viernes, 26 de noviembre de 2010

RECETA CASERA PARA EL MAL DE AMORES



No soy tan extremista respecto a los hombres como Paquita la del barrio, pero para la receta sobre la cura del "mal de amores", vale guardarse algunas de las descripciones maliciosas de la cantante mexicana.

Aclaro que lo mío no es brujería, ni mucho menos. Tampoco soy psicóloga como para recurrir a la sabiduría de Freud o sus continuadores en la materia.

Lo mío está hecho en base a experiencias personales.

Resolví como punto de partida que la mejor manera de no llorar nunca más por un hombre, era hacer todo lo contrario de lo que había hecho en mi vida. Es decir, no amarlos más.

La receta no está dirigida a aquellas mujeres que si bien se sacaron a "un clavo" (esto como sinónimo de hombre malparido) de encima, sueñen con encontrar a otro que valga la pena de ser amado.

Si siguen leyendo, les adelanto que van a perder el tiempo...

La receta es para las valientes, jugadas incluso a quedarse solas para siempre.

No crean que es fácil llegar al objetivo. Todo lo contrario. A mi me llevó muchos años de lucha interna y de litros y litros de lágrimas. Pero ahora puedo decir con orgullo y ninguna cuota de arrepentimiento, que lo conseguí.

Como no soy egoista, quiero transferirle mi humilde solución a las sufridas enamoradas, que se aguantan cualquier cosa con tal de tener a un tipo al lado.

De entrada, hay que pensar que los hombres no son necesarios para vivir. En los tiempos que corren, hasta la maternidad se resuelve con inseminación artificial o adoptando un hijo.

Sin embargo, no quiero ahondar demasiado en el tema de los hijos, porque carezco de experiencia. Mi lado maternal se reduce al trato que le doy a mis gatitos. Aún así, sería una idiota, si intentara comparar esa relación que tengo con mis animalitos con la de una mujer y el hijo de su vientre, o el hijo del corazón.

Vuelvo a la receta.

Tras mi última desilusión amorosa, hace varios años, resolví que "nunca más me iba a volver a enamorar".

Se preguntarán cómo puedo manejar algo tan fuera de control como los sentimientos. Actuando con la mayor frialdad posible.

Con el dolor en el alma, opté por correr el mayor riesgo de mi existencia: el de quedarme sola para siempre. Si lo miro del lado malo, diría que perdí por goleada. Pero desde mi gélida mirada, gané el derecho a manejar mi vida con absoluta libertad.

Siempre habrá un lugar, una canción, una foto, para traer a la memoria al hombre o a los hombres, por quien o quienes se sintió "la cosita loca llamada amor". Ese es el momento crucial para aplicar mi receta.

Consiste en darle una vuelta de 360 grados al buen recuerdo, el de los besos, los abrazos, las risas, los bailes, la música, la felicidad. Y pensar lo peor que tenía esa persona.

Esto es, sus enojos, su indiferencia, sus infidelidades, sus mentiras, su falta de elegancia, sus gestos repulsivos, sus vicios asquerosos como el cigarrillo y el alcohol, sus olores más podridos. En suma todo lo feo que describen las canciones de Paquita la del barrio.

Por arte de magia, a los pocos minutos, el romanticismo se diluye como un terrón de azúcar en el café.

Al principio fue difícil lograr ese cambio repentino. Sin embargo, con el tiempo, me resultó lo más natural del mundo.

Esto hace que sea maravilloso mirar el pasado con tanta impunidad. La misma impunidad, que hasta me permitió mantener en la actualidad una buena relación con las personas que fueron importantes en mi vida. Porque no pretendo ni remotamente reeditar el pasado.

Creo que la edad me ayudó a elaborar esta suerte de panfleto justificatorio. Con 51 años encima, "me siento demasiado joven para morir y demasiado vieja para que alguien se enamore de mí".

Al haber renunciado a esa posibilidad de que alguien se enamore de mí, no tengo que vivir pendiente de un posible llamado telefónico o un correo electrónico. Nada. No hay condicionamientos que me aten.

Entiendo que para alguien que sueñe con una nueva oportunidad en el amor, no es recomendable tomar al pie de la letra mi receta. Pero para las que están dispuestas a no dejarse engañar nunca más, es infalible.

Cuando los recuerdos del amor intenten horadar nuestras mentes, también se puede recurrir a las expresiones de dos famosas: "Salí de acá, no te registro", by Moria Casán. Y "Push, push", by Graciela Alfano. Y a vivir la vida con una sonrisa de oreja a oreja. Porque como decían nuestras madres, tías y abuelas: "mejor sola que mal acompañada".

viernes, 19 de noviembre de 2010

MOLTONI Y EL SACO AJENO

Tengo un muy buen recuerdo de Enrique Moltoni, cuando lo tuve como compañero en "Nuevediario".
Siempre fue un hombre serio, respetable, elegante. Por eso la anécdota que tengo para contar de él resulta aún más graciosa.
Un día llegó demasiado tarde para la edición del mediodía del noticiero. Es más, ya había comenzado. Y era sabido que "las llegadas tarde" a Horacio Larrosa, el Director de Noticias, lo ponían de muy mal humor.
Enrique entró apurado al canal, apenas saludó en la redacción y se fue urgente a maquillaje.
Una vez que estuvo maquillado, vino corriendo en camisa a la redacción. Yo estaba sola en la oficina y me preguntó si había dejado allí su saco. Le respondí que no. Y comenzó a preguntarse en voz alta dónde lo había puesto.
Enrique estaba muy nervioso porque se veía venir el reto del jefe. Entonces se fijó en el perchero, por si encontraba alguno que le quedara bien para salir del paso.
Sólo que el único que estaba era el de Gustavo Sammartino, un productor que actualmente está en Radio Mitre.
Todos los que conocen a Sammartino, saben que su contextura es pequeña. Moltoni, en cambio, es alto y con un físico más robusto.
Sin embargo, en su desesperación, Enrique decidió ponerse el saco de Gustavo. Basta recordarlo, para reirme sola mientras lo escribo.
Le quedaba horrible. Demasiado corto y tampoco le alcanzaba para prenderse los botones.
En esa situación, era imposible que pudiera salir al aire.
Pero yo me lo imaginaba ante cámaras, dando las noticias deportivas, con un saco corto e imposible de prender. Y eso me mataba de la risa.
Mientras lo tenía enfrente, tan patético, era tremendo el esfuerzo que debía hacer para no reirme a carcajadas. Porque el pobre Enrique, no se lo merecía. Y de verdad estaba angustiado.
Le dije que así no podía ir al piso. Que fuera a maquillaje, porque seguramente allí había dejado su saco.
Nervioso como estaba, se quitó el de Gustavo y en lugar de colgarlo en el perchero, lo dejó tirado sobre una mesa y se fue a maquillaje.
A los pocos minutos, lo ví en el aire, con su saco puesto. Como era de esperarse, lo había dejado en el perchero de la sala de maquillaje.
Cuando terminó el noticiero, Gustavo volvió a la redacción. Y lo primero que le llamó la atención fue que su saco estaba tirado sobre una mesa.
Yo, que seguía riéndome sin parar, apenas le pude explicar el incidente de Moltoni. Sammartino no se enojó. No era necesario. También él empezó a reirse.
Hace 21 años que estoy en Canal 9 y juro que nunca me reí tanto en la redacción como ese día. Todo gracias al saco "extraviado" de Enrique Moltoni.

martes, 16 de noviembre de 2010

LA LOCA DEL PALO



La chica de la imágen es sólo como referencia para lo sucedido madrugadas atrás con una mujer que ví frente a Canal 9, en la esquina de Dorrego y Cabrera.
Eran cerca de las 3.30 y yo venía de bajar del colectivo en Jorge Newbery y Conde, cuando ví de lejos a una mujer que caminaba apurada desde Dorrego y se detuvo en medio de la calle, frente a un restaurant llamado "El Timón, en ese lugar donde Cabrera pasa a llamarse Conde.
Me llamó la atención lo nerviosa que estaba. Daba la impresión, al menos de lejos, que hablaba sola. También llevaba un palo de un metro de largo en la mano y estaba vestida con un short. Le calculo unos 58 o 60 años.
Yo tenía que pasar más o menos cerca de ella, porque antes de entrar al canal, le doy de comer a un par de gatitos que están en un galpón sobre Dorrego, al lado de una carnicería.
La mujer parecía que esperaba un taxi. Sin embargo, cuando pasó uno, no lo tomó.
Empecé a creer que le "faltaban unos jugadores", cuando tomó el palo e hizo como si hiciera sonar una trompeta.
Ahí me dije: "sonamos, esta me ve y se me viene encima y me pega con el palo".
No sé si no me vió o no me tuvo en cuenta, pero pasé inadvertida.
No sucedió lo mismo con un hombre de entre unos 65 y 70 años, que venía por Dorrego, por la vereda del canal e iba aparentemente hasta la Avenida Niceto Vega.
Cuando lo vió, la mujer se fue hasta donde él iba pasando.
Yo hasta eso, había llegado al frente del galpón y les estaba dando de comer a los gatitos. Pero seguí atenta a lo que sucedía en la esquina.
Comencé a escuchar que discutían. Cada vez más fuerte. Sólo que no entendía lo que se decían. Esto porque soy un poca sorda del oído derecho.
Supongo que la mujer le pidió dinero y el hombre se negó. Es lo que se me ocurre.
Porque lo gracioso fue la reacción de la mujer.
Comenzó a pegarle con el palo y el pobre tipo gritaba: "¡Loca, loca, pará!". Eso sí me llegó a los oídos, porque gritó a toda voz.
La víctima empezó a correr y la mujer lo siguió. Iba detrás de él con el palo en alto.
Fue tan divertido, que sólo le faltaba la música de Benny Hill, para que se pareciera a una escena de película o de serie cómica.
El desafortunado cristiano se tuvo que esconder en un estacionamiento que está frente al Mercado de Pulgas y la mujer siguió con su palo en alto hasta la avenida. Allí la perdí de vista.
Me hubiese encantado haber tenido una cámara para filmarlo. Porque realmente fue desopilante.
Esto me hizo empezar la jornada de trabajo con un sonrisa. Todo gracias a la señora, o mejor dicho a "la loca del palo".

viernes, 12 de noviembre de 2010

QUIERO CREER QUE ES POSIBLE



Sólo por 24 horas quiero creer que mi teléfono no parará de sonar con saludos cargados de afecto.

Que abrazaré fuerte a mi mamá, a mi papá y a mis hermanos, a quienes tengo tan lejos, repartidos en distintos puntos del país.

Sólo por 24 horas quiero tener conmigo a mis gatitos ausentes...Pilito...Bambita...Chichi...que se me fueron delante de mis ojos, sin que yo pudiera hacer nada para salvarlos.

Por unas largas 24 horas quiero sentirme la más querida.

Quiero creer que fuí yo la que elegí vivir sola y no porque no me quedó más remedio, ante la falta de amor de las personas que amé.

Sólo por 24 horas quiero sentir el elogio de gente ligada a la Cultura, sin ningún compromiso conmigo, ni familiar ni de amistad, por lo que escribo en este blog.

Quiero creer que vale la pena el esfuerzo de dormir tan pocas horas por día para buscar y encontrar en varios medios del mundo y del país, noticias interesantes y sobre todo originales para difundir en el noticiero.

Sólo por 24 horas quiero gozar de un aumento saludable de sueldo para que más allá de pagar las cuentas y de ayudar a mi mamá, me alcance para arreglar todos los artefactos que tengo rotos y pueda vivir sin lujos, pero con dignidad.

Quiero que de una editorial de renombre me llamen para anunciarme que esperan con ansiedad la finalización de la novela para poder publicarla, la misma que sólo puedo escribir cuando estoy de vacaciones o tengo algún franco.

Sólo por 24 horas quiero saber que cuento con "una importante" suma de dinero para montar mi fundación dedicada a los animales abandonados: gatos, perros, caballos y todos los que necesiten comida y amor, en igual medida.

Quiero hacer una pequeña, no más, renovación de mi vestuario y calzado, gastados y deteriorados por el uso frecuente.

Sólo por 24 horas quiero verme joven, sin arrugas ni estrías, ni ojeras, ni adiposidades molestas.

Quiero cerrar mis oidos a las palabras cargadas de odio y de venganza, y sólo oir las más bonitas, relacionadas con el amor, la esperanza y la solidaridad.

Sólo por 24 horas quiero sentir un abrazo de oso, ese fuerte, de contención, en silencio, que hace muchos años que no recibo.

Quiero brindar (con agua porque detesto el alcohol) mientras pienso tres deseos ante una vela encendida.

Sólo por 24 horas quiero volver a jugar: al TEG, el Paddle, la Lotería, el Chin chon, el Diccionario, al fútbol, sí, al fútbol, y otros juegos, como lo hice con alegría con familiares y amigos.

Quiero reir y reir con mi gente, recordando momentos agradables e imitándonos mutuamente, como en los viejos tiempos, con mis hermanos y amigos que hace tiempo no veo.

Sólo por 24 horas no quiero usar el inhalador por el asma que ahora tengo por culpa del aire acondicionado de la redacción.

Quiero ver a River, mi querido equipo, que vuelva a jugar bien y gane para salir del pozo. Pero esto no sólo por 24 horas, lo extiendo sobre todo hasta el Superclásico y de allí hasta el final del Torneo Apertura.

Sólo por 24 horas, quiero dejar de lado la nostalgia y evitar llorar por los ausentes.

Quiero estar con los que quiero.

Sólo por 24 horas deseo sentir que soy enteramente felíz.

Nada más que por un día.

¿Por qué quiero todo eso en las 24 horas de un 13 de noviembre?.

Simplemente porque estoy cumpliendo 51 años y a pesar de estar sola y con muchas necesidades de cariño y algunas materiales, aún creo en las utopías.

P/D El video de Silvio de la portada es mi auto-regalo de cumpleaños. Pero sólo por 24 horas.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

EL ASALTO A CANAL 9





Se cumplen 15 años del día que una banda de delincuentes, disfrazados con pelucas, y con armas de fuego y granadas, entraron a robar a Canal 9.

En ese entonces, estábamos todavía en Gelly y Salguero, en el barrio de Palermo, y el dueño era Alejandro Romay.

No soy la única que cree que fue una entrega.

Ese día, 3 de noviembre de 1995, era la última vez que nos pagaban el sueldo en mano, en una ventanilla que quedaba en uno de los tantos vericuetos que tenía ese edificio.

Al mes siguiente, el pago se iba a hacer vía bancaria. Es decir que para los ladrones, era "un ahora o nunca". Y fue un "ahora".

El copamiento se produjo a pocos segundos de las 8 de la mañana.

Yo hacía apenas cinco minutos que había ido a cobrar y volví a la redacción, que quedaba a unos 20 metros de la entrada de la emisora, sobre el lado izquierdo.

Estábamos en plena producción del noticiero del mediodía, sacando los equipos a la calle para la cobertura de distintas notas.

Todo se desarrollaba de manera normal. No hacía mucho que teníamos a una nueva directora del informativo, Lucía Suárez, y estábamos en ese momento con la productora ejecutiva.

De pronto llegó a la redacción Jorge Carlos, uno de los editores, con el rostro pálido. Como estábamos acostumbrados a su carácter bromista, me llamó la atención, y le pregunté qué le pasaba.

Casi temblándole la voz dijo: "están robando en el canal".

Al principio no le creí, porque no entendía cómo había llegado hasta donde estábamos nosotros, sin que los delincuentes lo detuvieran.

"Sí, es verdad, están robando", volvió a repetirme.

Fuí hasta la puerta de la oficina y espié lo que sucedía en la entrada.

Era cierto. En ese momento, un tipo armado empujaba al personal que iba entrando y lo iba encerrando en la pequeña oficina de Seguridad, previo retiro de los celulares, que en esa época eran enormes y difíciles de ocultar.

Le dije a mis compañeros: "Tiene razón. Están robando".

Mi escritorio quedaba detrás de una pared, por lo que desde la puerta no podían verme. Quise aprovechar esa ventaja para llamar a la policía, antes que los delincuentes entraran a buscarnos.

Lo bueno es que pese a que los delincuentes habían cortado las líneas telefónicas del canal, como nosotros teníamos líneas directas, no nos había afectado.

Yo corrí hasta mi lugar, tomé el teléfono y me escondí debajo del escritorio para llamar a la Policía.

Mientras tanto, la productora ejecutiva, que parecía inmutable, hablaba por teléfono con Lucía Suárez, que estaba en su casa.

Por suerte, cuando marqué, me tocó una mujer policía que no dudó de mis palabras. Le dije: "están robando en Canal 9, mande urgente un patrullero, por favor". La chica me respondió: "ya le enviamos uno". Y corté asustada.

En ese momento, cuando me estaba reincorporando y ya había dejado el teléfono sobre el escritorio, entró uno de los ladrones, apuntándonos con un revólver y pidiéndonos que dejemos todo y salgamos de la oficina.

La productora, con "sangre de pato", le dijo a Lucía Suárez, como si nada: "te tengo que cortar porque nos entraron a robar". Y cortó. Del otro lado de la línea, Lucía no entendía nada.

Sin agredirnos, nos obligaron a entrar en la oficina de Seguridad, que hasta ese momento ya estaba llena de gente. Sobre todo de los empleados que habían entrado a las 8 y eran interceptados en la puerta, cuando iban a marcar la tarjeta de ingreso.

Una vez que sacaron al resto de personal que estaban en las oficinas y los llevaron al cuarto de Seguridad, nos pusieron varias granadas activadas, a punto de estallar, en el piso. Si alguno las tocaba, nos podía hacer volar por los aires.

Antes de ponerme a rezar, le comenté a los que tenía más cerca, que había alcanzado a llamar a la Policía y que en cualquier momento llegarían los efectivos al canal.

En ese interín, los ladrones se alzaron con el dinero de los sueldos, que aún no habían sido pagados. Se calcula que eran unos 600 mil pesos, que en esa época era mucha plata.

En medio de la tensión por estar en condición de rehenes, se produjeron algunas situaciones desopilantes con los empleados de la emisora.

Siempre se dice que en "los canales están todos locos". En esa oportunidad, hasta los propios ladrones deben haber pensado lo mismo.

En esa época, en el 9, había una señora muy mayor, Nieves, que bien podría haber estado en su casa gozando de una jubilación, con sus más de 80 años. Pero como ella era felíz en el canal, Romay le permitía la permanencia y le daba tareas por las cuales no tenía que hacer demasiado esfuerzo. Era la encargada de hacer todas las fotocopias que necesitaban sus compañeros.

Además, Nieves tenía su carácter. No cualquiera podía pasarle por encima.

El día del robo, la viejita se enojó con el ladrón que fue a buscarla a su oficina.

"Tiene que venir conmigo", le dijo el delincuente, mientras le apuntaba con un arma.

Y Nieves, lejos de sentirse amedrentada, le respondió: "¿Y usted quién es?. Yo no voy a ningún lado. De aquí no me muevo".

El hombre, que hay que reconocerle, tenía una gran paciencia, no sabía cómo convencerla que había un asalto en el canal y que ella tenía que seguirlo, para encerrarla con nosotros en el cuarto de Seguridad.

Cuando finalmente logró convencerla, Nieves también pasó a integrar el grupo de los rehenes. Pero no se privó de hacer un comentario, al pasar cerca de las granadas: "¿Y esto qué es?, por qué tiran las cosas en el piso?".

Otro de los protagonistas de esa tragicomedia fue Piero, un asistente de dirección.

El "Tano" era uno de los asistentes de la telenovela "Ricos y famosos", protagonizada por Natalia Oreiro y Diego Ramos, que era la única producción del canal que se grababa en los nuevos estudios de Dorrego al 1.700, donde estamos desde el '97.

El edifico estaba en plena refacción, para transformar en un canal de televisión lo que había sido un mercado de carnes, frutas y verduras.

Todos los empleados que estaban en esa producción, tenían que ir primero por Gelly, marcar la tarjeta y cargar con los libretos para los actores.

Ese día del robo, Piero, encerrado con todos en ese "cuartucho", les gritaba a los delincuentes que "se apuren", porque él estaba llegando tarde para las grabaciones de "Ricos y famosos".

Entre mis rezos por un lado, los silencios de varios compañeros por otro, y también las "locuras" de Nieves y de Piero, escuchamos de pronto varios disparos en la entrada del Pasaje, donde estaba enclavado el canal.

Había llegado la Policía y los estaba esperando a los delincuentes. Uno de ellos, que llevaba una peluca, fue acribillado por los efectivos, y otro resultó detenido.

Sin embargo, el que llevaba la bolsa con el dinero, junto a otros, al escuchar los tiros, cuando estaban por salir, decidieron ir hasta el fondo del canal para intentar escapar por otro lado.

Salieron hasta el patio, subieron al techo y consiguieron huir por el lado de la Avenida Figueroa Alcorta. Pero antes, dejaron varias granadas distribuidas en distintos puntos del edificio.

Cuando la Policía reparó que habían quedado delincuentes dentro del canal, comenzaron a buscarlos. Sin embargo, no pudieron detenerlos y la plata se fue con ellos.

Uno de los policías vino hasta donde estábamos encerrados y nos dijo que "ya había pasado todo", pero que debíamos salir a la calle, porque debía actuar la Brigada de Explosivos, para retirar la totalidad de las granadas que habían quedado activadas en el piso.

Antes pasé por la oficina para retirar mi agenda y alcancé a avisarle a los productores de los noticieros de América, que en ese momento eran amigos, y a los de Canal 7, que "habíamos sido asaltados".

Al rato, la puerta del canal se llenó de periodistas de todos los medios.

Del 9, la productora ejecutiva designó a Cristina Pérez para que hiciera la nota del asalto.

Por ser la persona que había llamado a la Policía, tenía buena parte del protagonismo y fuí la primera en hablar con ella. También el desaparecido periodista de Policiales de Canal 13, Enrique Sdrech, habló conmigo.

Después de haber pasado tanto tiempo del otro lado, mandando a cubrir distintos hechos policiales, era la primera vez que nosotros, los empleados de Canal 9, éramos el centro de la noticia.

Eso fue, hasta que llegó la información desde Córdoba, que había explotado la Fábrica Militar de Río Tercero.

A partir de allí, todos los medios, se abocaron a cubrir esa noticia, que era realmente trágica. Nosotros, a pesar de estar todavía shockeados por el robo, tuvimos que seguir trabajando como si nada hubiera ocurrido.

Como en ese tiempo, yo tenía a cargo todo el trabajo de los corresponsales del Interior, mi tarea fue conseguir lo antes posible, las imágenes del desastre en Río Tercero.

Recién, cuando volví a casa y pude despojarme de la tensión de la jornada, mi desahogo fue tirarme en la cama y no parar de llorar.

Ese había sido mi primer contacto con la delincuencia. Un debut que no fue despedida.
En este tiempo, en que los delincuentes perdieron los códigos. Que golpean, hieren y hasta matan sin motivo, debo reconocer que en el robo a Canal 9, ninguno de los empleados sufrió ningún maltrato. Y salvo a algunos que les quitaron el sueldo y los celulares, al resto, no nos sacaron nada.
Pero era el comienzo de un trato cada vez más cotidiano con la inseguridad, que ahora, con tanta continuidad, nos afecta y nos duele a todos.