sábado, 29 de octubre de 2011

LUÍS ALBERTO SPINETTA LE PUSO "PILAS" A LA NOTA




Cuando trabajaba en la revista "Casos" de la Editorial Perfil, allá por los años 83' y 84', llegué a tener una columna sobre Rock que se llamaba "Rockasos".
No era originalmente mía, sino de un chico que renunció a la revista y como en los últimos tiempos, antes de que se fuera, la hacíamos juntos, por lógica, la heredé.
Al principio sólo se daban noticias de músicos, comentarios de discos, de recitales, y no más de eso. Pero yo le dí un vuelo diferente. No sólo amplié el panorama musical al blues, la balada, el candombe, el folklore, sino que comencé a incluir mini-reportajes a los músicos.
Eso fue lo que más me gustó. Porque pude conocer a varios artistas que admiraba por su música y que de otro modo no hubiera tenido la posibilidad de llegar a ellos.
Uno de esos músicos era Luís Alberto Spinetta, un señor del rock y por quien tenía una tremenda admiración.
Así como Charly García me daba la imagen del "loco", del "músico loco", más terrenal, más cercano a sus seguidores, el "Flaco" Spinetta representaba para mí "un prócer", distante, inalcanzable.
Por eso, conseguir una entrevista con él para mi humilde columna, se convirtió en todo un acontecimiento. Tampoco era un tipo de dar muchas notas, aún hoy es así. Entonces, era una gran oportunidad para aprovechar el tiempo que me iba a brindar.
Además, no era nada fácil enfrentar a un ídolo. Y él lo era para mí entre los músicos argentinos.
Recuerdo que pese a haber leído bastante sobre él para tener claro qué preguntarle y no quedar en ridiculo, me sentía muy nerviosa y temerosa de "meter la pata", cuando me dirigía a entrevistarlo en "Abraxas", la productora que lo representaba.
Tal vez por preocuparme demasiado por las preguntas que le iba a hacer, me olvidé de un detalle muy importante: las pilas del grabador. No reparé en que estaban gastadas y que les quedaba muy poco tiempo de uso. Casi nada.
Spinetta me recibió con mucho respeto y para no hacerlo perder tiempo, dejé de lado los comentarios triviales, normales en cada reportaje, y me dispuse a hacerle la entrevista.
Saqué el grabador y no había terminado de hacerle la primera pregunta, cuando el aparato se detuvo en seco. Yo me puse pálida. Me quería morir allí mismo.
Lo más razonable en estos casos, y más aún él que era una estrella, que me dijera: "muchas gracias y hasta luego". Pero Spinetta me sorprendió.
Tal vez lo conmoví al verme tan desvalida en ese instante. No lo sé. Con mucha paciencia me pidió que "me tranquilice, que lo sucedido no era nada del otro mundo y le podía pasar a cualquiera".
Pero no fue lo único que hizo por mí el señor Spinetta. Me anunció que iba a acompañarme a un kiosco a comprar pilas, y después volveríamos a la oficina a seguir con la entrevista. Y eso fue lo que pasó.
Bajamos a la calle, buscamos un kiosco cercano, yo compré las pilas, cargué el grabador y retornamos para proseguir con la nota.
Con mucha vergüenza le hice las preguntas y esto fue lo quedó de aquella experiencia teñida por el papelón:

"Con la serenidad que lo caracteriza, Luís Alberto Spinetta habló. Habló de sus 33 años de vida, de los 20 con la música, de su hogar apacible en una quinta de Castelar, de la libertad que no tuvo...de "la libertad que no tenemos desde hace 50 o 60 años", como dice. Habló también de su censura, de cómo fue reprimido en su adolescencia, por el sólo hecho de ser rockero. Expresó su bronca, pero también se mostró optimista. Con ustedes Luís Alberto Spinetta...
- Empecemos con "Bajo Belgrano", el elepé que estás grabando en este momento con Jade.
- Elegí el Bajo Belgrano porque es un lugar donde hay guardadas un montón de imágenes poéticas y sentimientos de libertad. El disco no cita lo geográfico, cita los sentimientos que allí fueron surgiendo.
- ¿Qué relación tiene con vos esa zona?
- Yo nací en Núñez, que está muy cerca del Bajo Belgrano y siempre lo recuerdo como una zona romántica.
- Hace algunos meses cambiaste el ruido de Buenos Aires por la tranquilidad de Castelar. ¿Qué fue lo que te impulsó a eso?.
- Yo antes vivía en Olivos donde no tenía tanto ruido. Pero más que nada quería un poco de verde.
- ¿Esa tranquilidad ayuda más a la inspiración de un músico, que estar rodeado de los problemas de la ciudad?.
- Pienso que no se puede estar ausente de los problemas y menos viviendo con una familia con hijos, donde hay siempre pequeñas cositas. Lo que creo es que aislándose y estando bien uno se consigue un grado de paz diferente. Los amaneceres o atardeceres te ayudan a reflexionar.
- Tengo entendido que tu hijo Dante sigue tus pasos en la música...
- Hice un tema que no está incluido en ningún disco, donde canta él. Pero mi intención es producirle un álbum donde pueda satisfacer todas sus inquietudes. Dante es muy rockero, le gustan los grupos de heavy metal. Ahora estoy esperando que aprenda a leer un poco mejor (tiene 6 años), para que yo le pueda escribir letras o lo haga él directamente.
- ¿Quiénes más integran tu familia?.
- Patricia, mi mujer, Catarina, de cuatro años y medio, y el más chiquito, Valentino, que va por los tres.
- ¿Cómo es la vida del Spinetta hogareño?.
- Muy normal, aburguesada, me levanto generalmente temprano, tipo 9, depende de cómo haya terminado la noche anterior, y como tengo los instrumentos y equipos en casa, allí me reuno a tocar con Jade. Fuera de eso, a veces veo televisión, escucho radio, pongo música, dibujo, la ayudo a mi mujer en algunos quehaceres, juego con los chicos. Es totalmente tranquila, sin delirios.
- Volvamos a la música...¿por qué le pusiste "Mondo di Cromo" a tu elepé solista?.
- Porque es una forma de decir "perro mundo" o "qué mundo pesado", nada más que dicho en italiano, suena mucho más "pasta molle". Lo hice pensando en la fuerza rítmica y con letras incisivas.
- Hay gente que dice que lo tuyo es más bien surrealista, que te alejás de la realidad y no ve denuncias en tus temas. ¿Qué les respondés?.
- Eso lo dicen los tipos que no han leído bien mis letras, porque desde hace bastante tiempo he venido denunciando cosas, sólo que de una manera sutil. "Las golondrinas de Plaza de Mayo" o "Jaguar herido", son temas de denuncia. Tampoco es mi intención denunciar, porque a mí me gusta la música que habla de algo sublime y a veces las vilezas pueden llegar a estropear una melodía. Pero hay un compromiso con la realidad, a través de un lenguaje depurado.
- Almendra abrió de alguna manera las puertas del rock allá por los 70'. ¿Qué diferencias encontrás con aquella apertura y ésta en materia musical?.
- Pienso que ahora las cosas están mucho más claras, medio como que el rock se incorporó a la gente, sobre todo a la gente más joven. En aquel momento estábamos tratando de hacer barullo para que nos dieran bola, en cambio ahora estamos en una posición de poder dar mejores cosas, que no sea solamente ruido para que nos escuchen. Creo que este es un momento de plenitud, que se va a afianzar más con el cambio político.
- ¿Alguna vez fuiste censurado?.
- Sí, un par de veces me censuraron presuponiendo deformaciones, es decir, como que lo que yo decía alteraba la moral y las buenas costumbres. Como ser un tema que se llama "Elementales leches", donde a algún degenerado censor se le ocurrió que traía algún tipo de acción colateral. Pienso que las restricciones que he tenido han sido sin importancia, porque justamente las cosas sutilmente puestas, no han podido ser descifradas por esos tipos.
- En este momento existe como una "fiebre" de los músicos argentinos por irse al exterior, caso Charly García. ¿Estás vos también con la misma intención?.
- Ahora no, pero yo hice un longplay en el año 79' en Estados Unidos, absolutamente todo en inglés. O sea que yo no estoy en contra de las aperturas hacia otros horizontes, porque por más que me vaya siempre voy a volver de alguna forma y es tal cual lo que va a hacer Charly. Para mí, el prototipo del argentino es el tipo innovativo, que no le gusta pasar vergüenza si sale de su país y no aquel que dice defender lo nuestro y no aporta nada nuevo, quedándose con las premisas del pasado.
- ¿Qué pensás de esa juventud que mira con tantas ganas la libertad, después de haberse criado bajo un proceso?.
- Los pibes que han vivido 6 años de represión ahora tienen 18 y entonces no han sido verdaderamente protagonistas de represiones, más que las represiones familiares. En cambio, si me hablás de 50 o 60 años de proceso regresivo, te puedo contar que cuando yo tenía 17 años me llevaban en cana porque se les ocurría. Es decir, que todos hemos vivido con las mismas ganas de libertad, porque han sido años y años de proscripciones, sin mencionar a la Guerra de las Malvinas, que afectó a la nación en su totalidad. En ninguna época en estos 50 o 60 años respiramos libertad. Me acuerdo que yo tenía 5 años cuando en el 55' bombardearon la Plaza de Mayo y estaba horrorizado al escuchar el ruido de los aviones. Por eso es hora de poner un límite definitivo a esa gente que quiere destruir este país. Son traidores a la vida, porque de esos tipos los ha habido en la Alemania nazi, en la Italia fascista, en la revolución rusa, en la revolución cubana, en la Asamblea del año 13'...siempre. Yo creo en el potencial espiritual del hombre que es lo único que verdaderamente derribará la maldad..."

Nunca más volví a entrevistar a Spinetta. Pero su actitud humilde, de un grande de verdad, no me la olvido más. Me quedó la imagen de un hombre recto, de muy bajo perfil, consciente de la realidad, pero sin ánimo de tirar petardos para hacer ruido.
Cuando hace cinco años, hizo su aparición como un simple padre, comprometido con la causa del Colegio Ecos porque uno de sus hijos estudiaba allí cuando se produjo el trágico accidente en Santa Fe, donde murieron varios alumnos y una docente, no me sorprendió. "El Flaco", doy fe, más allá de su talento como artista, es un ser humano excepcional.

viernes, 14 de octubre de 2011

EL AGASAJO A LOS AMIGOS DEL NOTICIERO











La elección del trailer de "La fiesta de Babette" es porque en cierto modo me inspiré en esa historia para agasajar a los compañeros del noticiero de Canal 9, con los que mejor me llevaba en ese momento. Estoy hablando de junio de 2004.
En la película, Babette era una cocinera brillante que trabajaba para dos hermanas ricas, venidas a menos. Un buen día la empleada ganó 10 mil francos en la Lotería y lejos de independizarse, para emprender una nueva vida, sin tener que volver a servir a nadie, decidió invertir todo el dinero en una comida exquisita, regada con los mejores vinos, en la que ella decidió quedarse afuera.
La invitación fue para las personas ricas y representativas del pueblo, y por supuesto las hermanas dueñas de casa. Y Babette sólo se ocupó de la cocina y de la presentación de la mesa.
En mi caso, no iba a asumir el rol de cocinera, porque soy muy básica en el arte culinario. Pero sí quise emular a Babette en lo de invitar a un buen restaurante a comer rico, a gente que me había ofrecido su amistad.
Aunque opté por una profesión donde lo que priman son las relaciones sociales, de lo contrario cómo una se entera lo que sucede, reconozco que cuando no trabajo me cuesta mucho el acercamiento a los demás. Soy bastante tímida y lamentablemente es algo que aún con los años, no pude cambiar demasiado.
A cada uno de mis invitados los escogí, porque ellos antes me habían aceptado como soy y me habían abierto su corazón.
En principio, debo agradecerle a María Contartese por haberme cedido las fotos de la reunión, ya que fue la única que ese día llevó una cámara fotográfica. Además, por su embarazo, se convirtió en la mimada de todos. Las fotos también lo confirman.
Me sentí muy feliz con la producción del encuentro.
Primero fui al restaurante "Plaza Mayor", que en ese momento me quedaba a dos cuadras de casa, a reservar la mesa para el 19 de junio.
Lo elegí porque me gustó desde la primera vez que un amigo me llevó allí a comer pescado. Después fui a una librería a comprar las tarjetitas de invitación, porque quería darle un toque formal a la convocatoria.
Había más personas que me hubiera gustado invitar, pero mi presupuesto no daba para más gente. Si hubiese invitado a comer choripanes en la costanera, seguramente lo habría hecho posible. Pero para hacer una cena de cierta categoría, que era lo que yo deseaba, me quedé con los que están en las fotos. Salvo Alejo Rivera, que por ser mi amigo, también estaba en mi lista. Sin embargo, se disculpó porque debía viajar a Olavarría a pasar el Día del Padre con su papá.
Me sentí muy honrada con todos los que fueron. Sobre todo porque era un sábado a la noche, cuando la gente quiere estar con sus seres queridos. Y más que nada porque al día siguiente era el Día del Padre.
También me sentí muy agradecida con el gesto que tuvieron en conjunto, ya que pese a no ser mi cumpleaños, me llevaron varios regalos. Realmente me emocionó. No era lo que yo pretendía. Al contrario, mi invitación fue sincera, desprendida, y sin esperar nada a cambio. Pero agradeceré por siempre los obsequios.
Ahora viene la explicación de por qué elegí a cada uno de los comensales.
Chiche Ferro fue siempre mi mejor amigo y al primero que coloqué en la lista. Él como yo veníamos del viejo "Nuevediario" y de ser sobrevivientes de los despidos que se produjeron en cada cambio de gestión en el noticiero. Le agradezco que para no fallarme, sacrificó la noche que le tocaba estar con su hija Alexia.
Su gran sentido del humor fue fundamental para hacernos pasar una noche muy divertida. Porque Chiche es sinómino de alegría, de optimismo e ingenio.
Con Daniel Navarro entramos casi juntos a "Nuevediario". Él lo hizo dos meses después que yo. Además de ser una excelente persona, razón más que suficiente para que ocupe una de las sillas de mi mesa, tiene la particularidad de haber hecho carrera en el noticiero. El silencioso ayudante de cámara, se puso a estudiar Locución, a prepararse para estar delante de una cámara. Y lo consiguió. Hoy conduce con mucha solvencia "Telenueve al Amanecer". Pero antes, hizo coberturas maravillosas, que fueron su trampolín para la conducción.
A Norberto Landerreche, "El Vasco", para todos, lo adopté como amigo desde el primer momento que llegó al noticiero. Nos unió tener amigos en común y de haber trabajado ambos en la revista "La Revista", aunque él llegó después que a mí me despidieron.
Alegre, jovial y buen compañero, era número puesto para estar en la cena. "El Vasco", al menos a mí, siempre nos hizo pasar muy buenos momentos mientras estuvo en el noticiero. Cuando era el productor ejecutivo de "Telenueve" de los sábados, a veces bailábamos o jugábamos al fútbol. Con un jefe común, eso sería imposible, pero él siempre fue más compañero nuestro que la autoridad del envío.
María Contartese llegó al noticiero cuando Daniel Hadad compró Canal 9, ya que ella había trabajado con él en uno de sus proyectos periodísticos.
Muy simpática, sociable y gran compañera, me cayó bien de entrada. María contaba de manera amena y entusiasta el proceso de su noviazgo, con un novio que trabajaba en Perú y ella lo extrañaba bastante. Hasta que se instaló en Buenos Aires, se casaron y esa panza hermosa que lucía la noche de la comida, era el fruto de ese amor.
Carla Gentile llegó al noticiero como secretaria de Ricardo Cámara, director del noticiero en la época que el canal, en manos de Teléfonica, adoptó el extraño nombre para un canal, de "Azul Televisión". Mi cercanía con la oficina donde estaba Carla y más tarde con su escritorio, cuando nos cambiaron de lugar, me permitieron un mayor contacto con ella. Nunca nos faltaban temas para conversar y con el loquero que era el noticiero en esos años, con tanta gente, siempre había de qué hablar y de qué reirnos. Por buena persona, agradable y por hacerme partícipe casi siempre de sus charlas, es que la elegí para mi comida.
Alicia Schejtman llegó al noticiero en la gestión de Hadad, porque ella es la tía de la hoy ex esposa de José Luís Rodríguez Pagano, el número 2 del dueño del canal de cable C5N, Radio 10, Infobae y varios medios más.
Lejos de ufanarse por su cercanía "al poder", Alicia mantuvo siempre el mismo perfil de compañera de sus compañeros. Con ella sucedió lo mismo que con Carla. Cuando nos mudaron más cerca, nos permitió entablar una amistad y así compartir los momentos buenos y malos en el noticero de entonces. A ambas nos unió, no sé si llamarlo fanatismo, pero sí el placer de ver "Zap", el programa por demás bizarro que Marcelo Polino conducía en Canal 9. Por ese buen humor compartido, es que Alicia no podía faltar en mi banquete.
Alejandra Higa también llegó al noticiero de la mano de Daniel Hadad. Era una de sus locutoras en la radio. En esa época conducía un programa en la radio "Mega", dedicada en exclusiva al rock. Más allá de admirar su voz increíble, Ale me cayó bien por su sencillez y su simpatía. También en este caso, la cercanía de nuestros escritorios, nos permitió tener más contacto y poder charlar sobre distintos temas. Mi elección fue por sus valores humanos.
Nos ubicaron en una mesa en el primer piso, donde contamos con una atención excelente por parte de varios mozos. Y todo lo que comimos estuvo delicioso.
Lo mejor sin embargo, fue el gran momento que disfrutamos, lejos del lugar de trabajo, aunque el noticiero estuvo presente en algunos chimentos.
Cuando comencé a recordar lo bien que la pasamos esa noche, me pregunté a quién invitaría si organizara una comida similar. De verdad, sería muy difícil descartar gente. En estos años, logré una relación tan linda con mis compañeros, sumé amigos, que salvo poquísimas excepciones, los quiero a todos.
Y de algún modo, el cafecito o el té que convido cada mañana, es mi manera de devolverles su buena vibra para conmigo. Tal vez algún día, pueda repetir una cena como aquella. No digo que me saque la Lotería como Babette, porque nunca juego. Pero si acierto el Quini 6, me comprometo a hacerla con todos. Y hasta con baile incluido.

jueves, 6 de octubre de 2011

LA DISCRIMINACIÓN ME HACE MUCHO DAÑO


"No podés sentirte tan mal por eso". Esto me lo dijo Alejo Rivera cuando me vio en la redacción del noticiero angustiada y llorando.
Entiendo que por ser mi amigo sólo trató de animarme. Pero lo que él no sabe, porque nunca lo vivió, es lo que siente alguien cuando es discriminado.
El miércoles 5 de octubre viví uno de los peores días del año. Lloré en silencio y sin parar más de seis horas, mientras redactaba las notas y la rutina de "Telenueve al Amanecer". Mi tristeza no me quitó la responsabilidad para cumplir con mi trabajo.
No voy a dar nombres, porque no quiero acusar a nadie. Pero sí pretendo tomarlo como ejemplo que aunque pasen los años, que aunque haya una política de Derechos Humanos que condena la discriminación, el gen racista no está aniquilado.
No estamos ni en Finlandia, ni en Suecia, ni en Noruega, ni en la Alemania nazi que soñaba Hitler: todos rubios y de ojos claros. Pero la discriminación está presente para norteños, inmigrantes de países vecinos, negros, villeros, homosexuales y travestis. Todos en la misma bolsa, sin tener en cuenta al ser humano.
Además, lo escribo para desahogarme y dar por terminado este episodio.
Todo comenzó cuando el productor ejecutivo del envío mañanero me llamó para decirme algo que le había pedido que me transmitiera el director del noticiero.
"Decile a la "coya" que el accidente que sacamos ayer fue el viernes y que se vaya a tocar la quena a otro lado..."
Lo del accidente es una cuestión interna que dejo de lado. Lo que me dolió fue el mensaje y el mensajero.
Si bien es cierto, ambos ya me pidieron disculpas y se las acepté, me da la oportunidad para expresar mi parecer sobre cómo actúo yo con los mensajes de terceros. Ya lo viví antes cuando otros jefes me decían: "llamalo y decile que...y se vaya a la puta que lo parió". Obvio que si había que llamar a la persona para transmitirle el desagrado del jefe, yo no utilizaba los insultos. ¿Para qué arruinarle la vida, si con decirle que se equivocó y que no lo vuelva a hacer es suficiente?.
Será tal vez porque a mí sólo me gusta dar mensajes positivos. Cuando alguien me pide que insulte a otro/a de parte de él o ella, le respondo: "decíselo vos". Pero sí me gusta decirle a la gente que alguien habló bien de él o ella. Es una caricia para el alma que no cuesta nada.
Cuando alguien te está dando un mensaje que contiene un insulto y te lo lanza a la cara, lo siento como si él o ella también me lo está diciendo.
Eso fue lo que más me dolió ese día. Porque la persona que me lo decía era alguien a quien aprecio y el que mandó el mensaje, también. Porque nos une el amor por los animales y le estoy agradecida que muchas veces reconoció mi voluntad de trabajo.
Yo sé que en algún momento me voy a reir de imaginarme "ir tocando un carnavalito con la quena". Pero todavía no me pasa y tampoco es el punto.
El punto es sentir asco por la gente que nació en un lugar donde "se toca la quena y se baila el carnavalito", aunque en el caso mío nací en Jujuy porque mis padres vivían allí. Pero ninguno de los dos nació en la provincia. Mi padre es de Tucumán y mi madre es entrerriana.
Esto es como el caso de los militares y los empleados del Banco Nación o del correo, que tienen que ir a donde los mandan y sus hijos nacen donde a las mujeres les toca el parto.
¿Alguien alguna vez discriminó a Raquel Welch porque nació en Bolivia?. Supongo que no. Quién se iba a meter con semejante belleza, que celebro, volvió muchos años después a Santa Cruz de la Sierra para reencontrarse con sus paisanos.
Yo amo a Jujuy porque nací, me eduqué hasta terminar el Secundario y me enamoré de la persona que más quise en mi vida, en esa provincia. La amo porque, aún separados, mis padres continúan en ese lugar, como así también tíos y primos, y por los amigos de la infancia y la adolescencia.
La amo por su sol, por sus paisajes, por su inimitable y única Fiesta Nacional de los Estudiantes. Porque fue el portal de la Patria. El general Manuel Belgrano la eligió para dejar su Bandera, en honor al sacrificio de un pueblo que dejó todo para que cuando lleguen los españoles no encuentren nada. Y ese fue el histórico "Éxodo Jujeño".
La amo por Gimnasia y Esgrima, el lobo jujeño, por ser el equipo que elijo después de River. La amo porque es Argentina, si Argentina, aunque los que discriman la tilden como una parte de Bolivia. Y aclaro que no tengo nada contra los bolivianos. Son parte de América, la América que también adoro.
La amo más allá de no estar ahí, porque trabajo y estudié en Buenos Aires desde hace 32 años. Y el amor no tiene explicación, sólo se siente.
Las primeras muestras de discriminación en esta ciudad, inundada de inmigrantes nacionales y extranjeros, las tuve allá por el año 84', cuando cerró la revista "Casos", donde yo trabajaba en la Editorial Perfil, y me pasaron a "Tal Cual". En esa revista había dos compañeros que se burlaban de mí todo el tiempo por el hecho de "ser jujeña". Eran insoportables. Y aunque me dolía lo que me decían, nunca les respondí. No quería pelearme con nadie, que era lo que en definitiva buscaban. Y a la distancia, me imagino cuánto habrán disfrutado cuando me despidieron de la empresa. Allá ellos.
Después de mucho tiempo, lo sentí en Canal 9, con algunos jefes y directores. Frases como "muerta de hambre que vino con una mano atrás y otra adelante", o "coya de mierda", no me son ajenas. Al contrario, laceraron mi corazón.
La misma persona que en esta oportunidad envió "el mensaje", ya había utilizado varias veces esos términos para dirigirse a mí. Hasta que un día me planté y le dije que "la próxima vez que me discrimines, te voy a denunciar en el INADI". Esto fue hace unos cuatro años y no pensaba que podía repetirse.
En ese tiempo, había también un compañero, que no recuerdo si ya lo habían ascendido a productor ejecutivo, que también utilizaba términos discriminatorios para dirigirse a mí. Sin ningún motivo. Ni siquiera para llamarme la atención por algo.
Hasta que un día me cansé y lo enfrenté. La imagen es como la de David y Goliat.
Era un mediodía en la redacción, cuando había muy poca gente, porque se habían ido a almorzar. Como siempre, sin ninguna razón, me dijo "coya de mierda". En ese momento no me importó que fuera grandote, que me llevara medio cuerpo, que fuera gritón y que la mayoría le temiera. Yo estaba hastiada del maltrato y hasta decidí jugarme el empleo. Si me echaban, iba a ser injusto, pero por una buena razón.
Cuando escuché de su boca la frase lapidaria, corrí hasta donde estaba y sin importarme nada, me paré y mirándolo a los ojos, le dije:
"¿Querés pelear?, vamos afuera, porque aquí están las cámaras...resolvamos esto con los puños, ya..."
El tipo se quedó petrificado. Nunca se hubiera imaginado que alguien le iba a decir eso y menos aún una mujer. No me respondió nada, dio media vuelta y se fue.
Los compañeros que estaban allí, no lo podían creer. Y algunos se acercaron a preguntarme, qué hubiera pasado si aceptaba el reto. Y yo les dije: "al menos una patada en los huevos le iba a dar...". Nunca jamás, aunque nuestro trato siguió siendo distante hasta que lo despidieron de la empresa, volvió a discriminarme.
Esta vez, en cambio, me tocó en un momento en que creía que las actitudes discriminatorias para conmigo estaban superadas. Que no se iban a volver a repetir.
Tenía por eso la guardia baja, estaba invunerable, y por eso me dolió tanto.
De repente, me empezó a pasar la película de mi vida, donde llegué a una edad en la que tendría que ser alguien. Que pasé por varios trabajos y nunca me ascendieron. Que todo el esfuerzo, las horas que le robé al sueño para estar informada, no sirven para nada. Que me compré una netbook, sólo para tener más posibilidades de estar atenta a la actualidad. Que tengo una cámara encima, por si me toca ser testigo de un hecho importante en la calle.
Pero al parecer todo es inútil, porque "nunca dejaré de ser una negrita jujeña, con un acento diferente".
Y no lo estoy sacando en cara, porque amo mi trabajo con toda mi alma. Simplemente es así y lo triste, como dice Serrat es que "no tiene remedio".
Más de lo que tengo no voy a conseguir. Porque hay gente más talentosa, más inteligente, más preparada, más joven y más atractiva que yo, que tiene prioridad.
Lo que me queda entonces, es mi entusiasmo por cumplir con mi tarea, con no bajar los brazos, nunca. Y sobre todo, contar con este blog, donde no gano un peso. Pero me da la posibilidad de despuntar el vicio de la escritura, de recordar lo bueno y lo malo, de emocionarme y en definitiva, de sentirme libre, al escribir sólo lo que mi corazón me dicta. Y lo hago con orgullo, muy a pesar de ser una "negrita jujeña, coya, que debería irme a tocar la quena a otro lado..."