lunes, 11 de abril de 2022

LA "MISA DRACULERA" VOLVIÓ A SONAR EN EL LUNA PARK

 






Por 16° vez volví a ver "Drácula", el maravilloso musical creado por Pepito Cibrián y Ángel Mahler allá por 1991, y siempre con el protagónico indiscutible de Juan Rodó.

A un poco más de 30 años de su creación y derrotero por varios lugares de la Argentina y el mundo, volvió durante los 10 primeros días de abril de 2022, al Luna Park, que lo vio nacer, cuando aún estaban como sus dueños, Tito Lecture y su tía Ernestina.

Nadie había hablado de su retorno, pero es tan fuerte su atracción, que la obra se puede vender sola, sin publicidad, cada vez que la reponen.

Desde el distanciamiento entre Pepito y Mahler, nadie hubiera imaginado que la vuelta podía ser posible y yo era una de las fanáticas que más lo sentía.

Hasta que los amigos y exsocios se amigaron.

Unos 2 meses atrás, cuando volvía a casa y desde el taxi vi el cartel del regreso, de inmediato compré la entrada para estar en un lugar de privilegio: fila 3 y asiento 25.

Elegí el último día de presentación porque ya iba a estar de vacaciones y quería disfrutarla descansada.

También deseaba ser testigo de la que sus creadores dijeron que iba a ser "la última noche en Buenos Aires", la definitiva, aunque al estilo Chalchaleros, iba a continuar de gira por el interior de la Argentina y el exterior.

Si bien la esencia nunca cambió, en cada reposición, siempre hubo algo diferente.

Desde hacerla en un Luna Park que estaba preparado para el box, pero que de buenas a primeras se convirtió en Transilvania y Londres, hasta hacerla en espacios más reducidos de los teatros.

Además del regreso al protagónico original femenino de Mina, a cargo de Cecilia Milone, lo que me sorprendió fue el ida y vuelta con el público, formado por miles de fanáticos y los que descubren el musical por primera vez y quedan prendados para siempre.

Nunca escuché a nadie que la vio, que me dijera que no le gustó. Si fuera así, fue al teatro con una depresión previa. De lo contrario, imposible que eso sucediera.

Recuerdo que en todas las versiones anteriores, al único que se ovacionaba ante cada interpretación, era a Juan Rodó.

Saltabas del asiento, nos salía de manera natural, directamente del corazón, para quedar con las manos ardidas de tanto aplaudir.

Pero lo que me sorprendió esta vez fue que desde el comienzo y hasta el final, hubo aplausos a las actuaciones individuales de cada uno de los artistas, incluso se ovacionó la imagen de "Drácula", desde las escaleras altísimas, con su capa levantada, amenazante, cuando aún no había abierto la boca.

Ángel Mahler, desde su vuelta a la dirección musical, como en el principio, porque en las últimas reposiciones estuvo a cargo de su hijo Damián, supo encontrarle la vuelta para darle el tiempo al público para aplaudir a cada uno de los artistas y que éstos, reciban en esos segundos el amor de la gente y sin salirse de sus personajes.

Todas las veces, después del intervalo, para volver a introducir a la gente a la historia, la orquesta hace un repaso de la música de la obra, pero sólo de modo instrumental.

Sin embargo, en esta oportunidad, se permitió, que los celulares y cámaras se pudieran usar para hacer una especie de danza de luces, que con la música de Mahler, se convirtió en un espectáculo aparte, increíble y cautivante, en un Luna Park a tope.

Una hermosa manera de iniciar la segunda parte, que se destaca por la búsqueda del malvado "Drácula", al que hay que clavarle la estaca  para impedir que siga chupándole la sangre a la gente para convertirla en vampiros.

Entonces vinieron las escenas entre Juan Rodó y Cecilia Milone, ovacionadas por un público ilusionado en que el amor del "monstruo milenario" fuera correspondido por Mina.

Así, hasta el final, todos fueron aplausos y gritos cargados de amor, admiración y agradecimiento por tanta entrega desde el escenario.

Conmovedoras y genuinas las lágrimas de Cecilia Milone, una grande con todas las letras.

Reconozco que no está bien el uso del térmico "Misa" para describir lo que es "Drácula" para sus admiradores a ultranza y más aún porque el protagonista es un demonio. 

Pero así como a los shows de "Patricio Rey y Los Redonditos de Ricota", los bautizaron "Misa Ricotera", por la devoción que despertaban entre sus seguidores, no me parece descabellado calificar a "Drácula" como una "Misa Draculera".

Ningún musical en Argentina despertó tanta pasión, nunca, y menos mal que sus creadores entendieron que no se podía cortar tanto éxito.

En la noche de la despedida, desde el escenario, después que Pepito Cibrián no parara de hablar, como digno hijo de su mamá, Ana María Campoy, Mahler anunció que, aunque era imposible continuarla en el Luna Park, que ya tiene toda la cartelera completa de recitales hasta fin de año, la obra volverá a reponerse en unos meses en el Movistar Arena.

Imposible no volver a verla.