuando éste le brindó un homenaje en el programa "Sábado show", se me ocurrió que podía contar mi relación a nivel periodístico con este señor conductor y productor.
Ante todo, estuvo muy acertada la producción de Tinelli de brindarle un homenaje tan emotivo. En verdad, era merecedor de eso y mucho más por todo lo positivo que le dio a la televisión. Al menos en "Badía y compañía", que era un programa que yo veía y del que puedo dar fe que había mucho esfuerzo y creatividad.
Ignoro si José María Listorti y Denís Dumas, conductores del programa del sábado, tomaron conciencia que estaban en presencia de dos símbolos de la comunicación en cada siglo. Juan Alberto marcó una época en la última etapa del siglo XX y Tinelli se apropió de la primera parte del siglo XXI.
Lo que tiene de interesante es que Badía creó al "monstruo" de Marcelo. No lo digo en tono peyorativo. Sino al "monstruo" capaz de llevarse todo por delante y "devorarse" a la televisón.
Ambos son dos tipos simples y talentosos que supieron encontrarle la vuelta para darse el gusto de mostrar en pantalla algo placentero para ellos y que encima le guste a la gente.
En cuanto a Juan Alberto, no sería honesta si dijera que me hice amiga suya, a partir de las entrevistas que le hice. Pero sí debo reconocer que siempre se mostró como una persona muy amable, muy simpática y pese a sus numerosas ocupaciones, muy predispuesta a destinar un tiempo sin interrupciones para las preguntas.
En los años 80', cuando "Badía y Compañía" ya estaba en Canal l3, porque había comenzado en Canal 9, tuve la fortuna de lograr una muy buena relación con la gente de su producción, incluida Marisa, su hermana y cabeza con él del programa.
Yo estaba siempre muy atenta a los invitados que iban a estar los sábados y varias veces fui a cubrirlo para las revistas "La Revista" y "Tele-Total", y otras lo hice como una simple espectadora, en el final, cuando se realizaban los recitales.
Una de las notas que le hice a Juan para "La Revista", fue acerca de las vacaciones que tuvo con su hoy ex esposa y sus tres hijos en una casa rodante. Recorrieron seis mil kilómetros por el sur del país. Una experiencia increíble que me contó con mucho entusiasmo. Las dos últimas imágenes de este texto pertenecen a ese reportaje.
Sin embargo, lo que disfruté de verdad por varios motivos, fue la nota que le hice junto a los integrantes de su equipo, cuando la producción de "Badía y Compañía" se "concentró" en Paso de los Libres, Corrientes, para preparar la nueva edición del programa que iba a comenzar el sábado 9 de abril de 1.988.
Cuando llegó a "La Revista" la invitación para ese viaje, sólo había disponible el lugar para una sola persona.
Mis jefes pensaron primero en enviar a un fotógrafo. Pero después, teniendo en cuenta que yo había estudiado Fotografía, que tenía un equipo profesional y que siempre aportaba fotos propias a la revista de diferentes acontecimientos, y que además era redactora, cambiaron de parecer. En suma, confiaron en que sola les resolvería la nota.
Me sentí muy feliz por esa elección. Porque lo habitual para mí era entrevistar a la gente, pero hacer algo diferente como tomar las fotografías, aunque lo hacía en el rol de corresponsal de una revista de Puerto Rico, era un desafío que no tenía precio. No había margen para el error. Si mi trabajo fallaba, la nota no salía.
No recuerdo quién de la producción de "Badía y compañía" fue a buscarme al Aeropuerto de Paso de Los Libres, porque el equipo de Juan ya estaba instalado en una posada del lugar.
Me recibieron muy bien. A la mayoría de los 17 presentes los conocía y la tarea que debía encarar se hizo más llevadera.
Comandados por Juan Alberto y Marisa, se reunían la mayor parte del día. Como era de esperar, yo "no estaba invitada". Pero sí pude tomar algunas fotos de lejos de estos encuentros en la galería de la posada.
En esas horas en que ellos proyectaban el nuevo ciclo, yo me dedicaba a salir a trotar por el lugar, a leer o me iba a la pileta a tomar sol. Una hermosa manera de hacer "huevo".
Hasta que Juan Alberto hizo una pausa con sus colaboradores y dijo: "vamos a hacer las fotos y después la nota". Así se hizo. Lo que está publicado en este escrito es mi trabajo fotográfico. Mal, bien, no sé. Pero mis jefes no me hicieron ninguna objeción cuando elegieron las fotos que les parecieron correctas para la revista.
La nota es la que transcribo a continuación:

"Si hay un hombre a quien mejor le cabe el calificativo de innovador en la televisión argentina, ese hombre es sin dudas Juan Alberto Badía.
Intuitivo, talentoso y siempre dispuesto a escuchar a quienes lo rodean, este exitoso animador ha vuelto a sorprender. Esta vez con la idea de trasladarsse por un lapso de una semana, con todo su equipo de colaboradores a realizar un retiro de trabajo en el Complejo Victoria, en Paso de Los Libres (en la frontera con Brasil y Uruguay), con el propósito de renovar totalmente el esquema de su programa "Badía y compañía", que se reinicia el sábado 9 de abril, y de cuya experiencia LA REVISTA fue testigo en exclusiva.
A diecisiete personas ascendía el entusiasta y divertido grupo, compuesto por Juan Alberto Badía, Cecilia Laratro y Jorge Dorio, en la conducción; Marisa Ramón Badía, productora ejecutiva; los productores Picky Taboada y Emilio Cartoy Díaz; los directores Eduardo Mazzitelli y Willy Mealla; el coreógrafo Carlos Veiga; el iluminador Roberto Urdapilleta; la productora periodística Bernarda Llorente; los asistentes de producción Susana Keguián, Ricardo Barros, Jorge Pereyra y Mariano Israelit; el apoderado Héctor Lagna Fietta; y el coordinador general y bautizado en broma por sus compañeros "Guardabosques de Batán", Jorge Vivona.
"Desde el año pasado -dice Badía- tenía la idea de hacer una experiencia de este tipo. Las condiciones donde veníamos trabajando no eran nada óptimas, por las presiones constantes que se reciben y aunque las cosas nos salieron bastante bien, para profundizar mejor la idea de cambio que tenía en mente, se me ocurrió reunirme con mi gente en un lugar apartado de Buenos Aires. Había conocido este complejo por invitación de su dueño, quien me invitó a pasar un fin de semana con mi familia y lo ví como el sitio ideal para lo que quería hacer, es decir lo que yo llamé "jornadas de trabajo creativo".
-¿Se puede decir que de aquí surgió lo que será "Badía y compañía", o es sólo un esbozo de lo que se verá en abril?.
-Nos vamos con toda la seguridad de lo que haremos. "Badía y compañía", en el 88', siguiendo con su filosofía de interpretar la vida y los medios de comunicación, renueva absolutamente sus estructuras y su forma de acceder a la gente. Si bien yo ya traía la idea, esto que se gestó en Paso de Los Libres se enriqueció y se pondrá en práctica el 9 de abril.
-¿Es posible tener un adelanto de ese nuevo programa?.
-Más que adelantar lo nuevo, diría que el programa se va a caracterizar por la forma totalmente distinta de comunicación que tendrá con la gente. Por otra parte, se rompe también el formato de trastienda y show que se veía hasta ahora. Cambia visualmente y el modo de comunicar, hasta en el lenguaje de cámara.Pero lo más importante, es la trascendencia que se le dará al tema periodístico, poniéndolo más en primer plano que en el año 87'. El programa apunta a entretener más aún que el año pasado, a quienes están del otro lado de la pantalla. Sé como también lo sabe mi gente, que es muy grande el riesgo que corremos, pero confiamos en el éxito".

Ese viaje con Juan y su gente me permitió afianzar la buena onda que ya tenía con algunos integrantes del grupo. Ellos pudieron confirmar que yo tenía códigos. En esa oportunidad, hubo un momento de tensión, que no fue una pelea ni nada que se le parezca, y más allá que me pidieron que no lo mencionara en la nota ni fuera de ella, no estaba en mí hacerlo. Nunca lo comenté con nadie y morirá conmigo.

Por todo eso y porque Juan Alberto era una persona muy apreciada por mí, me dolió mucho cuando me enteré que tenía cáncer. De la misma manera, me alegró cuando supe que se estaba recuperando. Un gran ejemplo de persona y profesional como él, no podía abandonar tan pronto este mundo.
Seguramente Dios le dio otra oportunidad, porque tal vez él también se compró una tele LCD 32 y se sentó en una nube para ver "el regreso de Badía a la televisión".

domingo, 11 de septiembre de 2011

POR ESTA NOTA INGRESÉ A "NUEVEDIARIO"







El 25 de septiembre cumpliré 22 años en Canal 9. Una hazaña de permanencia, porque nunca había durado tanto en un trabajo. Pero aquí estoy, con la camiseta puesta, gracias a Horacio Larrosa que me convocó para esa tromba periodística llamada "Nuevediario".
Cuando Horacio murió el año pasado y le rendí mi pequeño homenaje, conté cómo fue que lo conocí, a través de una entrevista que le hice junto a su hijo Leandro para la revista "La Revista".
Sin embargo, vuelvo a traer a colación que logré juntar al productor del noticiero más exitoso de la Argentina y pionero de un estilo, con el copiloto de motonáutica más joven del mundo, con sus apenas 16 años.
Esa entrevista la conseguí gracias a Matu O'Connor, entonces jefa de prensa de Canal 9, quien actuó de mediadora para contactarme con una persona tan ocupada como Larrosa.
Lo que menos hubiera imaginado era que Horacio iba reconocer que fui la primera en ver como una nota interesante, la de juntar a dos exitosos, con el aditamento de ser padre e hijo. Y tampoco que me iba a tener en cuenta para un próximo empleo. Porque de verdad, no lo hice especulando con eso.
Esta entrevista fue en febrero de 1989. Fui con el fotógrafo Jorge Amado a Canal 9, a esperarlo que terminara la edición del noticiero del mediodía y después él nos llevó en su auto hasta San Fernando o El Tigre, no recuerdo bien, donde estaba su lancha. De allí salimos a recorrer el Delta. Mientras Jorge le tomaba las fotografías a Leandro, que había llevado todos los trofeos que ganó hasta ese momento, yo lo entrevistaba a Larrosa. Y viceversa.
Me parece que salió muy linda la nota y a ambos, según supe por Matu, les gustó cuando la vieron publicada.
Aquí transcribo la entrevista en "La Revista", que mis jefes titularon: "Leandro Larrosa un campeón de 16 años":

"La Argentina sigue produciendo deportistas jóvenes y talentosos. Leandro Larrosa, de apenas 16 años, es el piloto de off-shore más joven del mundo. El año pasado se coronó campeón argentino como acompañante de Daniel Scioli y desde hace menos de un mes, es el nuevo campeón sudamericano en su categoría.
Leandro es el hijo menor de Horacio Larrosa, el experimentado productor televisivo, que desde hace cinco años es el director periodístico de Canal 9 y el principal artífice del resonante éxito de "Nuevediario".
Padre e hijo está unidos por una misma pasión: la náutica. Horacio Larrosa fue el precursor a partir de la primera lancha que compró para pasear con la familia. Leandro que en esa época era muy niño, empezó de a poco a interesarse por conducirla.
"Hasta que -señala él mismo a LA REVISTA- a la edad de ocho o nueve años, ya la conducía yo. Un día unos pilotos amigos me propusieron probar una lancha de carrera y me gustó tanto el vértigo, y la velocidad, que desde ese momento tomé la decisión de competir profesionalmente".
También el productor se dedicó con gran entusiasmo a este deporte. Pero a raíz de un accidente que sufrió el año pasado, cuando a gran velocidad se le dio vuelta el catamarán y estuvo a punto de perder la vida, optó por abandonar la práctica activa. Aunque espera volver a correr este año, en alguna categoría menor. "Lo quiero hacer por simple placer, porque el talentoso en esto es Leandro. Le veo un brillante porvenir y no lo digo sólo como padre. En todo este tiempo ha demostrado que le sobran condiciones. Desde chico fue muy tranquilo y seguro, de modo que con mi esposa siempre lo vimos preparado para hacer grandes cosas. No tiene miedo y a pesar de su edad, nunca se sintió cohibido por competir con pilotos mucho mayores y más experimentados que él. Sólo le interesa ganar y se concentra en eso hasta conseguirlo".
En todas las competencias el joven piloto y su padre tienen bien definidos sus respectivos roles. Mientras Leandro conduce su catamarán a una velocidad de hasta 180kilómetros por hora, que en el agua parece el doble, Horacio Larrosa combina su actividad profesional con su rol de padre. En la mayoría de las carreras sigue el recorrido desde un helicóptero y lo filma para el noticiero.
- Leandro, ¿participaste alguna vez en otro tipo de competencias?.
- Cuando empecé con la náutica, yo ya tenía la experiencia de haber corrido en Karting, porque siempre me gustó la velocidad. En agosto del 87' hice mi primera carrera en catamarán desde las Cataratas del Iguazú hasta Buenos Aires. Luego corrí el Campeonato Argentino de Bote Neumático, hasta que en diciembre del mismo año me integré a la escudería de Daniel Scioli y obtuve mi primer triunfo con un catamarán de dos litros. 1988 fue para mí un año fantástico, ya que me consagré campeón argentino y en lo que va de éste, he logrado el Campeonato Sudamericano.
- ¿Seguís un programa de entrenamiento?
- Tengo un entrenamiento físico muy duro. Tres veces por semana hago aparatos y toda la gimnasia necesaria para poder soportar una carrera que puede llegar a durar de dos a cuatro horas, saltando constantemente sobre las olas y donde uno debe ir de pie para conducir la lancha.
- ¿A qué te dedicás aparte de la náutica?.
- Hago la vida normal de un chico de 16 años. Estudio, estoy en quinto año de Industrial y pienso seguir Ingeniería Electrónica. Tengo amigos y una novia, y me gusta mucho ir al cine y a bailar.
- ¿Tenés planeado ir a competir al exterior?.
- Lo voy a hacer en cualquier momento. Las posibilidades mayores están en Europa, ya que las mejores competencias se realizan en Italia, Francia, Saint-Tropez y el campeonato del mundo en Inglaterra. Me gustaría poder partidcipar en alguna o varias de ellas. El catamarán que utilizamos está capacitado para intervenir en cualquiera de estas carreras y yo particularmente me tengo fe como piloto.
-¿Y el papá qué dice a todo esto?.¿Va a acompañar a su hijo?.
- Seguro. Pienso pedirle un permiso especial a Romay, y estoy seguro que me lo dará, porque tanto él como yo le tenemos mucha confianza a Leandro".

Esa nota significó mucho para mí, por las consecuencias que tuvo. 1989 fue un año que me tocó de manera particular. Por malo y por bueno. Sin términos medios.
Me despidieron en muy malos términos de "La Revista". También sufrí la agonía y la muerte de mi abuelo materno. Y el alejamiento del novio de entonces, luego de haberle descubierto que tenía otra novia.
Cuando ya estaba decidida a irme a probar suerte en Puerto Rico, donde tenía algunos contactos por haber sido por un tiempo la corresponsal de la revista "Vea", llegó el llamado de Larrosa.
El día que le hice la entrevista, Horacio me preguntó si me gustaría trabajar en televisión. Le dije que sí, porque hacía tiempo que estaba necesitando un cambio en mi vida profesional. Lo que menos me imaginé, luego de dejarle el teléfono, era que siete meses después me iba a hacer llamar con su secretaria Graciela.
Seguramente él esperaba encontrar una cronista, pero las cosas no se dieron. Una porque yo no estaba preparada para tamaña responsabilidad y otra porque el camarógrafo que me envió para hacer una prueba de cámara, no estaba de buen humor y se quería ir lo antes posible.
Yo lo entiendo. Luego de una larga jornada de trabajo, que venga tu jefe y te pida que vayas a hacer una nota para una prueba, a las 7 de la tarde y con una desconocida. Cómo no se iba a contrariar.
Esto lo cuento, porque pasado mucho tiempo en "Nuevediario", donde ya había conseguido un pequeño espacio como nexo con los corresponsales del interior, fue el propio Alberto Speltini, a él me estoy refiriendo, quien me contó lo molesto que estaba ese día en que quería volver a su casa y fue obligado a hacer la nota conmigo.
Me confesó que no sólo le puso poco entusiasmo al trabajo, sino que cuando Larrosa le preguntó qué le había parecido yo como cronista, me bajó el pulgar.
Nunca le guardé rencor por eso, porque era obvio, yo era una principiante en la tele. Y tenía que aprender de cero, como lo hice finalmente.
Luego de mi accidentada nota de prueba, no esperé que Larrosa siguiera confiando en mí. Por eso me sorprendí cuando al día siguiente me llamó para decirme que "lugar para cronista no tenía para mí, pero uno sí como productora". Y no lo dudé. Acepté. Yo quería estar en ese equipo de profesionales y personajes de la "puta madre".
Entré a un mundo nuevo, donde se jugaba en Primera, porque el noticiero era líder y todos los demás querían ganarle. Había que estar dispuesta a trabajar de sol a sol, sin descanso, si era necesario. Ese era el espíritu de Horacio, que nos contagiaba día a día. Y ojo con fallarle.
A 22 años de aquello, sigo pensando que no sé nada, que todos los días estoy dispuesta a aprender algo nuevo. Dispuesta a dejar lo máximo en cada tarea, porque soy parte de un engranaje donde hay que saber hacer de todo en la Redacción. Y me quedó grabada de por vida la enseñanza de Larrosa: "Periodista se es los 365 días del año, las 24 horas del día".

sábado, 3 de septiembre de 2011

"SIETE DÍAS", MI ESCUELA DE PERIODISMO











En medio de la incertidumbre por el destino de Candela Rodríguez, la nena de 11 años que había desaparecido en Hurlingham y provocado una conmoción nacional, leí una noticia que me llegó al corazón.
El lunes 29 de agosto el canciller Héctor Timerman publicó en su cuenta de twitter que había "muerto la gran periodista uruguaya María Esther Gilio". Lo más sorprendente es que quien daba a conocer esta información era hijo de Jacobo Timerman, quien hace varios años se negó a publicarle en su diario "La Opinión", un reportaje que María Esther le había realizado a Pablo Neruda. Nada menos.
Pero claro, padre e hijo no pueden coincidir en sus apreciaciones sobre las personas y el talento de ellas.
Agradezco en consecuencia que el canciller tenga tan buen concepto de esta extraordinaria periodista, cultora de un estilo único para las entrevista, que murió a los 83 años en su Montevideo natal, luego de una larga enfermedad.
Yo tengo el orgullo de haber conocido a María Esther Gilio. Fue mi compañera en la redacción de la Revista "Siete Días", allá por los años 1984/1986.
Traer el recuerdo de Gilio por un hecho fortuito, me produjo sin embargo una necesidad de reconocimiento hacia la gente con la que me tocó trabajar en ese momento. Era un auténtico seleccionado de talentos.
Me producía un enorme placer trabajar con ellos, porque día a día se aprendía algo nuevo y lo mejor es que eran muy generosos conmigo. Pese a que hacía seis años que trabajaba como periodista, yo era bastante primitiva. Y al estar a su lado, me convertía en una esponja dispuesta a absorver aunque más no fuera una ínfima parte de lo que sabían mis compañeros.
Mi ingreso a la revista fue tan inesperado como oportuno. En el 84' me habían despedido de la Editorial Perfil y fui a pedir trabajo a la Editorial Atlántida. Pero de entrada el ambiente no me gustó. Yo era bastante rea, con acento jujeño muy marcado, y la reacción no tardó en llegar. Las chicas que trabajaban allí, hablaban en su mayoría con "la papa en la boca" y era obvio que me miraran como a "bicho de otro pozo".
De una de ellas, me quedó en la memoria una pregunta que nunca olvidaré:"¿Alguien de aquí viajó en colectivo alguna vez?, porque yo que vivo en taxi, no tengo ni idea del precio por si acaso tengo que tomar uno..."
Esa "tilinguería" era demasiado para mí. Debía huir urgente de ese lugar, pero claro, tenía que tener un nuevo empleo, para no quedarme sin el pan y sin la torta. La única que me trató con amabilidad y me tendió una mano para que siendo nueva no me sintiera tan incómoda, fue Silvia Martínez Cassina. De ella me llevé un lindo recuerdo. Y me alegro que haya hecho una carrera exitosa en los noticieros de Canal 13.
Dimas Suárez, "El Mico", como le decían todos, había trabajado en la revista "La Semana" y después se fue con un cargo de Secretario de Redacción a "Siete Días". Como me conocía, cuando se enteró que me habían despedido de Perfil, y sin saber que había ingresado a "Gente", me llamó a trabajar en la Editorial Abril.
Apenas había pasado una semana de estar en "Gente". Pero no lo dudé. Les dí las gracias a los jefes y me fuí de inmediato a "Siete Días".
Los periodistas de renombre nacional e internacional, me recibieron muy bien. Era gente muy respetuosa y agradable.
A quien primero rescato de todos es a María Esther Gilio. Sus reportajes eran memorables. Conseguía sacarle al entrevistado lo que ni él mismo estaba dispuesto a desnudar. Y no sólo eso, los redactaba de una manera tan amena, que una se quedaba con las ganas de que fueran más largos, para seguir disfrutándolos.
María Esther no sabía escribir a máquina. En realidad lo hacía con dos dedos y muy lentamente, y la mortificaba. Por eso cuando consiguió una chica que le transcribía sus manuscritos, se sintió muy reconfortada. A nosotros, sus compañeros, no nos parecía mal. Si era maravillosa como periodista, no tenía por qué ser brillante como dactilógrafa.
Varias veces dialogué con ella. Ya sea para consultarle sobre cómo encarar una nota, como para hablar sobre cualquier tema. Tenía mucho mundo. Había vivido en Francia, en el exilio. Y en su larga trayectoria, había entrevistado a personajes increíbles como Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, de quien además se había hecho amiga, Jorge Luís Borges, Mario Vargas Llosa, José Saramago, Mario Benedetti, José "Pepe" Mujica, actual presidente de Uruguay, y otras figuras destacadas de la cultura, la política y las artes. Solía aconsejarme sobre mis temores acerca de mi inexperiencia como periodista. Y sobre la vida misma.
También se mostró como una gran anfitriona, cuando a contados periodistas de la redacción, nos invitó a comer a su casa en Defensa y Cochabamba, pleno barrio de San telmo. Fue una velada muy interesante, donde además de comer rico, me encantaron sus anécdotas.
A cargo de la revista estaba en esa época Germán Sopeña. Un tipo muy serio e inteligente, que había comenzado su carrera periodística en la revista "Parabrisas", sobre Automovilismo, en la misma Editorial Abril, y luego se fue a vivir a Francia. Cuando regresó al país, fue nombrado director de "Siete Días".
Germán murió en un accidente de aviación en Roque Pérez, en abril de 2001, cuando viajaba a la Patagonia, su lugar preferido y al que incluso le dedicó un libro.
El subdirector era Jorge Lafauci, siempre un especialista en Espectáculos. Las notas sobre este tema, generalmente me las pedía él. Salvo cuando me designó para que viajara a Tucumán con Víctor Martínez, quien estaba a cargo del Poder Ejecutivo porque Raúl Alfonsin se encontraba de gira en Europa. La entrevista se la hice en el avión presidencial. Muy lindo recuerdo me quedó de ese viaje y ese reportaje.
Tanto con Sopeña como con Lafauci nunca se dio una relación de amistad. Yo era una simple subordinada, y listo. No sucedía lo mismo con Dimas Suárez, Cristina Ricci y Jorge Palomares, que eran los Secretarios de Redacción y estaban muy cerca de nosotros, los redactores y cronistas.
En la lista del seleccionado de talentosos, pongo en segundo lugar a Homero Alsina Thevenet, uruguayo como María Esther y la persona que más sabía de cine en el Río de la Plata. También como ella vivió en el exilio, pero en Barcelona. Murió en su país en 2005.
Era un erudito en la materia, incluso con varios libros escritos. Daba gusto escucharlo hablar sobre películas, actores y directores. Tenía una memoria prodigiosa. Y en el plano personal, era un hombre muy afable y buen compañero.
Publicó trabajos sobre la historia del cine mudo, las listas negras de Hollywood,la censura en el cine y sobre la vida de Charles Chaplin. También escribió sobre Ingmar Bergman. Un genio, a quien incluso en 2002 le entregaron por su trayectoria un Premio Cóndor de Plata que otorga la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina.
Otro compañero fue Gustavo Sierra, hoy un valioso corresponsal de guerra del diario "Clarín". Fue el único argentino en las guerras de Irak y Afganistán. También estuvo en las postrimerías de CNN en Español. Trabajó como corresponsal para distintos medios en Londres, Nueva York, Los Ángeles y Santiago de Chile. Y otras tareas destacadas. Un lujo por donde se lo mire.
Claro que en esa época no había realizado todos estos trabajos, pero el solo hecho de tener un master en Comunicaciones en la Universidad de Boston, le daba jerarquía a su labor periodística. Gustavo fue la primera persona que conocí que estudiara Computación. Recuerdo que hacía un curso especial en el Centro Cultural Recoleta, creo que era dictado por extranjeros. Estoy hablando del año 1985, un tiempo donde era imposible soñar con tener una computadora para el hogar y menos aún para trasladarla de un lado a otro. Gustavo, sin embargo, ya vislumbraba ese artefacto electrónico como una herramienta ineludible del futuro. No me sorprendió cuando lo descubrí hablando desde el exterior por Radio Mitre, saliendo en "Telenoche" y escribiendo sus crónicas de guerra en "Clarín". Tenía un futuro promisorio que concretó con creces.
Alejandro Saez-Germain fue otro de mis compañeros destacados. Una pluma exquisita, que en medio del tabaco y el alcohol, creaba una prosa admirable. Y era además una persona muy generosa, que ya mencioné en un anterior escrito sobre "Las mujeres de Gardel", donde trabajamos en un informe en tres capítulos sobre El Zorzal Criollo. También, siempre él en el rol de redactor y yo de cronista, escribimos en dos entregas de la revista sobre la vida en los circos. Alejandro, con todo un historial como periodista, tuvo la gentileza de que mi firma apareciera antes que la suya. Y yo era casi una principiante.
En "Siete Días" también conocí a Julio Sierra, un excelente redactor y muy buen tipo. A él lo volví a tener como compañero cuando llegó a la revista "La Revista", donde yo ya estaba.
Julio es también escritor y traductor. Y demostró asimismo que era un notable docente. A su paso por La Revista, Rolo Andrés, director del medio, le pidió que entrenara como periodista a su sobrina Rebeca Peiró. Y vaya que lo logró. Rebeca, por quien siento un gran cariño, es hoy una de las mejores periodistas gráficas de Espectáculos. Sobre todo en su paso por la revista "Gente", donde tuvo por ejemplo, la primicia de la enfermedad de Daniel, el hijo de Mirtha Legrand. Y actualmente es una de las editoras estrellas de la revista "Caras".
No estuve mucho tiempo en "Siete Días". Me despidieron. No recuerdo cuándo, olvidé la fecha, como así también si fue justa o no la indemnización. Simplemente porque fue el único despido que para mí no fue traumático. Era tanto lo que les debía a mis compañeros, no a los jefes, que lo tomé como el final de un curso. Porque salí empapada, que no es lo mismo que contagiada, de su sabiduría. Y sobre todo, con la intención de ser humilde y nunca dejar de aprender. Esa gente, quien de verdad era grande, tenía una sencillez para imitar.
Más allá de que "Siete Días" marcó un antes y un después en mi vida personal, fue en la Gráfica, realmente mi verdadera "Escuela de Periodismo".