miércoles, 31 de diciembre de 2014

"QUE SEA LO QUE DIOS QUIERA PARA 2015"






















Repetimos tanto la frase "Feliz Año Nuevo", que termina sonando con falsedad. Sobre todo cuando el destinatario no es de nuestro agrado, pero hay que hacerlo por compromiso.
Así son estas Fiestas de fin de año, con mucho de cinismo y poco de sinceridad.
Debo decir, aunque resulte molesto, que actúo como me dicta mi estado de ánimo.
Por eso para evitar que no estoy a gusto, porque me siento deprimida, prefiero el encierro y el silencio.
Esto fue lo que me sucedió en mis recientes vacaciones en Jujuy.
Me encontré con mi mamá muy enferma y eso me quitó toda posibilidad de reuniones y risas.
Me preocupé mucho por ella y más allá de estar todo el tiempo a su lado, a excepción de las visitas que le hice a mi papá, el paso obligado por el Supermercado y las Misas, no tenía ánimo para encontrarme con nadie.
Les pido disculpas a todas las personas que esperaron mi acercamiento y no lo hice. Espero que sepan entenderme.
La próxima vez que viaje trataré de remediar mi actitud tan antipática.
Me cuesta desear "Feliz Año Nuevo", prefiero reducirlo a "Feliz 2015". O en todo caso, como lo estoy tratando de expresar ahora, opto por desearles a todos salud, porque nada se puede hacer si se está enfermo.
También paz en la conciencia por haber elegido el bien en lugar del mal.
También fortaleza para hacerle frente a las adversidades.
Porque los astrólogos y tarotistas te podrán decir que vas a tener "un año maravilloso, con amor y dinero". Pero no te dicen que se te puede morir alguien muy querido, te van a despedir del trabajo, se te va quemar la casa, te van robar, te van a maltratar o la persona que quieres, te va a pegar una patada en el traste.
Asimismo, desearles que sepan perdonar las afrentas. Que sean menos egoístas. Que sean solidarios y generosos. Que amen a sus seres queridos, incluidos a sus animales.
Apuesto por mi familia, mis amigos, mis gatitos, mi River, mi trabajo, mis proyectos, mis sueños.
En lugar de los buenos deseos tan repetidos, prefiero desearles y desear para mí misma, que "sea lo que Dios quiera para este enigmático 2015"....pero si "es bueno, mucho mejor".

lunes, 29 de diciembre de 2014

PESEBRE EN LA PUERTA DE LA CATEDRAL DE SAN SALVADOR DE JUJUY




El nuevo párroco de la Catedral de San salvador de Jujuy sorprendió este año con un pesebre con figuras de tamaño natural en la puerta del templo. 
Las figuras tienen una pintura a prueba de agua, especial para los últimos días previos a la Navidad, en que en cinco días no paró de llover. 
Además del Niño Jesús, la Virgen María y San José, el Pesebre cuenta con fardos de alfalfa para los animales, ovejas, un asno, un cebú y para darle el toque autóctono, la presencia de las llamas. 
A las imágenes de estos animales del norte argentino, se agregan la figuras de tres coyas, aborígenes de esta zona, que también, simbolizando a los tres Reyes Magos, se acercan a rendirle homenaje al hijo de Dios. 
Tanto los lugareños como los turistas, aún bajo la lluvia, no pararon de acercarse a filmar, fotografiar y rezarle al Niño del Pesebre, ubicado en pleno centro de la ciudad de Jujuy.

jueves, 25 de diciembre de 2014

BENDICIONES A TODOS PARA ESTA NAVIDAD



Llego a esta Navidad tras un año con más buenas que malas y muy complicado al final.
Pero en fin, así es la vida. Con altas y bajas.
Lo importante es mantenerse fuerte y con fe que todo tiene solución.
La salud me jugó a favor. Tanto que pude sobrevivir al frío del aire acondicionado de la redacción de Telenueve y a las lluvias torrenciales con descenso de temperatura que nos tuvieron y nos siguen teniendo a mal traer a lo largo de todo el 2014.
A nivel profesional, llegué a los 25 años en Canal 9, que no es poca cosa.
A veces me pregunto si me "aguantaron" por ser una buena profesional o porque en los años que estuve postergada, fue tal la ignorancia de mi persona que se "olvidaron" de echarme.
Y así permanecí como si mi presencia fuera tan necesaria en el presente.
Más allá de las bromas, agradezco a las autoridades del canal y del noticiero específicamente, por permitirme seguir haciendo lo que más amo en el mundo que es el Periodismo.
Agradezco también lo que sucedió el día 25 de septiembre, cuando compartí con mis compañeros, con una torta rica y cuidadosamente decorada, que preparó la amorosa de Ale Maroto, ese aniversario tan especial para mí.
Del mismo modo que en 2013, lo mejor fue el sorteo que hice en la redacción porque unos estudios sobre un posible cáncer salieron negativos, este año, lo fue la celebración por mis bodas de plata en Canal 9.
Rescato del final la posibilidad de poder investigar sobre la vida de Griselda Blanco, la narcotraficante número uno del mundo, en cuya historia se inspiró la telenovela "La viuda negra", que dicho sea de paso, dista bastante de su verdadera realidad.
Me encantaron los informes que hice, gracias también al talento del editor Ariel Trasatta, a quien lo volví loco por la falta de imágenes para tapar lo que había escrito, porque cada día se hacía más difícil conseguir nuevas fotos y videos relacionados con su vida y su paso por la cárcel, en Estados Unidos.
Sólo espero continuar con estos informes en pocos días. Y si no, ya habrá otros proyectos para entusiasmarme como lo hice con "La Madrina", que lo llevé a mi casa la mayor parte del tiempo.
A nivel personal, me pude reencontrar gracias a Facebook, con mis queridas amigas Laura Galián y Celia Coronel.
Laura fue mi amiga y compañera en todo el Secundario, en el Colegio Nuestra Señora del Huerto, en Jujuy, aunque ahora, casada y con hijos, vive en Tucumán.
Y Celia, amiga de la infancia, a quien conocí cuando íbamos con mis padres y hermanos de vacaciones a Basavilbaso, en Entre Ríos, donde vivían nuestros abuelos maternos.
Asimismo, me reencontré con Angélica Bustos, una amiga que conocí gracias a un grupo de actores portorriqueños que trabajaron aquí en los años 80´ y ella les daba de clases de Gym en un Gimnasio, al cual yo también comencé a asistir.
Sé que tengo pendientes muchos reencuentros. Demasiados. Pero por el trabajo, cada vez se me hace más difícil. Pero prometo, al menos intentarlo este 2015.
En los últimos días prácticamente me "borré" del mundo. Pero tiene una explicación: mi mamá estaba enferma y me dediqué por entero a cuidarla.
Sólo le ruego a Dios por su recuperación definitiva. Es lo único que me interesa en este momento.
Las lágrimas que más derramé en el año fueron por las muertes de mi tío "Yiya", hermano de mi papá, un gran tipo y muy gracioso, a quien recordaré siempre con una sonrisa por sus chistes e imitaciones.
Y por Gustavo Cerati, a quien pese a no haber tenido trato con él, seguí con ilusiones su remota posibilidad de recuperación del ACV. También conmovida por el amor incondicional y la fortaleza de su mamá, Lilian Clark, quien estuvo siempre a su lado y mantuvo hasta el final la esperanza de su despertar.
A la hora del brindis, brindo por mis familiares: mi mamá, mi papá, mis hermanos, mis sobrinos, mis primos, mis tíos y cuñadas. Y mis amigos: Chiche, Alejo, Anita, Marisa, Matu, Estela, Eduardo, Marcelo, Alejandro, Gustavo, Antonio, Dany, María Gracia, Cristina, Lucía y por los que saben que también los quiero.
Brindo por lo que están y los que se "fueron de gira".
Brindo por River campeón dos veces en el año, uno de la Sudamericana, y por los triunfos ante Boca.
Brindo por los enfermos para que puedan salir de ese estado terrible.
Brindo por la paz en el mundo.
Brindo por el Papa Francisco para que Dios le de salud y sabiduría para continuar haciéndole frente a los males del planeta y seguir enseñándonos a ser mejores personas.
Brindo por una Argentina con trabajo, seguridad y gobernantes que sepan llevarla por el buen camino. Y que no se lleven nada a sus bolsillos.
Brindo por la gente solidaria.
Brindo por las mujeres golpeadas para que puedan liberarse de sus atacantes.
Brindo por los chicos maltratados, para que quienes ejercen violencia sobre ellos, tomen conciencia, se arrepientan y no vuelvan a golpearlos.
Brindo para que se acaben las guerras y el narcotráfico.
Brindo por el acuerdo entre Cuba y Estados Unidos, gracias a la maravillosa intervención del Papa Francisco.
Brindo por los animales. Los míos, los de mi mamá, los de mi tía, los de mis amigos, los de Canal 9 y por todos aquellos que necesitan un hogar.
Brindo por el amor de pareja, que aunque a mi me fue esquivo, celebro por quienes lo tienen.
Sé que me olvidé de varios brindis, pero no quiero extenderme demasiado y pido disculpas a los que merecieron estar en mi brindis y no los mencioné.
A esta altura, brindé tanto que cualquiera pensará que estoy borracha. Error. Brindo con jugo de frutas. Porque para brindar todo vale.
Feliz Navidad y que Dios los bendiga y los proteja...


sábado, 8 de noviembre de 2014

UNA VERGÜENZA: LE DAN CERVEZA A UN BEBÉ



Una verdadera vergüenza lo que sucede en Salta con un nene de no más de 2 años.
Un bebé.
Dos jóvenes, de quienes se desconoce el grado de familiaridad con el chico, le dan cerveza.
Las imágenes fueron filmadas en invierno.
El pequeño toma del pico y se desespera si no le dan más.
Esto significa que no es la primera que toma alcohol.
Tan chiquito y adicto.
Está rodeado además de unos irresponsables que también fuman marihuana a su alrededor.
No me extrañaría que de un tiempo a esta parte, ya le hicieron probar la droga.
¿Qué futuro se puede esperar para esa inocente criatura?.

jueves, 25 de septiembre de 2014

EL FESTEJO DE MIS 25 AÑOS EN CANAL 9

Sabía que el 25 de septiembre de 2014 iba a ser un día especial para mí, porque se cumplían 25 años de mi ingreso a Canal 9.
Lo que no imaginé es que iba a ser tan especial...

Como se trataba de una celebración que tenía que ver con el trabajo, la mejor manera de festejarlo era cumplir con mis tareas, como lo hago habitualmente.
Lo único diferente es que decidí convidar a mis compañeros de todo el canal, con unos tentadores y deliciosos bombones.
Pero la sorpresa estaba en manos de Alejandra Maroto.
Ale llegó cerca de las 10, cuando aún no había terminado "Telenueve a la Mañana".
Nos abrazamos como buenas amigas y yo seguí escribiendo la nota sobre los ciclistas cordobeses que visitaron al Papa, llevándole más de 60 mil cartas de chicos de todo el país, que iba a salir en la edición del mediodía.
Antes que terminara el noticiero, cuando estaban haciendo el pase con Ariel Rodríguez Palacios, mi amigo Alejo Rivera, anunció mi cumpleaños en el canal y tanto él como Daniel Navarro, Romina Lachmann y hasta Ariel, con quien no nos conocemos personalmente, me dedicaron un saludo.
Yo seguí con la rutina del mediodía.
Hasta que en un momento, una de las chicas me llamó, del otro lado de mi cubículo.
Le pregunté: "¿para qué?", porque sentía que con tantos saludos de mis compañeros, me iba a atrasar en mis tares.
Pero volvieron a insistir: "Vení que te queremos mostrar algo".
Pensando que se trataba de un algún video, me levanté.
Para ese entonces, todos mis compañeros comenzaban a acercarse.
Y allí me di con la hermosa torta, preparada por la propia Ale.
Tenía un 9 como decorado, uno dos y un cinco, para representar los 25 años, y una particularidad: era blanca  y roja, por mi fanatismo por River. Y una velita para que pidiera tres deseos y la soplara. Todos aplaudían y yo me emocioné.
Entonces me pidieron que dijera unas palabras. Y esto fue lo que me salió...



Después de los besos, abrazos y felicitaciones, que aumentaron mi emoción, Ale me dijo que Chiche Ferro, que no iba a poder estar presente, me había dejado un regalo.
Fuimos a la isla de edición de Alejandro Martín y me encontré con este video, una creación del genial Chiche..

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Los mimos hacia mi persona se cerraron con el saludo de Esteban Mirol, avalado por Marisa Andino, antes de terminar "Telenueve al Mediodía".
Abrumada por tantas muestras de afecto, que también se hicieron eco en Twitter y sobre en Facebook, no tengo más que decirles a todos: Mil gracias, los quiero y que Dios los bendiga, porque como lo dije en mi breve alocución, son parte de mi familia...

miércoles, 24 de septiembre de 2014

ESTOY DE CUMPLEAÑOS: 25 AÑOS EN EL NOTICIERO DE CANAL 9












Hoy es un día especial para mí.
Tan especial como que estoy cumpliendo 25 años en Canal 9, el 25 de septiembre de 2014.
Son 25 años sólo en el noticiero. “Nuevediario” primero, algunos nombres diferentes después y desde hace varios años hasta aquí, “Telenueve”.
Tanto tiempo que pasó y es como si hubiera sido ayer que llegué como un pollo mojado, con mi timidez a flor de piel pero a su vez muchas expectativas.
































Llegué dispuesta a iniciar una etapa nueva en mi vida periodística, la del ingreso nada menos que a la televisión y al noticiero que rompía récords de audiencia con un promedio de más de 38 puntos de rating.
Algo único e irrepetible, por lo menos hasta hoy.
Era el mayor desafío profesional de mi vida.
Venía ya con 11 años de periodista, pero con cierta inestabilidad. Había recorrido redacciones de diarios, revistas y hasta una agencia de noticias. Pero sólo en la última etapa, la de la revista “La Revista”, pude lograr una mayor permanencia.
Fueron cinco años, hasta que apareció el señor Enrique Torres, el cuñado de Andrea Del Boca, quien como lo había hecho dos años antes en la Editorial Perfil, decidió que yo “no debía seguir allí”.
Un tanto errante fue mi vida antes de Canal 9. Pasaba de un lugar a otro, hasta que el mandamás de turno me indicaba la puerta de salida.
Prácticamente vivía de las indemnizaciones. Magras en su mayoría, por el poco tiempo que estaba. Salvo cuando me fui de Editorial Perfil, donde además de la indemnización, le hice un juicio por “daños y perjuicios”, y lo gané.
Ese dinero me ayudó sobre todo para alquilarme un departamento y para dejar de vivir en pensiones. También para mis gastos personales, porque en la revista “Gente”, donde estuve una semana, no me gustó y me fui, y en “Siete Días”, donde sí me sentí a gusto, el sueldo no era demasiado.
Con esos antecedentes, nunca imaginé que iba a durar tanto en Canal 9.
Para mí es increíble haber llegado a las Bodas de Plata, porque no fue fácil. Nada fácil.
Me pasé los 25 años rindiendo pruebas todos los días. Lo sigo haciendo. Y al parecer nadie se dio cuenta hasta ahora que no tengo talento.
Con lo único que cuento es con una enorme voluntad de trabajo, mucha responsabilidad y con saber disfrutar de lo que hago.
Doy gracias a Dios que puedo vivir de lo que me gusta, ya que sé que hay mucha gente que no lo puedo hacer y debe ir todos los días a cumplir con una tarea que le produce desagrado.
Sabía que iba a ser difícil estar dentro de Canal 9 y no como una periodista que iba casi a diario a entrevistar a los artistas y a recabar “chismes de la farándula”.
 Alejandro Romay me iba a pagar el sueldo por mi tarea.
 ¡Guau!.
 Muy fuerte eso de trabajar para “El Zar” de la televisión, un hombre al que muchos, sobre todo los actores a los que les dio trabajo y popularidad, le estaremos siempre agradecidos.
Después de un otoño y un invierno horribles de ese año 1989, donde en principio me echaron de “La Revista”, luego vino la agonía y muerte de mi abuelo materno, el 5 de septiembre, y un novio que se fue con otra, llegó el llamado de Horacio Larrosa, el director de noticias de “Nuevediario”.
Como ya lo conté en otra oportunidad, a Larrosa lo había entrevistado con su hijo Leandro en febrero de ese año para “La Revista”.
 Los presenté como el productor del noticiero más exitoso de la Argentina y a Leandro, en ese entonces con 16 años, como el corredor de Motonáutica más joven del mundo. Era el copiloto de Daniel Scioli.
Fue una nota que le debo y le voy a agradecer toda mi vida a Matu O’Connor, una persona maravillosa, en ese momento jefa de Prensa de Canal 9, quien me conectó con Larrosa.
Ese día de la entrevista, en una lancha en el Delta, con todos los trofeos de Leandro, Horacio, a quien le había gustado mi producción, me preguntó si me gustaría trabajar en televisión. Le respondí que “me encantaría”.
Mi pidió el teléfono porque era posible que me llamara.
Yo lo sentí como un cumplido. Qué me iba a llamar a mí, una persona sin experiencia en los medios audiovisuales. De modo que me olvidé de la promesa.
Hasta que el jueves 21 de septiembre, me sorprendió la llamada de Graciela, la secretaria de Larrosa, anunciándome que su jefe quería hablarme.
Horacio me recordó la nota con Leandro que tanto le había gustado y luego me dijo que había una vacante en producción de “Nuevediario” y si estaba dispuesta a aceptarla.
No le dije que no tenía trabajo. Simplemente le respondí que “sí” y le agradecí que se acordara de mí. Me pidió que fuera a verlo al día siguiente.
Todo fue muy rápido.
Me presentó a los que iban a ser mis compañeros, que me miraban extrañados porque no sabían quién era yo y cuánto peligro podía representar para ellos.
Y después me envió a Personal para llenar todos los papeles, porque el lunes 25 iba a empezar a trabajar como personal fijo en Canal 9.
Llegué en un momento de mucho jolgorio en el noticiero, porque la semana anterior había salido una nota en la revista “Gente”, escrita por Marcela Tauro, donde se destacaba el éxito de “Nuevediario” y cómo trabajaban todos en la producción para conseguirlo.
Mis nuevos compañeros estaban encantados con aparecer en las fotos de la revista.
Lo que primero me llamó la atención era el lugar tan pequeño e incómodo que tenía uno de los programas estrella de Canal 9.
Más que una oficina era un altillo, en un primer piso cerca del patio, con una mesa en el medio, donde estaban los teléfonos y donde estábamos todos apretujados. Y detrás, estaba la oficina de Larrosa, donde estaba el único televisor que tenía el noticiero.
Es decir, que cuando había algo importante, como los partidos de Argentina en el Mundial, todos nos amontonábamos a verlos con él.
En ese espacio reducido, codo con codo, y soportando el humo de los fumadores, ya que todavía Romay no había impuesto la prohibición de fumar en el interior del canal, atendíamos las denuncias de la gente, que luego iban a ser las notas exclusivas con las que rompíamos el molde.
Porque los demás canales se prendían a nuestras notas.
Tuvo que pasar bastante tiempo para que nos mudaran a una oficina más cómoda.
El trabajo era muy duro, porque tuve que aprender sobre la marcha cómo actuar para no desentonar con esta gente con tanta experiencia.
Al principio, Larrosa me dijo que eligiera yo la hora que quería entrar, pero me sugirió que fuera alrededor de las 9.
Creo que sólo el primer día entré a esa hora, porque me di cuenta que para estar a tono con el éxito y con mis compañeros, que lo hacían más temprano, entré el martes a las 8 y después empecé a hacerlo a las 7.
En esa época sólo había dos noticieros, el del mediodía y el de la noche. Y para que fuera diferente a los demás, había que dedicarle bastante tiempo.
Se sabía la hora que se entraba, pero nunca la de salida.
Horacio no te pedía que te quedes hasta las 21, cuando terminaba el noticiero de la noche. Podías irte a las 18 o 19, si lo que te habían encargado, estaba hecho. Pero cuando había notas que llegaban a último momento y eran de mi responsabilidad, no me movía hasta que salieran al aire.
Virginia Quijada era la encargada de las notas que venían, vía coaxil, desde el interior. Pero ella odiaba esa tarea. Prefería quedarse en la mesa, con los teléfonos y compartiendo charlas con los otros productores.
Por eso, lo primero que hizo fue enseñarme el trabajo a mí para sacárselo de encima.
Me puso en contacto con los corresponsales, en su mayoría, los canales que Romay tenía en el interior. También con la gente de Servicios Especiales de ENTEL, que luego pasaron a ser Telefónica y Telecom, tras las privatizaciones, y eran los que nos vendían los horarios para recibir los distintos envíos.
Y por último, me llevó al Control Central con un U-Matic, para grabar el material, que luego debía acercar a edición para que se edite como nota.
Por ser del interior, no me costó aprender y ponerme en sintonía con lo que quería Larrosa: muchos incidentes, escándalos, crímenes, cataclismos naturales y todo aquello que hiciera ruido y despertara la atención de los televidentes.
Horacio llegó a llamarme en algún momento “ministra del Interior”, porque trataba de que no se me escapara nada de lo que sucedía en las provincias y eso que no había internet.
A los corresponsales que había, mi jefe me autorizó a contratar más gente en los lugares estratégicos. Por ejemplo, en Jujuy, donde había un gran conflicto social liderado por el “Perro Santillán”. Y en Neuquén, donde tampoco faltaban los problemas, sobre todo en el sector docente.
Así se sumaron respectivamente Pablo Ponce, quien luego abandonó para asumir un cargo político y los Martínez, Osvaldo y Susana, padre e hija.
Tanto a ellos como a los que estaban y los que se fueron sumando, los entrené desde Buenos Aires, para lograr las mejores coberturas. Y lo lograron.
Me hice amiga de los corresponsales. Lo único que les pedía era que cumplieran con su trabajo, que yo me encargaba de defender sus intereses en el canal.
Hasta que me sacaron de ese puesto, los hice ganar dinero, que no era más que lo que les correspondía. Y cuando a veces hablamos por teléfono, siempre me lo recuerdan.
Necesitaría escribir un libro para contar lo vivido, disfrutado y sufrido en 25 años de labor ininterrumpida.






































Vi pasar la historia de la Argentina: desde Carlos Menem a Cristina Kirchner.
Y en lo referente al noticiero, que cambió tantas veces de gerente, vi pasar a varios profesionales. Algunos que se fueron, siguieron creciendo en otros medios. Otros se quedaron en el olvido, porque en su mayoría, decidieron alejarse de la locura de la televisión.
Vi la llegada de Gillermo Andino, “Guille Bonito”, como lo bauticé, quien sólo tenía la corta experiencia en Canal 13, tras la muerte de su papá, Ramón, un gran profesional.
A Guille como a su hermana, Marisa, que vino años después, y actualmente conduce las ediciones del Mediodía y la Central, los conocía por las notas que les había hecho en familia a su padre.
Para él, tan chiquito, que venía un poco asustado, fue un alivio ver en mí a una “cara conocida.
Guille fue elegido para hacer una dupla joven y linda con Mabel Marchesini, una cordobesa que Romay y Larrosa descubrieron en una brillante cobertura que hizo en un canal local, de una masacre en su ciudad, Río Cuarto.
La pareja pegó fuerte en “Nuevediario”. El televidente los adoptó.
Siempre fue admirable el talento, tanto de Romay como de Larrosa, para sacar figuras de la galera. Así como Romay “inventó” a Raúl Taibo, Natalia Oreiro, Carolina Papaleo, Daniel Fanego, Luisa Kuliok, Gabriel Corrado, Marco Estell y una cantidad interminable de actores, Larrosa lo hizo en el rubro periodístico.
Corzo Gómez una vez golpeó con su mano en el escritorio, como la respuesta de la gente fue inmediata, de allí le pidió que lo siguiera haciendo para darle énfasis a su defensa de los jubilados.
A José De Zer lo convirtió en la estrella del noticiero.
A él se le encargaban los mejores reportajes, como en el caso de Carlos Monzón, en prisión, tras la muerte de Alicia Muñiz. Y también lo puso al frente de las historias fantásticas de OVNIS, gnomos, fantasmas, que él mismo terminaba creyéndolas verdaderas.
Chicho Verdi, con sus relatos, hizo de la Motonáutica un deporte conocido. Chicho relataba como si estuviera a bordo de otra lancha, pero lo hacía sobre las imágenes, en el canal.
Hasta que una cruel enfermedad lo llevó a la muerte, también se destacó como periodista de Policiales. Se hacía amigo de los comisarios y los acompañaba a los operativos.
Otro personaje de Policiales era Julio César Caram, que cuando los policías trasladaban a los delincuentes, les acercaba el micrófono para obligarlos a confesar “por qué habían matado a tal o cual persona”. Los “chorros” lo odiaban.
También Cristina Pérez surgió en Canal 9.
Llegó de Tucumán siendo una “nena” de 18 años. Y no fue Romay, tucumano como ella, quien la trajo, tal cual muchos creen.
La intrépida Cristina se largó sola para hacer una prueba en Canal 9, porque desde los 14 años venía conduciendo un noticiero en Tucumán y quería crecer en Buenos Aires. Y le fue más que bien.
Sin embargo, su primera gran nota en el exterior, no la pudo hacer.
En 1993 hubo un trágico accidente con jubilados argentinos en Brasil y Larrosa decidió que viajara ella. Pero como era menor de edad y no tenía a sus padres cerca para que autorizaran su salida del país, tuvo que quedarse. En su lugar, Horacio envió al productor ejecutivo, Gustavo Siegrist.

También vi el ingreso de quien es hoy mi gran amigo, Guillermo Ferro.
Luego de una cola interminable, porque buscaban a columnistas deportivos, Chiche, que tenía el pelo largo y se hacía una colita, fue uno de los elegidos con Daniel Fernández, Guillermo Favale, Eduardo Bolaños, Fernando Salceda y Javier Tabárez, todos periodistas que hoy triunfan en noticieros, radios y programas deportivos.
Con el tiempo, los fueron despidiendo y el único que se salvó fue mi amigo, el gran creador de “las perlitas del fútbol”, un clásico en el noticiero.

Daniel Navarro, conductor indiscutido de “Telenueve a la Mañana”, va a cumplir también 25 años en el canal, pero recién en diciembre.
Ingresó como ayudante de cámara.
Era un chico muy tímido, que nadie podía imaginar que se iba a animar a estar frente a las cámaras. Pero a la par de su trabajo en la calle, comenzó a estudiar Locución y le puso tanto empeño, que cuando fue a hacer notas y luego cuando asumió como conductor, nos sorprendió a todos por su profesionalismo.
Graciela, la secretaria de Larrosa, se fue un día, y en su lugar ingresó Antonieta Lufrano, Antonia, o simplemente “La Tana”, una divina, buena amiga, divertida, con la que pasé momentos memorables de carcajadas y confesiones.
A estas fiestas de risas se sumaba Pedro Talarico, conocido como Manuel Calderón, cuando asumía el rol de cantante.
Con Pedro, también inventamos los mediodías de relajación.
Después del noticiero, nos encerrábamos con todos los que quisieran participar, en el control de “Nuevediario”, a bailar “La gota fría”, de Carlos Vives.
Mientras tanto, Rodolfo Bebán y Gerardo Romano, que hacían “El precio del poder” en Canal 9, trataban de espiar por la ventanita del control, para saber a qué se debía tanto bochinche.
Otro que trajo un método de relajación para aliviar las tensiones del noticiero, fue Luís Grimaldi. Aunque esto sucedió mucho tiempo después.
Luís, después de entrevistar a una especie de “Guazón” por su boca grande y abierta de par en par, trajo la Risoterapia.
Nos encerrábamos en una oficina a reírnos a carcajadas. De nada en especial. Pero lo hacíamos para liberar endorfinas. Y doy fe que daba resultado.
Cuando Larrosa se fue del noticiero, nunca supe el porqué, Gustavo Siegrist, su mano derecha, decidió irse por su cuenta, en lo que considero una de las mayores muestras de lealtad de la que tengo conocimiento.
Ya en esa época, con Gustavo habíamos logrado limar asperezas. Porque al principio la relación había sido muy tensa.
Como llegué de la mano de Larrosa, tal vez él temía que yo me quedara con su puesto.
Cuando se dio cuenta que nunca fue ese mi objetivo, comenzó a valorarme como persona y como profesional.
También fue inmejorable mi trato con él, cuando estuvo unos meses entre fines del año pasado y principios de este, a cargo de la gerencia de “Telenueve”. Siempre habló maravillas de mí y se lo agradezco enormemente.
Después de Horacio, nada fue igual en el noticiero.
Empezaron los tiempos de zozobra, donde no se sabía si ibas a ser la próxima cabeza por caer.
Yo creo que me salvé por haber estado en Satélite.
Como era un lugar que nadie quería, la única que sabía hacerlo era yo. En consecuencia, mi tarea era necesaria.
Siempre había algún acontecimiento en el interior al que había que cubrir. Y yo estaba siempre atenta para conseguir el material.
Hasta tanto consiguiera un gerente de noticias experimentado, Romay decidió poner a cargo del noticiero al jefe de personal, que dicho sea de paso, no tenía idea de nada del rubro periodístico.
Yo tuve un conflicto con Adrián Amenábar, que por poco me cuesta el puesto.
Un día necesitaba irme más temprano, no recuerdo el motivo. Pero debe haber sido importante, de lo contrario no me iba.
Justo en el momento que estaba por salir, me pidió una nota, le dije que “no podía”, porque “tenía que irme”. No me dijo nada y me dejó que me marchara. Sin embargo, a partir del día siguiente, me quitó todas las horas extras como castigo.
No sé cuánto tiempo tenía previsto afectar mi economía. Pero un hecho de sangre que afectó a un compañero del noticiero, hizo que todo volviera a la normalidad en menos de una semana.



En mayo de 1997, había un violador que tenía en jaque a las mujeres de una zona de José León Suárez, y yo, que estaba en la mesa, lo mandé a Guillermo Galván con Graciana, la cronista, a cubrir la nota.
En medio de la entrevista con el comisario, frente a la Comisaría, a un policía, que estaba en el interior de la dependencia, se le escapó un tiro y fue a darle en el tórax a Galván.
Desde ese instante, el tema del violador quedó de lado. Guillermo se convirtió en el centro de atención de todos los medios.
La noticia del día fue él.
“Crónica” nos prestó las imágenes del momento en que nuestro camarógrafo se tomaba el pecho y sus colegas intentaban ayudarlo. Y a eso le sumamos las imágenes que el propio Galván había alcanzado a filmar, dejando incluso la cámara encendida en el suelo, antes de desplomarse.
Ese día, en que yo me sentía culpable por haberlo enviado a José León Suárez, Amenábar decidió levantarme la pena y volví a tener horas extras.
Después fui con mis compañeros al Hospital donde estaba Guillermo. Y tuvo que ser él mismo quien me tranquilizara y me quitara la responsabilidad por lo sucedido, porque consideraba que había sido una fatalidad.
De todos modos, recién me sentí tranquila, cuando los médicos dijeron que estaba fuera de peligro. Con más de dos décadas de noticiero, hubo varios hechos desgraciados que me provocaron lágrimas, temor y preocupación.
Entre ellos, la muerte de Rodolfo, un ayudante de cámara.
Fue a Rosario a cubrir una carrera de autos, con un camarógrafo y un cronista, que no recuerdo quiénes eran.
En un momento en que se estaban haciendo las pruebas de clasificación, una de las ruedas de un auto voló por los aires y fue a dar a boxes, donde en ese momento se encontraban los periodistas.
Sin posibilidad de reacción, la rueda le dio en la cabeza a Rodolfo y lo mató. Fue terrible.
Otro fue el asalto a Canal 9, en la vieja sede de Gelly y Salguero, el 3 de noviembre de 1995.
Ese día nos tuvieron de rehenes rodeados de granadas, mientras los delincuentes se alzaban con el dinero de los sueldos.
Era la última vez que nos pagaban en el canal, ya que el próximo mes íbamos a cobrar en el banco. Todo hizo suponer que fue una entrega.
Antes que nos encerraran en la oficina de seguridad, yo alcancé a llamar a la Policía.
Hubo un tiroteo en la puerta, cuando los delincuentes se escapaban disfrazados con pelucas, y uno de ellos murió.
Canal 9 fue noticia. Todos los medios vinieron a entrevistarnos.
Cristina Pérez me hizo la nota para el noticiero, por ser una suerte de “heroína”.
También hablé con el “Turco” Sdrech, de Canal 13. Y lo hice con una ingenuidad que me habría podido condenar a la muerte.
Pero a media mañana, nos enteramos de las explosiones en la fábrica militar de Río Tercero, y el robo a Canal 9, quedó en un segundo plano.
Todos pusieron su interés con lo que pasaba en Córdoba. Incluidos, nosotros, que no pudimos asimilar lo que nos había sucedido y desde el bar de al lado, con el teléfono celular de Claudio Rígoli, comencé a llamar a la corresponsal para que se ocupe de cubrir lo ocurrido en Río Tercero.
De alguna manera, la tragedia de Río Tercero, me salvó de una represalia de los cómplices y allegados al delincuente que mataron.
Canal 13 me sacó al mediodía a cara descubierta. Pero a la noche, estaban tan metidos con el caso Río Tercero, que no repitieron mi nota y al día siguiente tampoco.
En nuestro noticiero, salí, pero con el rostro tapado. Y también, como el resto de los noticieros, la tragedia de Río Tercero, ocupó la mayor parte de “Nuevediaro”.
A la gestión de Amenábar, le siguió la de Lucía Suárez.
Venía con seis premios Emmy bajo el brazo de la TV de Estados Unidos, donde había trabajado 20 años en la Cadena NBC. Y los elogios por el programa de investigación, “Edición Plus”, de TELEFE, que luego fue reconocido con un Martín Fierro.
Se instaló con una soberbia repugnante, contagiada a su grupo de colaboradores. Salvo Lana Montalbán, que era amorosa.
En la primera reunión que tuvimos con ella, quedó en evidencia que tantos galardones le quedaban un poco grandes. Al menos en Argentina.
A todos nos fue preguntando cuál era nuestra tarea. Cuando le dije que me ocupaba sobre todo de las notas del interior, me dijo: “el interior no existe”.
No le hice ninguna objeción. Simplemente esperé que la realidad le hiciera abrir los ojos. Y ésto no tardó en producirse.
Al día siguiente hubo unos incidentes muy graves en las calles de la ciudad de Córdoba. Y Lucía no tuvo más remedio que bajar la guardia y pedirme que me comunique con la corresponsal de entonces para que nos envíe toda la cobertura.
Ahí tuvo que aceptar que el “interior sí existía”.
Sin embargo, no se echó atrás con su intención de borrar de un plumazo el “estilo Larrosa”. El estilo del “teatro de la vida”, como lo denominaba Horacio.
Su primera medida, al respecto, fue despedir al locutor Juan José Maderna, porque su voz estaba demasiado identificada con el popular “Nuevediario”.
Me pareció una injusticia, pero nada se podía hacer. Además de muy buen profesional, había sido un gran compañero.
 Pero esas “purgas” de personal sucedieron en todos los cambios de gerente del noticiero.
Eduardo Cura fue el mayor verdugo de los que alguna vez fueron mis compañeros.
Pese a su hablar pausado y apenas audible, despidió en un día a 14 personas, en lo que yo bauticé como “la masacre del noticiero de Canal 9”.
Mientras los “perdonados” seguíamos con nuestras tareas habituales, en la puerta del edificio de Dorrego al 1700, en Colegiales, donde ya nos habíamos mudado, varios compañeros se encontraban con la prohibición de ingresar y eran enviados a entrevistarse, en otro lado, con el abogado de la empresa que les anunciaba las cifras de sus respectivas indemnizaciones.
Un tiempo antes se había incorporado Marcelo Antín, con quien desde el principio tuve buena onda y aún la conservo, pese a que ahora es el gerente de noticias.

Con Cura llegaron Anita Stollavagli, una persona adorable que quiero mucho y una excelente periodista, y Andrea Duplaá, también encantadora y excelente profesional.
En ese tiempo hasta hubo piñas entre dos periodistas con las iniciales M.C. y M.D. en el baño de mujeres, disputándose el amor del señor, que era casado.
Alejandra Maroto, otra de las amigas que me hice en el noticiero, ingresó en su momento como editora, luego pasó a ser archivista y terminó siendo una productora extraordinaria, a quien también Giménez Zapiola premió con el ascenso a redactora.
A Ale le debo haberme acompañado en un momento en que tenía un problema de salud. Y lo hizo por propia voluntad, por lo que su actitud solidaria es por demás meritoria.
Así como cambiamos de gerentes, también el canal pasó a distintos dueños.
Alejandro Romay se lo vendió a un grupo australiano, después fuimos de TELEFONICA, más tarde lo compró Daniel Hadad y por último, hasta el presente, pertenecemos al empresario mexicano Remigio Ángel González González, a quien todavía no tuve el gusto de conocer, y a un grupo de empresarios de Argentina.
Cuando Canal 9 adoptó el nombre de “Azul Televisión”, como si el dueño fuera Cristian Castro, la gerencia de noticias estaba a cargo de Ricardo Cámara.
En esa gestión llegó Emilio Giménez Zapiola, quien fue al principio productor ejecutivo y años más tarde asumió la gerencia de noticias.
Con Emilio tuvimos un punto de encuentro en el amor por los animales. Pero nos enfrentamos por algunas actitudes xenófobas hacia mí “por ser jujeña”, que terminaron cuando lo amenacé con denunciarlo en el INADI.
Pero voy a reconocer y a agradecerle con todo mi corazón, que el año pasado me haya elegido como una de las personas que ascendieron a redactores.
Eso para mí fue muy sorprendente, porque yo me sentía una especie de “Cenicienta”, sin príncipe ni zapatito de cristal. Sólo una “fregona con su zapallo”, a quien se tenía postergada.
También llegó en la misma gestión de Cámara, Norberto Landerreche.
Con el “Vasco”, por tener amigos en común y por estar en la misma sintonía de “divertirnos trabajando”, la pasé muy bien.
Los mejores momentos los teníamos los sábados, ya que él producía los noticieros del fin de semana y ese era el día que me tocaba trabajar a mí.
Sin abandonar nuestras tareas, nos tomábamos algunos minutos para jugar al fútbol y para bailar en la redacción.
“El Vasco” como Talarico, cada uno en su tiempo, fueron los compañeros con los que más me divertí y aún extraño.
Cuando Daniel Hadad compró Canal 9, también trajo a su gente, que distribuyó en lugares estratégicos.
Con algunos me llevé bien, con otros más o menos, y con otros nos ignoramos mutuamente.
Durante ese mandato se produjo la tragedia de Cromañón. Y aunque muy pocos lo hayan advertido, se cometió un error garrafal, por capricho o ignorancia. No lo sé.
Yo acababa de volver de vacaciones y el 31 de diciembre de diciembre de 2004, pocas horas después del incendio en el boliche, me reincorporé a mis tareas.
Como es mi costumbre de levantarme el día anterior para entrar a la madrugada, me sorprendió al ver que todos los canales a la medianoche estaban en vivo en Once. Y en el noticiero de Canal 9, el incendio no existía, pese a la enorme cantidad de víctimas fatales y heridos que había.
No consulté qué es lo que había sucedido.
Venía de estar ausente y por ahí era una nueva directiva.
No era una nueva directiva.
Poco tiempo después me enteré que una persona a cargo había dicho: “Para qué vamos a mandar un móvil a ese boliche lleno de negros de mierda”.
Lo cuento ahora porque el tema prescribió y a nadie se lo va a sancionar por eso.
Después sí, llegó Patricio Malagrino, loco como de costumbre, y empezaron a convocar a todos los cronistas y camarógrafos para que fueran a cubrir notas en el lugar y en los hospitales.

En 2003 se incorporó en el noticiero Alejo Rivera, que había llegado antes al canal, en el año 2000, para la transmisión de los Juegos Olímpicos en Sidney.
En un principio creí que venía con toda la intención de quedarse con el puesto de columnista de Deportes de Chiche Ferro.
Hasta le advertí a mi amigo que se cuidara de él porque me daba la impresión de ser un “Pac –Mac”, dispuesto a “comérselo”.
Pero me equivoqué de aquí a Australia, ya que hablamos de Sidney.
 Alejo no sólo resultó una excelente persona, que apreciaba a Chiche y no pretendía su lugar, sino que nos hicimos muy amigos.
Y esto que cuento, fue él el primero en enterarse y nos reímos siempre de eso.
En 25 años, hay tantos datos, anécdotas, situaciones, nombres, que me quedan afuera.
Pero traté de hacer una síntesis, aunque no se note, de lo más destacado.
Lo bueno y lo malo.
De todos modos, voy a mencionar a grandes rasgos y además de los que ya incluí en mi relato, a los periodistas, conductores, productores, camarógrafos y otros integrantes de la redacción que recuerdo con afecto: Silvia Fernández Barrio, el “Cholo” Lasalle, Juan Carlos Pérez Loizeau, Claudia Cherasco, Karim Cohen, Enrique Moltoni, María Muñoz, Alejandra Higa, Mariana Dahbar, Guadalupe Longar, Mauricio Baratucci, Mónica García Rey, Alicia Schejtman, Heber Abálsamo, Mario D’Andrea, Anamá Ferreyra, Daniel Fernández (pese a nuestra feroz rivalidad por ser él de Boca y yo de River), Jorge Gaetano, Teresita Ferrari, Rolando Vera, Carla Gentile, José De Zer, y tantos más que brindaron su amistad y que aportaron para la historia del noticiero.
De lo malo, traigo a la memoria, haberme enfermado de asma y estar al borde de la muerte, si no me internaban de urgencia.
También cuando me apareció una dureza en un pecho y hasta que no tuve el resultado de la punción, no descarté la posibilidad de un cáncer.
Por ese resultado negativo, decidí hacer un sorteo de 30 premios, entre todo el personal del noticiero, incluida gente de técnica, para “celebrar la vida”.
Fui muy feliz ese día por ver felices y sorprendidos a mis compañeros con sus premios.
La misma felicidad que me produce todos los días, cuando les convido un té, al mediodía.
Otro acontecimiento malo fue cuando un delincuente intentó asaltarme a la madrugada y me clavó un puñal en el brazo. Más allá del susto, que aún conservo desde hace cuatro años, la herida no fue grave.
Fue feo cuando me mandaron a trabajar los domingos, justo el día que yo iba a Misa, y debía quedarme sola toda la mañana en la redacción y soportando el frío del aire acondicionado.
También cuando a principios del año pasado, me hicieron reemplazar al compañero que estaba a la noche.
Debía entrar a las 21 e irme a las 5. Sufría horrores, porque no era lo mismo salir esa hora a la madrugada, que irme.
No podía escribir, que es lo que más amo. Y tampoco aportar las notas que sumo día a día.
Me sentía ignorada, despreciada y castigada, porque fui a la única mujer a quien le tocó hacerlo.
Otro aspecto negativo fueron los desplantes de algunos compañeros que ascendieron “pisando” cabezas y maltratando a quienes los rodeaban.
Aquí me detengo en un compañero (#) que llegó como editor, luego pasó a productor y terminó siendo productor ejecutivo.
Varias veces me discriminó, tratándome de “negra de mierda”. Gratuitamente.
Sólo para hacerme daño.
Hasta que un día me harté.
Pese a que es alto y grandote, un mediodía en que no había casi nadie en la redacción, después de un insulto, me paré delante de él y le hablé desafiante mirándolo a los ojos.
“¿Querés pelear?. Vamos afuera a pelear, porque aquí están las cámaras…”
Se quedó mudo. De todas maneras, si hubiera aceptado el convite, aunque más no fuere, le hubiese dado una patada en los huevos.
Pero eso sí, nunca más me molestó. Tampoco nos reconciliamos, porque jamás me pidió disculpas. Entre lo agradable, elijo a los gatos del canal, tanto los que alimenté cuando estábamos en Gelly, y los que sigo dando de comer en Colegiales.
Esos animales, al igual que los que tengo en casa, son parte de mi vida.
Haber cubierto fútbol los fines de semana, sobre todo en la época dorada del River de los 90’.
Y en la época del Mundial de Francia, en 1998, compartir con mi amigo, el camarógrafo Alejandro Labrone, los partidos con los familiares de algunos jugadores de la Selección Argentina.
Y en el día de la final entre Francia y Brasil, viajar a Lobos para ver el partido con los familiares de David Trezeguet, estrella del equipo azul, pero en definitiva, un francés con corazón argentino.
Las pocas fiestas que pude compartir con mis compañeros y acompañar al equipo del noticiero en el campeonato interno de fútbol del canal, en 2004 y 2005.
Me autoproclamé la aguatera del plantel y apoyé el “talento” en la cancha de, entre otros, mis amigos Chiche Ferro, Alejo Rivera y Claudio Rígoli.
Lo que disfruto también es cuando las notas que traigo de mi búsqueda nocturna en casa, se convierten en casos importantes de uno o más días.Por ejemplo, el caso de Paola Acosta y su beba, cuando habían desaparecido en Córdoba.

Así llego a los 25 años en el noticiero.
Con el mismo entusiasmo, la voluntad de trabajo, la cabeza abierta para aprender todos los días algo nuevo y con la humildad de no creerme mejor que nadie.
El día que deje de actuar de esa manera, es porque me volví “gagá”. Y renuncio.
Gracias a Dios, a mi familia y amigos, que descuidé por el trabajo, y a todos los que me dieron una mano para llegar a donde estoy.
Le pido prestada la frase a Gustavo Cerati…¡Gracias, totales…!!!

(#) Aclaro que retiré el nombre de la persona, a pedido suyo, ya que afectaba su trabajo actual. No está en mí hacerle daño a nadie. Sólo conté la verdad, pero si a alguien le afecta, que me lo haga saber...

jueves, 4 de septiembre de 2014

GRACIAS, TOTALES, GUSTAVO...LLORAMOS TU PARTIDA...






















No me voy a subir al caballo triunfal de decir que fui una fanática de "Soda Stéreo" desde la primera hora, porque no es verdad.
Su estilo de vanguardia, no me atraía demasiado. Yo estaba con la música de Charly García y "Serú Girán", Luis Alberto Spinetta, León Gieco, Los Abuelos de la Nada, la Trova Rosarina con Juan Carlos Baglietto a la cabeza y algunos más de la vieja escuela del Rock Nacional.
Pero la primera vez que le presté atención a la música de la banda de Gustavo Cerati, fue cuando escuché el tema "Cuando pase el temblor". Y me gustó aún más cuando grabaron el video clip en Jujuy, mi provincia, en el Pucará de Tilcara.
La única vez que lo vi en vivo fue en la presentación de uno de los discos de "Soda..." en el boliche "New York City".
Allí Gustavo, con sus prendas y peinado extravagantes, habló con la prensa, en cuyo grupo me encontraba. Y nunca más.
 Tampoco se me ocurrió verlos en vivo. Y hoy me arrepiento por eso.
Aunque me quedé pegada a la pantalla del televisor cuando se presentaron en el Obelisco. Ese concierto fue maravilloso.
Mi revelación acerca de que era un músico enorme, comenzó después de sufrir el maldito ACV.
Un día decidí comprar un Rosario grande de madera y una imagen de Juan Pablo II, que en esa época aún no era Beato. Se me ocurrió que el milagro para que ello sucediera, podía ser el despertar de Cerati.
Los hice bendecir y una tarde de domingo, se los llevé a Lilian Clark, su mamá.
Cuando llegué a la Clínica ALCLA, en Núñez, no me presenté como periodista.
Mi idea era dejarle los objetos, que los había hecho bendecir, a su mamá en la entrada.
Pero Lilian decidió bajar y recibirme personalmente.
Esa actitud suya me emocionó. Recuerdo que le dije que no era fanática de su hijo, pero que había empezado a escuchar su música y me parecía una genialidad.
También le conté que me había encomendado con mucha fe a Juan Pablo II, porque soñaba con su milagro. A Lilian le gustó mi propósito, recibió mis regalos y se quedó algunos minutos conversando conmigo, con una entrega y un respeto, que me llegó al corazón.
Antes de irme, le dejé mi teléfono y le dije que me llamara "si se producía el milagro".
Lamentablemente, hasta hoy, que me encontré con la terrible noticia de la muerte de Gustavo, no pude recibir ese llamado.
Muchas veces estuve con ganas de volver a visitar a Lilian. Tal vez contarle que yo era periodista, pero que no iba como tal. Que nunca había dejado de rezar por su hijo. Pero no me animé.
Me daba vergüenza, porque el milagro en el que había puesto mis ilusiones, no se había hecho realidad.
Es más, el otro día, cuando Cerati cumplió 55 años y me tocó llamarla por teléfono para sacarla al aire en el noticiero de "Telenueve a la Mañana", no fui capaz de decirle que yo era la misma persona que la había ido a ver a la clínica.
Me conformé con haber sido un nexo ese día de la única charla telefónica que dio Lilian, porque fue exclusiva, ya que a la tarde habló con todos los medios, en la visita diaria a su hijo a la clínica.
Admiré y seguiré admirando su fortaleza y su enorme y contagiosa fe en la recuperación de Gustavo.
Si bien existía la posibilidad de la muerte de Cerati, no la creía posible. Consideraba que mis oraciones como las de miles de personas en todo el mundo, iban a revertir su situación de inconsciencia.
Por eso puedo asegurar que la noticia de su partida me sorprendió.
Me sorprendió para mal, porque no he podido parar de llorar.
Con todos los CDs y DVDs de Soda Stéreo y de Gustavo como solista que me compré de un tiempo hasta ahora, lo había adoptado a mi vida.
Mi tristeza, en consecuencia es muy grande.
No me voy a extender demasiado, ya que no es más lo que pueda aportar.
Pero sí voy a agregar como cierre algunos de los temas que seguirán acompañándome para siempre. Gustavo, ahora estás con Dios...Gracias totales por todo tu talento. Desde hoy, 4 de septiembre de 2014,en el cielo, también están disfrutando de tu "música ligera"...

 

domingo, 10 de agosto de 2014

LA SORPRESA PARA MI MAMÁ


Desde que vi el interés extremo que había por viajar a Brasil, para ver uno o más partidos de la Selección Argentina, o al menos, sentir las vibraciones fuera de los estadios, comencé a soñar con la posibilidad de sorprender a mi mamá en el día de su cumpleaños.
Fue el secreto mejor guardado, porque no se lo dije nadie. Salvo a mi tía, a quien le pedí que le diga a mi primo, que el sábado 26 de julio a la mañana, fuera a darle de comer a mis gatos, ya que recién iba a estar de regreso en horas de la tarde.
Fue un acto de locura. Porque después de venir de una semana con mucho trabajo, me embarqué en un viaje relámpago, que me permitió estar sólo 26 horas junto a la mujer que me dio la vida.
Tenía solo un franco pendiente en Canal 9, por eso al principio dudé de viajar por tan poco tiempo. Porque si hubiera tenido un día más, podía permanecer hasta el domingo.
Pero el fin de semana anterior al viaje, decidí que igual valía la pena regalarle a mi mamá mi compañía, en un día que indefectiblemente lo iba a pasar sola.
El sábado anterior adquirí el pasaje en la sede de Aerolíneas Argentinas, en pleno centro porteño para el viernes siguiente, a las 7.10 y con regreso al mediodía del día posterior.
Le compré a mamá algunos regalos y esperé con la ansiedad silenciada, el momento de embarcarme.
Nunca le comenté que tenía un franco justo el día de su cumpleaños, porque seguramente iba a sospechar que algo podía tramar para agasajarla.
El jueves 24 de julio, en la charla diaria telefónica con mi mamá, le dije que no se asuste si en esa medianoche la llamaba para saludarla, porque ella suele ver el programa de Tinelli y esa hora está despierta.
Además, tenía que ir preparándola para la sorpresa posterior.
Para no perder el avión por quedarme dormida, hice todo lo que hago normalmente, como si fuera a trabajar. Sólo que en lugar de ir al canal, me tomé un taxi hasta Aeroparque.
Desde la noche hasta la madrugada, tuve algunas variaciones en mi ritmo cotidiano. Demoré el desayuno hasta la una, porque sabía que en el avión algo similar a un desayuno iba a consumir.
A la medianoche, la llamé a mi mamá para saludarla por su cumpleaños y quedamos en hablar por teléfono, como siempre, a mi salida del canal.
En lugar de pasarme la madrugada buscando noticias para el noticiero, me puse a lavar ropa, porque al día siguiente, de regreso del norte argentino, sólo iba a tener tiempo para limpiar e ir al supermercado.
Hacía varios años que no viajaba en avión.
Por elección, para tener más horas dedicadas a la lectura, opté en los últimos tiempos por el micro. Y lo voy a seguir haciendo, salvo por alguna emergencia. Porque detesto que por poco nos desnuden en los controles de los aeropuertos, que te manoseen aunque para mi caso sean mujeres. Todo por dejar de ser una sospechosa de cualquier delito o infracción.
Molesta más que nada porque hay "coladores" por distintos puntos del país, donde entran drogas, armas, dólares y quién sabe cuántas cosas más. Y a esos nadie los revisa.
Lamenté no poder tomarle una foto al avión que había trasladado a la Selección Argentina, que estaba estacionado en la pista de Aeroparque.
Lo vi desde el micro que nos llevaba al avión, pero por mi ubicación en el lado izquierdo de la aeronave, no pude fotografiarlo.
Tras un vuelo perfecto de dos horas, sin escalas, llegué a Jujuy,
Como no llevaba equipaje por bodega, salí de inmediato del Aeropuerto "Horacio Guzmán" y subí a un micro que me depositó a pocas cuadras de la casa de mi mamá.
La emoción me iba embargando a medida que me acercaba.
No quería causarle ninguna afección cardíaca debido la sorpresa, por lo que unos metros antes de llegar, la llamé por teléfono. En un horario inusual, porque en ese momento estoy trabajando en el canal y no utilizo el teléfono.
Eran las 10.20 y hacía mucho frío. Un grado de temperatura.
Mi mamá todavía no había salido a la calle. Aún estaba colocado el candado en la entrada.
Le pregunté cómo estaba pasando su Cumpleaños y me respondió: "con frío, por eso no salí todavía a la calle".
No quise demorarlo más, porque me moría de ganas de darle un abrazo. Así que le dije: "abrime la puerta".
Mi mamá se quedó un segundo en silencio, colgó y en la medida de sus posibilidades, corrió a darme la bienvenida.
Nos abrazamos fuerte y nos dimos muchos besos.
Había conseguido darle la sorpresa tan soñada.
De todos modos, no quise hacerla ilusionar con una permanencia más prolongada.
"Vengo ahora y me voy mañana", le anticipé de inmediato. "Lo importante es que estoy aquí".
Después prácticamente vacié el bolso, en su mayoría con regalos. También le llevé algunos alimentos para sus gatos. Pocos. Porque tenía miedo que no me los dejaran transportar. Y desde ese momento compartimos con mi mamá el mayor tiempo posible.
Ella no puede con su genio y le gusta tener la casa impecable. Limpia todos los días, aún los sábados y domingos.
Pero me puse firme y le impedí que, al menos ese día, toque algún elemento de limpieza. Aunque al día siguiente, y tal como la registré en la foto, estuvo quitando el polvo, antes de acompañarme al aeropuerto.
Por ser el viernes día de feria, el único de la semana, no se pudo dejar la lado la compra de frutas y verduras. Sólo que esta vez contó con mi compañía, mi ayuda económica y para el traslado del carrito.
Asimismo, la acompañé a comprarle la comida para sus gatos.
Además de los obsequios, quería regalarle a mi querida madre, un día "sin cocinar". Y la invité a comer en un restaurante.
Deseaba llevarla a la ciudad, a un local en pleno centro, donde había estado en abril con mi papá y comimos muy bien. Pero se nos hizo tarde y además, mi mamá estaba un poco cansada, de modo que fuimos a uno más o menos cerca de su casa.
Estaba tan encantada de estar con mi mamá, que me olvidé de sacarnos fotos juntas. Y eso que tenía la cámara encima.
A la tarde, tomamos el té y luego nos fuimos a Misa.
Ella tiene la costumbre de ir en sus cumpleaños a agradecerle a Dios por un año más de vida, con salud y el amor de quienes la queremos. Y yo me sumé encantada.
Al día siguiente, me hubiese gustado ver a mi papá. Al menos ir a darle un beso y volver de inmediato, porque tenía que partir al mediodía. Pero no lo encontré.
También había pensado en hacernos unas selfies con mi mamá en el aeropuerto, pero llegamos tan sobre la hora, con la gente haciendo cola para el control policial, que apenas tuvimos tiempo de despedirnos. Y de las fotos me acordé cuando ya estaba por levantar vuelo.
Sólo me quedó la foto que le saqué barriendo y de la cual ella ni se enteró. Porque si se lo decía en ese momento, no le hubiera gustado nada.
Fue un viaje muy corto. Cortísimo. Pero ante todo fue un acto de amor.
Mi mamá cumplió 79 años y estoy consciente que cada vez se achica más la brecha en que no la voy a tener más. Por eso voy a seguir haciendo el esfuerzo para estar el mayor tiempo con ella.
No me atrae hacer turismo, ni por el país ni por el exterior. Sólo sueño con mis vacaciones junto a mi mamá.
Así seguiré haciéndolo.
Este viaje fue lo mejor que se me ocurrió en los últimos tiempos. Salió bien. Hice feliz a mi mamá. Y yo también fui inmensamente feliz.

sábado, 12 de julio de 2014

ARGENTINA CAMPEÓN DEL MUNDO...ASÍ FUE AQUEL FESTEJO EN EL OBELISCO EN EL 86'







































Aquel 29 de junio de 1986, después del 3 a 2 de Argentina a Alemania, en el estadio Azteca de México D.F., el país fue una fiesta.
Yo ya tenía la experiencia de la alegría en Argentina 78', pero todavía vivía en Jujuy y el festejo fue en familia.
En cambio, al Mundial de México, lo viví en Buenos Aires. Y como miles de personas, fui a festejar al Obelisco.
Me había comprado una cámara fotográfica y salí con ella a registrar a una ciudad hermanada por el triunfo de la Selección de Maradona...

Por ese entonces yo trabajaba en la revista "La Revista", donde el fútbol tenía poca cabida, porque para el medio "era muy grasa".
Nosotros teníamos que entrevistar a tenistas, golfistas, jugadores de polo. Toda gente paqueta, acorde con la revista.
De modo tal que el Mundial fue prácticamente pasado por alto. El único que importó alguna vez fue Maradona, pero como tanto él como su familia estaban en México, el fútbol siguió mientras se disputaban los partidos, en un segundo plano, aún logrado el campeonato.
Para mí, en cambio, que siempre fui una "enferma" de la pelotita, era lo más importante que podía existir.
Como todos mis amigos, gente del Espectáculo, no se unían a mi locura, miré sola todos los partidos y por supuesto, el partido de la final.
Cuando terminé de ver la entrega de premios y a Diego levantando el tan ansiado trofeo, salí a la calle a unirme a los festejos de una ciudad feliz.
Yo vivía en un pequeño departamento en el barrio de Recoleta, en Pacheco de Melo y Ayacucho, y decidí bajar caminando por Santa Fe para llegar al Obelisco.
La avenida se había convertido en peatonal, como la mayoría de las calles del centro de Buenos Aires, por la cantidad enorme de gente que salía a festejar. Y en caravana, cantando, saltando y bailando, nos fuimos encaminando al kilómetro cero del país.
Nunca vi a la gente tan hermanada como en ese momento.
Era como si todos nos conociéramos. Hablábamos, nos reíamos y llorábamos de emoción, cuando desde algún altoparlante llegaba la repetición de los goles del "Tata" José Luís Brown, Jorge Valdano y Jorge Burruchaga.
Familias con chicos y bebés, algunos de los cuales deben haber viajado a Río de Janeiro a ver a la Selección de Alejandro Sabella. Gente mayor, que se regalaba una última alegría en sus vidas. Todos unidos para una celebración única.
No faltaron los que se treparon a los semáforos y los disfrazados.
Esto fue lo que hizo un joven que se vistió de Maradona, con una peluca con rulos y se trepó al techo de un taxi a saludar a la gente, que lo aplaudía como si fuera el verdadero genio de la Selección.
En esa época no había el cotillón actual de gorros con cuernos, como dinosaurios, de arlequín, de vedette con antifaz y otros artículos sorprendentes.
Nos conformábamos con una bandera celeste y blanca, una bufanda, una vincha  y una corneta.
Eran pocos los que podían acceder a una camiseta con los colores argentinos, similar a la que usaban los jugadores del plantel de Carlos Bilardo.
Tampoco se usaba vestirse con la camiseta de Argentina como en los últimos Mundiales.
Ya era de noche, cuando un "loco por la Selección", se acercó al Obelisco con un auto pintado de blanco, se notaba que lo había hecho a las apuradas, con la leyenda "Campeón 86 con Diego".
Y lejos del hit del presente "Brasil, decime qué se siente", nosotros cantábamos el clásico: "Vamos, vamos Argentina, vamos, vamos a ganar, que esta barra kilombera no te deja de alentar".
Mi celebración terminó cuando comenzaron a llegar los que habían "brindado" de más y se produjeron algunos desmanes.
De modo tal que volví a casa, a seguir mirando las entrevistas a los jugadores campeones, que la televisión argentina seguía emitiendo desde la capital mexicana.
Había sido un día inolvidable. Maravilloso. Un día  para emocionarse. Un día netamente argentino...