sábado, 12 de julio de 2014

ARGENTINA CAMPEÓN DEL MUNDO...ASÍ FUE AQUEL FESTEJO EN EL OBELISCO EN EL 86'







































Aquel 29 de junio de 1986, después del 3 a 2 de Argentina a Alemania, en el estadio Azteca de México D.F., el país fue una fiesta.
Yo ya tenía la experiencia de la alegría en Argentina 78', pero todavía vivía en Jujuy y el festejo fue en familia.
En cambio, al Mundial de México, lo viví en Buenos Aires. Y como miles de personas, fui a festejar al Obelisco.
Me había comprado una cámara fotográfica y salí con ella a registrar a una ciudad hermanada por el triunfo de la Selección de Maradona...

Por ese entonces yo trabajaba en la revista "La Revista", donde el fútbol tenía poca cabida, porque para el medio "era muy grasa".
Nosotros teníamos que entrevistar a tenistas, golfistas, jugadores de polo. Toda gente paqueta, acorde con la revista.
De modo tal que el Mundial fue prácticamente pasado por alto. El único que importó alguna vez fue Maradona, pero como tanto él como su familia estaban en México, el fútbol siguió mientras se disputaban los partidos, en un segundo plano, aún logrado el campeonato.
Para mí, en cambio, que siempre fui una "enferma" de la pelotita, era lo más importante que podía existir.
Como todos mis amigos, gente del Espectáculo, no se unían a mi locura, miré sola todos los partidos y por supuesto, el partido de la final.
Cuando terminé de ver la entrega de premios y a Diego levantando el tan ansiado trofeo, salí a la calle a unirme a los festejos de una ciudad feliz.
Yo vivía en un pequeño departamento en el barrio de Recoleta, en Pacheco de Melo y Ayacucho, y decidí bajar caminando por Santa Fe para llegar al Obelisco.
La avenida se había convertido en peatonal, como la mayoría de las calles del centro de Buenos Aires, por la cantidad enorme de gente que salía a festejar. Y en caravana, cantando, saltando y bailando, nos fuimos encaminando al kilómetro cero del país.
Nunca vi a la gente tan hermanada como en ese momento.
Era como si todos nos conociéramos. Hablábamos, nos reíamos y llorábamos de emoción, cuando desde algún altoparlante llegaba la repetición de los goles del "Tata" José Luís Brown, Jorge Valdano y Jorge Burruchaga.
Familias con chicos y bebés, algunos de los cuales deben haber viajado a Río de Janeiro a ver a la Selección de Alejandro Sabella. Gente mayor, que se regalaba una última alegría en sus vidas. Todos unidos para una celebración única.
No faltaron los que se treparon a los semáforos y los disfrazados.
Esto fue lo que hizo un joven que se vistió de Maradona, con una peluca con rulos y se trepó al techo de un taxi a saludar a la gente, que lo aplaudía como si fuera el verdadero genio de la Selección.
En esa época no había el cotillón actual de gorros con cuernos, como dinosaurios, de arlequín, de vedette con antifaz y otros artículos sorprendentes.
Nos conformábamos con una bandera celeste y blanca, una bufanda, una vincha  y una corneta.
Eran pocos los que podían acceder a una camiseta con los colores argentinos, similar a la que usaban los jugadores del plantel de Carlos Bilardo.
Tampoco se usaba vestirse con la camiseta de Argentina como en los últimos Mundiales.
Ya era de noche, cuando un "loco por la Selección", se acercó al Obelisco con un auto pintado de blanco, se notaba que lo había hecho a las apuradas, con la leyenda "Campeón 86 con Diego".
Y lejos del hit del presente "Brasil, decime qué se siente", nosotros cantábamos el clásico: "Vamos, vamos Argentina, vamos, vamos a ganar, que esta barra kilombera no te deja de alentar".
Mi celebración terminó cuando comenzaron a llegar los que habían "brindado" de más y se produjeron algunos desmanes.
De modo tal que volví a casa, a seguir mirando las entrevistas a los jugadores campeones, que la televisión argentina seguía emitiendo desde la capital mexicana.
Había sido un día inolvidable. Maravilloso. Un día  para emocionarse. Un día netamente argentino...