domingo, 27 de diciembre de 2020

REQUISITOS QUE NO SE CUMPLEN AL VIAJAR EN AVIÓN A JUJUY

 























Mi viaje en este mes de diciembre de 2020 a Jujuy, no lo podría encuadrar como de Turismo, porque en realidad fui exclusivamente a visitar a mi mamá de 85 años, a quien hacía casi un año que no veía.
Pero tuve que ajustarme a todos los protocolos por el coronavirus dispuestos por la Nación y la provincia.
Desde el 1° de diciembre, el gobernador Gerardo Morales, dejó de lado las exigencias de permitir el ingreso sólo a personas esenciales o por algún tipo de urgencia familiar.
Se dispuso que los visitantes llenen una declaración jurada obligatoria, que se tituló "Certificado de verano", que fue la misma exigida a los que decidieron viajar a la costa bonaerense en el fin de semana largo por el día de la Concepción de la Virgen María.
Había que mencionar la Obra Social, a la que se estaba afiliado, siempre y cuando tuviera una sucursal en la provincia, y por tratarse en mi caso de OSDE, que tiene sedes en todo el país, estaba todo en orden.
De lo contrario, era necesario contar con un seguro de vida.
En la declaración jurada, que llené días antes de mi viaje y que incluso llevé impresa, solicitaban mi teléfono y la dirección del lugar donde me iba a alojar, para hacer un monitoreo durante mi estadía, por si acaso tuviera covid-19.
Pero, ni en el Aeropuerto de Ezeiza, ni en el Horacio Guzmán, de Jujuy, me pidieron nada.
En Ezeiza fueron muy estrictos a la hora de ingresar al aeropuerto, ya que los que llegamos más de tres horas antes del vuelo, tuvimos que esperar afuera, hasta que dieron la orden de hacer distintas filas para los tres vuelos previstos para esa madrugada del 10 de diciembre: Jujuy, Córdoba y Neuquén.
En la entrada, nos tomaron la temperatura y ya en el avión, que iba en un 85 por ciento de su capacidad, no se sirvió ningún refrigerio y el personal de abordo, sólo se dedicó a controlar que todos tuvieran el cinturón de seguridad y el barbijo puestos.
Al arribar a Jujuy, personal de Salud nos esperaba para tomar la temperatura, pero nunca solicitaron la declaración jurada, ni tampoco el teléfono y menos aún la dirección de donde íbamos a estar.
Supuse que al volver a Buenos Aires, finalmente me iban a pedir la declaración jurada, pero tampoco sucedió.
Sólo se acercaron enfermeras del Ministerio de Salud de Jujuy, para tomarme la temperatura y allí sí me pidieron el número de documento. Nada más que eso.
Siempre me sentí muy tranquila, porque cumplí con todos los protocolos, no solamente en la casa de mi mamá, sino cada vez que salía a la calle, sobre todo para ir al supermercado.
Mi mamá tenía listos para mí un plato, vaso, cuchillo, tenedor y cuchara, y una taza, que usé siempre, mientras permanecí en su domicilio.
En 16 días, sólo le di tres besos a la persona que más quiero en mi vida. ¡Tres besos!. Nada, para tantos meses de separación.
Le había pedido a mi mamá, que me esperara con alcohol, para desinfectar mi ropa, calzado y equipaje.
Apenas nos saludamos con el codo y de inmediato, comenzó el operativo desinfección en la puerta de su casa.
Yo saqué mis pantuflas de la cartera y luego de ser rociada de arriba a abajo con alcohol, y de desinfectar mi valija y dos bolsos, consideré que ya estaba lista para ingresar a la vivienda.
Tanto ella como yo, teníamos el barbijo puesto y así lo mantuvimos por algunas horas, hasta que al advertir que no tenía ningún síntoma de nada, como fiebre y falta de gusto, y de olfato, nos lo quitamos.
Sin embargo, recién al cuarto día, al sentirme más segura de mi estado de salud, me acerqué y le di un beso a mi mamá.
Días después le di otro beso antes de irme a dormir.
En la Misa de Nochebuena, sólo nos dimos la paz con un codazo y cada una con su tapabocas.
A la medianoche, ya en casa, nos dimos otro beso para desearnos Feliz Navidad.
Y el último beso fue en la madrugada del sábado 26 de diciembre, pero esta vez cada una con su barbijo, cuando me despedí de ella, en el momento que llegó el remisero para llevarme al aeropuerto.
El impedimento de dar besos y abrazos, para protegernos mutuamente, fue lo más doloroso que impuso este maldito coronavirus.
El motivo que me llevó a escribir este relato fue, no sólo que en Jujuy nunca pidieran la declaración jurada que tanto habían insistido que iban a solicitar a cada visitante, sino de lo que fui testigo y parte, al regresar a Ezeiza.
En el avión, todo bien. Me tocó ir sentada sola en una de las últimas filas del fondo, es decir, sin ningún riesgo de contagio.
Y al descender, todos los pasajeros cumplieron con la obligación de bajar en orden. Primero los de las primeras filas y así sucesivamente, hasta los últimos de las filas de atrás.
El proceso se demoró tanto, que al ir a retirar el equipaje, ya había llegado antes que nosotros.
En Ezeiza no nos tomaron la temperatura.
Al salir al hall de entrada, me interesaba sobre todo saber dónde estaban los puestos para los testeos, destinados sólo a los que íbamos a la ciudad de Buenos Aires.
Este es el punto que quiero destacar.
Primero pasé por el stand de la empresa de remises Manuel Tienda León para saber el precio del viaje y el empleado me dijo que si yo no quería demorar mi salida del aeropuerto, no me hiciera el test de covid-19.
Bastaba con decir al personal de seguridad, a la salida, que iba a alguna localidad de la provincia de Buenos Aires o al interior del país, y me liberaba de hacer la cola para el testeo.
En mi caso, decidí ir a hacer la cola como correspondía, con la declaración jurada lista en el teléfono, con dos días de anticipación, lo que facilitó el trámite y en pocos minutos, un empleado del Gobierno de la Ciudad, me acompañó hasta los trailers, donde no tuve necesidad de hacer ninguna cola, ya que de inmediato me asignaron una cabina.
Como se habían terminado los tests, me hicieron en su lugar un hisopado, cuyo resultado, negativo, por suerte, me lo enviaron por whatsapp 24 horas después.
Ya liberada, fui a contratar el remís, que me llevó de vuelta a mi casa.
Este es un momento crucial en lo que hace a la responsabilidad de cada uno.
Así como a mí, que me dijeron que podía mentir que iba a alguna localidad de la provincia de Buenos Aires o al interior del país, para zafar del test, tal vez otros sí lo hicieron, lo hacen y lo harán más adelante.
Lo grave es si alguna de esas personas tiene el virus y no hay nadie que las monitoree. ¿A cuántos podrían contagiar?. Evitar una cola y una eventual demora, podría resultar muy peligroso.
Quiero creer que por ser sábado, no se controlaba la salida de cada uno de los pasajeros, porque si esto sucede todos los días, en lugar de bajar, vamos camino a un aumento exponencial de los casos.






sábado, 21 de noviembre de 2020

CRISOSTO LUCERO TIENE 82 AÑOS Y EMPEZÓ EL SECUNDARIO EN LA PAMPA


Esta nota que produje para el noticiero Telenueve, de Canal 9, salió al aire el 14 de noviembre de 2017 y fue presentada por Jorge Pizarro. 

Es la historia de Crisosto Lucero, un abuelo, de ese entonces de 82 años, que se convirtió en ejemplo por haber comenzado el Secundario a esa edad en la localidad de La Humada, en La Pampa.

Primero el video de la nota y luego  lo que escribí en ese momento para el informe:


Nunca es tarde...

Crisosto Lucero es jubilado, tiene 82 años, vive en la localidad de La Humada, en La Pampa y por estos días se convirtió en noticia porque está cursando el Secundario.

Es padre de dos hijas y tiene diez nietos, y once bisnietos.

En 1.948, cuando cursaba cuarto grado de la Primaria, tuvo que dejar la escuela para dedicarse a trabajar en el campo, criando ovejas, chivos y vacas.

En esa época vivía con sus abuelos en Aguas del Toro, en Mendoza.

Como su padre murió cuando él tenía menos de un año de vida, en Agua del Médano, en La Pampa, directamente no lo conoció.

A su mamá la conoció recién a los 5 años, porque siempre estuvo con sus abuelos paternos.

Pasaron por varios lugares en la zona rural de La Pampa, hasta que se trasladaron a Mendoza.

En La Pampa, fue por primera vez a la Primaria en La Imarra, en 1.945.

En 1.947, también en La Pampa, fue a otra escuelita en Agua Escondida.

Y en 1.948 se instalaron en Aguas del Toro, en Mendoza.

En 1.956 hizo el Servicio Militar y en 1.972 se fue a 25 de Mayo, en la provincia de Buenos Aires, donde trabajó en el Puente Dique y en el canal matriz.

También trabajó en el petróleo más de 20 años en Catriel, Río Negro.

En 1.997 volvió a La Pampa y se radicó en La Humada.

En 2.007 se jubiló y comenzó a pensar en retomar sus estudios, pero recién lo hizo entre 2.013 y 2.015, luego de hablarlo con una de sus hijas y con una maestra, que lo animaron para que terminara la Primaria.

Sin embargo, con se quedó conforme y en este mes de noviembre, comenzó a cursar la Secundaria.

Va a clase de lunes a miércoles y sus materias favoritas son Matemática e Historia.

Ahora se convirtió en un ejemplo para sus hijas, nietos y bisnietos, y para todo el pueblo que lo quiere y lo eligió como delegado de los jubilados.