sábado, 25 de mayo de 2013

LA BODA DE MI HERMANO ÁNGEL Y PATRICIA



En estos días se cumplen 21 años de la boda de mi hermano Ángel con Patricia.
Por eso se me ocurrió este pequeño homenaje. Porque una pareja sólida, en estos tiempos de tantos distanciamientos y divorcios, merece todo mi reconocimiento y mis deseos que el amor dure para siempre.
Yo viajé especialmente para el casamiento que tuvo lugar en 1992. El 28 de mayo fue la ceremonia del Civil y al día siguiente, la boda religiosa en la Iglesia San Francisco, de la ciudad de Jujuy.
Hacía mucho frío, pero el momento festivo le puso calor a la noche.
Como me gusta en este tipo de acontecimientos, adopté el rol de fotógrafa y estas son algunas de las fotos, de todas las que tomé, que rescaté para mi blog.
Salvo mi hermano Jaño, que ya estaba en el sur argentino, pude reunirme con toda mi familia. Y eso fue muy emocionante.
Pude ser testigo de los preparativos de mi hermanito para ir a la iglesia, en el que era su cuarto decorado con pósters de músicos de rock.
También de ver a mi mamá muy elegante, como una digna madrina de la boda. Y a mi papá, tratando de hacer un buen papel, muy serio, como el padrino del novio.
En las últimas horas, decidí probar hacer un video con las fotos más lindas que tomé. Me llevó varias horas, porque probé bastante, antes de lograr un trabajo que me dejara medianamente conforme.
Sólo espero que tanto a mi hermano como a mi cuñada les sea de su agrado, ya que ese fue mi propósito como regalo de aniversario.
No voy a extenderme demasiado, porque las fotos hablan por sí mismas. Simplemente quiero reiterar mis felicitaciones al amor duradero y a que hayan podido conformar una familia hermosa, con tres hijos maravillosos: Ernesto, Martín y Mateo.
Me quedó el sabor amargo de no haber sido elegida para ser la madrina de ninguno de ellos. Sin embargo, fue un sabor amargo que hace tiempo quedó en el olvido.
La realidad es que yo estoy demasiado lejos y una madrina tiene que ser alguien más presente.
Ahora lo que vale es este aniversario de amor, compañerismo y proyección hacia el futuro.
Mil felicidades para mi hermanito, Pato, Erny, Tincho y Mateito, y que festejen muchísimos más...

miércoles, 15 de mayo de 2013

CARLOS MONTERO...ALGUNA VEZ FUE MODELO


 Carlos Montero es hoy uno de los principales presentadores de la cadena CNN en español, un profesional reconocido y premiado por sus trabajos en el campo del Periodismo. Pero a los 21 años, ni soñaba con este éxito. Eran los tiempos de incertidumbre. De no saber hacia dónde encaminar su vida.
Por ser el hijo mayor de Carlos Montero, un importante hombre de televisión, creador de grandes éxitos y el descubridor de talentos, su futuro estaba encaminado hacia el mundo de los medios. Sólo que no sabía si iba a estar frente a las cámaras o detrás de ellas.
Yo lo conocí en ese tiempo.
Fue en el verano de 1984, en Mar del Plata, donde él era asistente de producción de "Mesa de noticias", la comedia, surgida en el entonces ATC, con producción ejecutiva de Gustavo Yankelevich y la dirección en el canal de Montero padre.
A raíz del enorme suceso en televisión, la comedia guionada y actuada como protagonista por Juan Carlos Mesa, fue llevada al teatro en esa temporada de verano, con una gran respuesta de público.
Yo trabajaba en la Editorial Perfil y por segundo año consecutivo me tocó integrar el equipo de periodistas del Operativo de Verano. Nosotros debíamos cubrir en su mayoría notas del espectáculo que iban a ser publicadas por todas o algunas de las numerosas revistas que tenía la editorial.
Éramos un grupo raro, donde los que pertenecían a las revistas importantes, como "La Semana" o la innovadora "Libre", que había llegado para romper el mercado con desnudos de famosas y crónicas contadas en primera persona por sus redactores, nos miraban desde arriba a los que pertenecíamos a los "tabloides" tirando a amarillo como "Casos", donde yo estaba, o "Tal Cual" y "Semanario".
Sin embargo, eso a mí poco me importaba porque me había hecho de unos amigos sencillos, divertidos y solidarios, con los que la pasaba bárbaro trabajando y en los pocos momentos que nos quedaban libres.
Corrían los primeros días del Operativo cuando la Revista "La Semana" publicó una nota con un texto reducido, pero con una amplia fotografía de Carlos con el torso desnudo y el mar de fondo.
La nota se tituló simplemente "Monterito".
De más está decir que provocó una revolución en la plantilla femenina de la redacción, comenzando por Claudia Acuña, la autora de la nota, que había quedado prendada del hijo de Montero.
Recuerdo que lo definió como "un dulce de leche".
A mí me pareció un chico lindo, pero no me interesó para nada. Los modelos no me gustaban porque se pasaban la vida posando y además debía ser un "cheto" cabeza hueca e insoportable.
Esa misma noche los jefes me encomendaron la tarea que iba a cumplir toda la temporada, que era la de recabar la información sobre la cantidad semanal de espectadores en los teatros de Mar del Plata.
Sin anestesia, caí en el teatro donde se representaba "Mesa de noticias".
Cuando pedí que se me suministre la información sobre los espectadores, me mandaron al asistente de producción, un chico rubio, de rulos y ojos verdes para que me la entregue.
Dudé si era o no "Monterito". Se lo pregunté y él sonriendo con cierta timidez al verse descubierto, me confirmó que sí, que era el protagonista de la nota de "La Semana".
Ese fue el comienzo de una amistad, que aunque hace muchos años que no nos vemos, seguirá por siempre.
Carlos es buena gente y como tal provoca que todos sus logros, tanto personales como profesionales, que descubro en las fotos y comentarios que publica en su cuenta de Facebook, cuenten con mi apoyo.
Tuve que echar atrás todos mis conceptos equivocados, porque lejos estaba de ser el modelito cabeza hueca. Aunque salido recién de la adolescencia era un tipo muy centrado, correcto y encantador.
En ese año '84, Carlos no hacía mucho tiempo que había comenzado a trabajar en la producción de "Mesa de noticias". Él venía de estudiar en Inglaterra y aún no tenía definida la carrera que iba a seguir.
Por Anamá Ferreyra, integrante del elenco de la comedia, accedió a participar de algunos desfiles como modelo. Pero era una actividad que no le gustaba demasiado.
Creo que lo que más le atraía era "cambiarse con las chicas en el backstage", donde como él mismo me contaba: "las modelos no tenían ningún problema de quedarse en bolas delante de todos".
Gracias a nuestra amistad, un día le pedí si podía posar para una nota sobre camperas y chalecos que iba a hacer para la revista "Tal Cual". De inmediato aceptó y él mismo llevó a Gisella Carcangiú, una modelo que trabajaba en "Mesa de noticias".
La nota es la que acompaña a este escrito.
Mientras lo veía seguido, nunca me comentó que le interesara el Periodismo como profesión futura. Aunque le gustaba que le contara anécdotas de mi trabajo. Un trabajo con una adrenalina permanente, que no te da respiro, porque todo depende de lo que "pinte" la realidad.
Por su contacto cotidiano con actores, en ese entonces se había entusiasmado con la posibilidad de dedicarse a esta manifestación artística.
Cuando terminó la temporada de verano en la costa, volvió a Buenos Aires y se anotó en la escuela del excelente director teatral Carlos Gandolfo.
Yo misma lo acompañé ese día y a punto estuve de anotarme también. Pero no pasó de una intención.
Esa vez, para que nadie lo identifique como "el hijo de", Carlos se registró sólo con su segundo nombre, Esteban Montero.
Pero hubo algo que echó por tierra sus ilusiones de ser actor. Un día que fuimos a la escuela de Gandolfo, no me acuerdo por qué trámite porque Carlos todavía no había empezado el curso, nos encontramos con un ejercicio conjunto en una de las salas, donde los aspirantes a actores se estaban revolcando en el suelo como si fueran animales.
Me miró y me dijo: "Eso no es para mí, no pienso hacerlo".Y allí quedó trunco su deseo de ser actor.
Con el tiempo, cuando habíamos perdido el contacto, me enteré que se había ido a estudiar Comunicación Social a Carolina del Norte, en Estados Unidos.
En ese país, la vida le cambió por completo. Se enamoró de una estadounidense, se casó en 1989 y estableció su residencia allí, donde formó una familia con hijos.
Ya como periodista, fue corresponsal de TELEFE. También trabajó un tiempo en la Argentina, en América 2. Fue reportero y productor en Univisión Miami y fue presentador en NBC Canal de Noticias.
Pero su consagración se produjo cuando ingresó en 1997 a la cadena CNN y se convirtió en uno de los pioneros de la señal y uno de los presentadores estrella de la edición en español
Ahora es reconocido en Estados Unidos y en toda Latinoamérica, que desayuna mirándolo en su programa diario de la mañana, "Café CNN" y lo disfruta en el resumen del fin de semana, "La noticia de la semana".
Es muy meritorio de Carlos que haya podido cumplir su sueño de ser alguien importante por sí mismo. Porque si bien  siempre tuvo una enorme admiración y un respeto soberano por su padre, nunca quiso utilizar su nombre para escalar posiciones.
A este homenaje que intenté rendirle a un amigo de hace 29 años, lo voy a cerrar con un tema de Andrés Calamaro, interpretado por Los Abuelos de la Nada. Un tema que adorábamos y que fue un éxito descomunal en aquel verano del 84'...



domingo, 5 de mayo de 2013

"LOS MURITOS"...GATITOS LINDOS, CALLEJEROS Y EN PELIGRO


Eran varios los años que de manera espaciada, me acercaba a alimentar a unos gatos abandonados en un predio que había sido una terminal de ómnibus en San José y Constitución, en el barrio porteño de Constitución.
Pero fue el año pasado que incrementé mis visitas, los fines de semana, días de franco, feriados y vacaciones.
Ya no eran los mismos gatos de entonces, pero con los que están ahora logré una enorme afinidad, que me obligó a seguir visitándolos.
No se podía ingresar al lugar porque desde que dejó de ser la terminal de ómnibus, fue clausurado y sólo se podía acceder a través de un portón, cerrado siempre con un candado.
Sin embargo, los animales entraban y salían a través de un agujero grande cercano al portón. Era cuestión de acercarse y llamarlos para que dos de ellos, uno gris oscuro y otro gris y blanco, ambos de gran tamaño, salieran a comer. A los otros, más ariscos, había que dejarles el plato con comida a través del agujero.
Hasta ahí todo bien. Pero en octubre de 2012 me encontré con la desagradable sorpresa que el agujero había sido tapado con cemento y que los gatos habían quedado atrapados adentro.
La angustia fue tremenda cuando descubrí que sólo quedaban dos agujeros que por fortuna no podían taparse porque actuaban como desagüe del predio. Sólo que los veía demasiado pequeños para que los gatos pudieran salir por ellos.
Además, la inmobiliaria había colocado un cartel que decía: "se alquila". Es decir que se volvía más incierto el destino de los animalitos.
Miraba el muro y me preguntaba cómo iba a hacer para arrojarles carne u otro tipo de alimento. Imposible con una altura de unos cuatro metros.
Desesperada me arrodillé ante uno de los agujeros y comencé a llamarlos para saber si habían quedado adentro. Y con sus maullidos, no tardaron en responderme.
A duras penas pude ingresarles un platito con comida. Y me sentí muy satisfecha cuando escuché que masticaban la carne y el atún que les había acercado.
Aunque no soy de pedir ayuda, decidí filmar y fotografiar el frente del predio, destacando el agujero tapado con cemento y los agujeros de menor tamaño, y escribí con ese material una denuncia que se la envié a Roxana Lunardón, una proteccionista con la que tengo un mayor acercamiento, para que lo divulgue entre sus pares.
Varias personas que no conocía no tardaron en hacerme llegar sus muestras de solidaridad, sugerencias y hasta el ofrecimiento de acercarse al lugar para ayudar a sacar y luego dar los gatos en adopción.
Fue una revolución de apoyo que me apabulló, al extremo que me arrepentí de mi carta, porque hasta tanto se les diera un destino a cada uno, yo al menos no tenía dónde dejarlos. En casa no era posible ya que mis tres gatitos son muy celosos y no soportarían a uno o más intrusos. Y corrían el riesgo de ser agredidos.
Entonces tomé la decisión de parar la pelota. Les agradecí a todos la solidaridad y los consejos, y les dije que ante todo iba a hablar con la inmobiliaria para que me deje sacarlos. Más adelante les iba a informar el resultado de las negociaciones y si iba a seguir necesitando su colaboración.
Nunca volví a hablar del tema con los proteccionistas.
Tardé algunos días en comunicarme con la inmobiliaria porque si me decían que iban a abrir el portón para rescatarlos, quería que fuera un viernes a la tarde o un sábado a la mañana, que es cuando el tiempo me lo permite.
El día que llamé, previamente había pasado por el predio para dejarles comida a los felinos y me encontré que la inmobiliaria había sacado el cartel. Eso significaba que el predio había sido alquilado. Me lo confirmó la empleada de la inmobiliaria, quien se negó a decirme a quién.
El alquiler me inquietó, ya que al no saber qué se iba a hacer en el predio, la situación de los animales se volvía muy incierta. Más aún si se decidía construir, porque en ese caso seguramente los obreros los iban a tirar a la calle. O ellos, asustados por el ruido de las máquinas, se iban a retirar por sus propios medios quien sabe a dónde.
Por un tiempo seguí dándoles de comer a través del agujero porque suponía que no podían salir, ya que de verdad las aberturas son muy pequeñas para el tamaño, sobre todo para dos de los cinco gatos.
Tal vez obligados por el hambre, un día esos mismos gatos tomaron la decisión de salir. Los dos grises se animaron a la libertad.
Fue una agradable sorpresa la que tuve una mañana cuando tras llamarlos, el gris oscuro sacó la cabeza por uno de los agujeros, se arrastró y salió a la vereda.
El otro gato no se quedó atrás. También sacó la cabeza por el otro agujero, se esforzó para vencer la pequeña abertura y tras salir, comenzó a moverse de un lado a otro, mientras yo los acariciaba a ambos.
La emoción invadió mi espíritu. Los gatitos habían dejado de ser esclavos del muro.
Ese día comieron en la vereda, mientras los restantes, ariscos, lo hicieron como siempre a través del agujero.
Para ese entonces ya los había empezado a llamar "los michis del muro" y con el tiempo, los denominé y lo sigo haciendo como "los muritos".
Opté por no ponerles nombre porque es una cercanía que me compromete a llevármelos a casa. Con decirles "michi", ellos entienden. Si al fin de cuentas, lo que les importa es que los alimente con comida rica.
Nunca había visto a nadie trabajando en el lugar, incluso cuando estando de vacaciones, fui a darles de comer durante la semana. Hasta que a través de mi tía me enteré que el predio había sido alquilado por una empresa vecina que comenzó a utilizarlo como playa de estacionamiento de sus directivos.
Un alivio, porque esto no afectaba la vida de los gatitos.
Pero en las últimas horas, al espiar por un agujero del portón, descubrí varias camionetas estacionadas y una mujer que se acercó cuando le estaba dando de comer a uno de los gatos y que suele alimentarlos como yo, me dijo que iban a empezar a construir. Incluso, por uno de los agujeros pude ver la arena acumulada.
Ahora sí el futuro de los gatitos se volvió incierto.
La mujer me contó, no sólo que ella había sido quien había hecho castrar a los dos gatos más mimosos, sino que está preocupada por los animales. Le gustaría que aparezca alguien responsable que los adopte.
Ojalá que los obreros no atenten contra los animales y mientras tanto, se pueda lograr una solución para que encuentren un hogar dónde vivir. Separados o no, pero un hogar para cada uno, incluidos los ariscos.
Los felinos están gordos porque comida no les falta . No soy la única que les acerca alimentos. Son al menos dos mujeres más las que les cocinan polenta, arroz y carne, y les llevan alimento balanceado. Y algunas también les dejan agua.
Sin embargo, tengo la impresión que ellos prefieren los sobres y latas de comida de gato, atún y pedacitos de carne e hígado que les llevo. Devoran todo en un instante.
En cambio, siempre encuentro sobras de arroz y sémola amarilla. Un día encontré unos huesos, que más para gatos era para perros. Por lógica, los gatos no los habían tocado.
Así que cada vez que voy, limpio el lugar tirando todas las sobras y les dejo la comida que ellos tanto disfrutan.
Lo más terrible es cuando llueve porque los agujeros se llenan de agua. Los gatitos no sólo no pueden salir a la vereda, por más hambre que tengan, sino que debo ingeniármelas para poner los alimentos en recipientes que no se hundan y se moje el contenido.
Un día me fui riendo de casa, ya que con un palo y un cartón que venía en el pack de la película sobre el general San Martín, "Revolución", hice una especie de pala para poder hacer pasar el plato a través del agujero. Esa especie de pancarta que armé, me hacía parecer como si estuviera haciéndole la campaña a Rodrigo De la Serna, el protagonista. Y eso fue lo que me causó tanta gracia.
Aunque el cartón fue devorado por el agua y algo de la comida se les mojó, al menos los michis pudieron comer luego de varias horas de una intensa lluvia.
Me conmovía verlos desesperados, mojando sus patitas con tal de alcanzar un pedacito de carne.
Así sucede siempre con el agua. A veces, no pueden ni acercarse a ninguno de los agujeros porque además de estar inundados, se acumulan hojas y basura.
El día de la gran tormenta, el 1° de abril pasado, yo estaba de vacaciones en el norte argentino y no podía dejar de pensar en los gatitos del muro. Recuerdo que le decía a mi mamá: "pobrecitos, qué mal deben estar pasándolo "los muritos", cuánto tiempo van a tener que estar sin poder comer por culpa de los agujeros inundados".
Difícil la vida de este grupo de gatos que me llevaría encantada a casa, pero que no puedo hacer, no sólo por los celos de los míos, sino sobre todo porque no quiero cargar a mi tía con más animales para atender, cuando me ausento para ir a visitar a mi familia.
Tal vez este escrito sirva para que algunas personas descubran a "los muritos" y opten por abrirles las puertas de sus casas y de sus corazones.
Claro que los voy a extrañar. Ya son parte de mi vida. Pero si sé que están bien cuidados, mimados, felices bajo un techo, yo estaré feliz por ellos.