domingo, 30 de marzo de 2014

HAY QUE VOLVER A TILCARA

Así como la Selección Argentina debe volver a Tilcara para cumplir la promesa ante la Virgen de Copacabana de lograr la Copa Mundial en México 86', que se consiguió, pero nadie se acercó a agradecer, yo también tengo una deuda con ese hermoso lugar en la quebrada jujeña.
La última vez que estuve allí fue en enero de 1994.
En la década del 80' y principios de la del 90', hice algunos viajes donde pude recorrer sus calles de tierra, me dejé quemar por ese sol abrazador, en verano y en invierno, y trepé con paciencia el Pucará, para poder disfrutar desde la altura, cerca del cielo, de un paisaje único y maravilloso.
La mayoría de las veces fui con mi hermano Jaño.
Recuerdo que en un invierno, en el mes de julio, llegamos muy temprano, cuando la temperatura era bastante baja. Pero con el correr de las horas, el sol comenzó a calentar y la jornada se tornó agradable. Y nos vimos obligados a quitarnos las camperas.
En otra oportunidad, fuimos en verano y el calor era tan insoportable que mi hermano terminó sin remera.
Pese a que está prohibido tocar las esculturas, el muy vivo se hizo el enamorado de una de ellas y así lo registré, abrazándola y simulando darle un tierno beso.
Eran inolvidables esos paseos por lo divertido que es Jaño.
Sin embargo, no todo fue color de rosa en esos viajes al norte.
En un verano, que no me acuerdo el año, programamos con Jaño un viaje a Tilcara y a mí se me ocurrió llevarla a mamá. Porque ella no conocía la Quebrada de Humahuaca.
La pasamos bárbaro mientras el día estuvo radiante. Hasta que se vino una terrible tormenta y la situación se volvió muy preocupante.
La lluvia no duró demasiado. Sin embargo, a pocos kilómetros de Tilcara, a la altura de la localidad de Volcán, se produjo un alud y por precaución decidieron cortar la circulación por la ruta nacional 9.
Lo peor es que nosotros quedamos del otro lado y por ende no podíamos regresar a casa. Al menos, no de inmediato.
Del corte nos enteramos cuando volvíamos en micro y nos obligaron a bajar unos metros antes del lugar donde se había producido el alud.
Había dos posibilidades: o nos quedábamos a pasar la noche en Tilcara o nos jugábamos a caminar unos 3 o 4 kilómetros para tomar otro micro que esperaba del lado de Volcán.
Aunque sabíamos que corríamos un serio riesgo, optamos por lo segundo. Y no fuimos los únicos, porque la mayoría de la gente que viajaba en el micro, decidió caminar a la par nuestra.
Imposible poder explicar lo culpable que me sentí en ese momento. Cualquier cosa que le pudiera suceder a mi mamá, yo sería la única responsable y no me lo iba a perdonar nunca.
Esos kilómetros que tuvimos que recorrer fueron interminables.
No había escapatoria en caso de un desmoronamiento de tierra. A la derecha teníamos la montaña, donde de a ratos se veían rodar algunas piedras. Y a la izquierda, el precipicio que daba al Río Grande.
Lo que se me ocurrió en ese instante fue empezar a rezar y no paré hasta que llegamos, y pudimos subirnos al primer micro que iba en dirección a la ciudad de Jujuy.
De más está decir que nunca más invité a mi mamá a "ir al norte". Y ella tampoco, ni siquiera con mis hermanos, volvió a embarcarse en un paseo tan incierto.
En otra ocasión llevé a mi amiga Marisa Cortéz.
Fue en unas vacaciones de invierno. Yo viajé por dos semanas a ver a mi familia y ella se quedó sólo una.
Ya lo conté en otra oportunidad, pero bien vale recordar algo de ese paseo tan divertido que hicimos.
Fuimos en micro hasta Humahuaca, donde recorrimos la localidad en pocas horas. Como quería que Marisa conociera más de mi provincia, decidí llevarla a Tilcara. Pero nos encontramos con que no había ningún micro hasta la noche. Y nosotras no podíamos esperar tanto.
De modo que decidimos hacer dedo.
Allí nos sucedió una situación insólita. Nos levantó un francés muy simpático, que no hablaba español, pero que sabía algo de inglés, y en medio de la Quebrada iba escuchando el Bolero de Ravel.
Más insólito que eso, imposible. Encima el francés, se quedó prendado de mi amiga y tuvieron después un breve romance.
¿Habrá tenido que ver la magia de Tilcara?. Vaya uno a saber.
Donde la magia no se hizo presente, fue en mi último viaje, hace algo más de 20 años.
Yo acababa de sufrir la desilusión amorosa más triste de mi vida y me fui dos días a llorar. A dejar mis lágrimas en la montaña, para volver renovada y dispuesta a empezar de nuevo.
En lo alto del Pucará del Tilcara, el mismo lugar donde antes había disfrutado del más bello de los paisajes, tomé la decisión extrema de no enamorarme nunca más.
No fue nada fácil romper con los sueños de cualquier mujer, de encontrar a alguien, casarse, tener hijos. En definitiva, armar una familia.
Sin embargo, a duras penas, lo conseguí y siento no haberme equivocado.
Cuando la vida te ofrece amores no correspondidos, es porque algo está fallando. Como siento que quien falla soy yo y sin saber cuál es el motivo, es que creí que lo mejor era cortar por lo sano. Y santo remedio.
Ahora sí, sin nadie para llorar, pero feliz por haber aprendido a disfrutar de mi soledad, es que me debo un retorno a Tilcara.
Y hasta podría pasar por la Virgen de Copacabana, simplemente para agradecerle estar viva.




domingo, 16 de marzo de 2014

TEMPORAL EN BUENOS AIRES

Cómo será de monótona mi vida últimamente, que lo más extraordinario que encontré para publicar en mi blog, después de más de un mes de silencio, fue la lluvia torrencial que cayó en la ciudad de Buenos Aires el 14 de marzo.
Tampoco había mucho para decir.
Sólo fui registrando con mi cámara, el recorrido del taxi desde Canal 9 hasta mi casa.
 En los videos se escuchaba la radio del taxi y de a ratos, mis palabras, porque iba hablando por teléfono con mi mamá.
Además de la lluvia que caía como si fueran baldazos, lo más sobresaliente fue lo caro que me salió el viaje. Nos encontramos con varios cortes por calles anegadas y por ese motivo, con largas colas de vehículos en las zonas donde el agua se escurría con mayor facilidad.