domingo, 10 de agosto de 2014

LA SORPRESA PARA MI MAMÁ


Desde que vi el interés extremo que había por viajar a Brasil, para ver uno o más partidos de la Selección Argentina, o al menos, sentir las vibraciones fuera de los estadios, comencé a soñar con la posibilidad de sorprender a mi mamá en el día de su cumpleaños.
Fue el secreto mejor guardado, porque no se lo dije nadie. Salvo a mi tía, a quien le pedí que le diga a mi primo, que el sábado 26 de julio a la mañana, fuera a darle de comer a mis gatos, ya que recién iba a estar de regreso en horas de la tarde.
Fue un acto de locura. Porque después de venir de una semana con mucho trabajo, me embarqué en un viaje relámpago, que me permitió estar sólo 26 horas junto a la mujer que me dio la vida.
Tenía solo un franco pendiente en Canal 9, por eso al principio dudé de viajar por tan poco tiempo. Porque si hubiera tenido un día más, podía permanecer hasta el domingo.
Pero el fin de semana anterior al viaje, decidí que igual valía la pena regalarle a mi mamá mi compañía, en un día que indefectiblemente lo iba a pasar sola.
El sábado anterior adquirí el pasaje en la sede de Aerolíneas Argentinas, en pleno centro porteño para el viernes siguiente, a las 7.10 y con regreso al mediodía del día posterior.
Le compré a mamá algunos regalos y esperé con la ansiedad silenciada, el momento de embarcarme.
Nunca le comenté que tenía un franco justo el día de su cumpleaños, porque seguramente iba a sospechar que algo podía tramar para agasajarla.
El jueves 24 de julio, en la charla diaria telefónica con mi mamá, le dije que no se asuste si en esa medianoche la llamaba para saludarla, porque ella suele ver el programa de Tinelli y esa hora está despierta.
Además, tenía que ir preparándola para la sorpresa posterior.
Para no perder el avión por quedarme dormida, hice todo lo que hago normalmente, como si fuera a trabajar. Sólo que en lugar de ir al canal, me tomé un taxi hasta Aeroparque.
Desde la noche hasta la madrugada, tuve algunas variaciones en mi ritmo cotidiano. Demoré el desayuno hasta la una, porque sabía que en el avión algo similar a un desayuno iba a consumir.
A la medianoche, la llamé a mi mamá para saludarla por su cumpleaños y quedamos en hablar por teléfono, como siempre, a mi salida del canal.
En lugar de pasarme la madrugada buscando noticias para el noticiero, me puse a lavar ropa, porque al día siguiente, de regreso del norte argentino, sólo iba a tener tiempo para limpiar e ir al supermercado.
Hacía varios años que no viajaba en avión.
Por elección, para tener más horas dedicadas a la lectura, opté en los últimos tiempos por el micro. Y lo voy a seguir haciendo, salvo por alguna emergencia. Porque detesto que por poco nos desnuden en los controles de los aeropuertos, que te manoseen aunque para mi caso sean mujeres. Todo por dejar de ser una sospechosa de cualquier delito o infracción.
Molesta más que nada porque hay "coladores" por distintos puntos del país, donde entran drogas, armas, dólares y quién sabe cuántas cosas más. Y a esos nadie los revisa.
Lamenté no poder tomarle una foto al avión que había trasladado a la Selección Argentina, que estaba estacionado en la pista de Aeroparque.
Lo vi desde el micro que nos llevaba al avión, pero por mi ubicación en el lado izquierdo de la aeronave, no pude fotografiarlo.
Tras un vuelo perfecto de dos horas, sin escalas, llegué a Jujuy,
Como no llevaba equipaje por bodega, salí de inmediato del Aeropuerto "Horacio Guzmán" y subí a un micro que me depositó a pocas cuadras de la casa de mi mamá.
La emoción me iba embargando a medida que me acercaba.
No quería causarle ninguna afección cardíaca debido la sorpresa, por lo que unos metros antes de llegar, la llamé por teléfono. En un horario inusual, porque en ese momento estoy trabajando en el canal y no utilizo el teléfono.
Eran las 10.20 y hacía mucho frío. Un grado de temperatura.
Mi mamá todavía no había salido a la calle. Aún estaba colocado el candado en la entrada.
Le pregunté cómo estaba pasando su Cumpleaños y me respondió: "con frío, por eso no salí todavía a la calle".
No quise demorarlo más, porque me moría de ganas de darle un abrazo. Así que le dije: "abrime la puerta".
Mi mamá se quedó un segundo en silencio, colgó y en la medida de sus posibilidades, corrió a darme la bienvenida.
Nos abrazamos fuerte y nos dimos muchos besos.
Había conseguido darle la sorpresa tan soñada.
De todos modos, no quise hacerla ilusionar con una permanencia más prolongada.
"Vengo ahora y me voy mañana", le anticipé de inmediato. "Lo importante es que estoy aquí".
Después prácticamente vacié el bolso, en su mayoría con regalos. También le llevé algunos alimentos para sus gatos. Pocos. Porque tenía miedo que no me los dejaran transportar. Y desde ese momento compartimos con mi mamá el mayor tiempo posible.
Ella no puede con su genio y le gusta tener la casa impecable. Limpia todos los días, aún los sábados y domingos.
Pero me puse firme y le impedí que, al menos ese día, toque algún elemento de limpieza. Aunque al día siguiente, y tal como la registré en la foto, estuvo quitando el polvo, antes de acompañarme al aeropuerto.
Por ser el viernes día de feria, el único de la semana, no se pudo dejar la lado la compra de frutas y verduras. Sólo que esta vez contó con mi compañía, mi ayuda económica y para el traslado del carrito.
Asimismo, la acompañé a comprarle la comida para sus gatos.
Además de los obsequios, quería regalarle a mi querida madre, un día "sin cocinar". Y la invité a comer en un restaurante.
Deseaba llevarla a la ciudad, a un local en pleno centro, donde había estado en abril con mi papá y comimos muy bien. Pero se nos hizo tarde y además, mi mamá estaba un poco cansada, de modo que fuimos a uno más o menos cerca de su casa.
Estaba tan encantada de estar con mi mamá, que me olvidé de sacarnos fotos juntas. Y eso que tenía la cámara encima.
A la tarde, tomamos el té y luego nos fuimos a Misa.
Ella tiene la costumbre de ir en sus cumpleaños a agradecerle a Dios por un año más de vida, con salud y el amor de quienes la queremos. Y yo me sumé encantada.
Al día siguiente, me hubiese gustado ver a mi papá. Al menos ir a darle un beso y volver de inmediato, porque tenía que partir al mediodía. Pero no lo encontré.
También había pensado en hacernos unas selfies con mi mamá en el aeropuerto, pero llegamos tan sobre la hora, con la gente haciendo cola para el control policial, que apenas tuvimos tiempo de despedirnos. Y de las fotos me acordé cuando ya estaba por levantar vuelo.
Sólo me quedó la foto que le saqué barriendo y de la cual ella ni se enteró. Porque si se lo decía en ese momento, no le hubiera gustado nada.
Fue un viaje muy corto. Cortísimo. Pero ante todo fue un acto de amor.
Mi mamá cumplió 79 años y estoy consciente que cada vez se achica más la brecha en que no la voy a tener más. Por eso voy a seguir haciendo el esfuerzo para estar el mayor tiempo con ella.
No me atrae hacer turismo, ni por el país ni por el exterior. Sólo sueño con mis vacaciones junto a mi mamá.
Así seguiré haciéndolo.
Este viaje fue lo mejor que se me ocurrió en los últimos tiempos. Salió bien. Hice feliz a mi mamá. Y yo también fui inmensamente feliz.