lunes, 19 de mayo de 2014

ASÍ VIVÍ LA ALEGRÍA POR RIVER CAMPEÓN

Reí, lloré, grité, aplaudí. Todas las emociones juntas para disfrutar de este campeonato número 35° de River Plate, el equipo de mis amores.
Era la revancha del sufrimiento por ese año fatídico, el 2011, en que nos fuimos a la "B".
Pero salimos.
Y en la entereza del regreso, llegó este premio.
Por eso se festejó tanto. Por eso se lloró tanto. Si hasta el duro de Ramón Díaz, se quebró.
Me quedé abrumada y agradecida por la goleada histórica por 5 a 0 ante el plantel del "bocón" Ricardo Caruso Lombardi.
En el interín, compartí los gritos de gol, vía telefónica con mi mamá, de quien heredé mi fanatismo gallináceo. Después de disfrutar de la celebración en Nuñez, a través de la televisión, que también registré con mi cámara, me puse la campera con los colores y el escudo de River, y me fui a vivir la fiesta en el Obelisco.






Sólo la lluvia que empezó a caer de menor a mayor en intensidad, apresuró mi regreso a casa.
Esto lisa y llanamente porque no había llevado paraguas, y lejos estaba en mi espíritu enfermarme. Demasiado "enferma" estoy por River.
Cómo justificarlo en Canal 9. Demasiado con el franco que me tomé al día siguiente, para poder ir a festejar al Obelisco. De lo contrario, iba a ser imposible.
Fui sola, como siempre. Pero no lo sentí así, con tantos corazones latiendo al mismo ritmo.
Me uní a todos los cantos, menos a los discriminatorios, que en algún momento se escucharon, pero la gente en general no acompañó.
Me gustó esta celebración de River, sin incidentes y en familia.
Si bien algunos comercios tuvieron la precaución de cerrar, otros permanecieron abiertos y nadie fue a destrozar nada con la excusa de la "alegría desmedida".
Por suerte River no festeja con violencia, como los de la "vereda de enfrente", quienes celebraron el 12 de diciembre como los incidentes del 21 de diciembre del 2001.
Había mucha emoción en los hinchas de River.
Es que nos merecíamos volver a estar en el podio, como ya se nos había hecho una costumbre en la década del 90', la que tuve la fortuna de vivir en las canchas y lógicamente después en el Obelisco.
Me emocionaron el primer gol de Cavenaghi a Quilmes, el golazo de Ledesma y sus ojos vidriosos, y por supuesto, las contagiosas lágrimas de Ramón Díaz.
Ramón debió enfrentarse a una prueba de fuego. Muy caliente, por cierto.
Porque no sólo se vio obligado a bajar los decibeles y a acordar un nuevo contrato con las flamantes autoridades del club, sino que tuvo que demostrar que podía sacar campeón al equipo, con lo que había, sin grandes estrellas.
Recuerdo que en la década del 90', había muchos que decían que "cualquiera podía sacar campeón a River con los monstruos que tenía". Pero había que hacer jugar juntos a esos monstruos, dejando de lado sus egos. Y el "Pelado" lo consiguió.
Ahora lo hizo con un equipo más humilde, que fue creciendo poco a poco, que se afianzó en su estadio y que tuvo la particularidad de no achicársele a Boca.
Ya en el verano, el River de Ramón se había quedado con la "Copa de Leche", que le ganó a los "xeneizes". Pero la prueba de fuego fue en el campeonato y con la Bombonera hasta el tope, donde los chicos del riojano, les taparon la boca con un triunfo inapelable.
Yo creo que allí River comenzó a creer que era posible la vuelta olímpica.
Ahora estoy cumpliendo la promesa a San Martín de Porres, un santito que ama los animales y que nadie seguramente había recurrido. Por estar "casi en exclusiva para mí", escuchó mis ruegos y de a poco estoy rezando los 10 Rosarios que le prometí si salíamos campeones.
Gracias River por este campeonato. Gracias mami por haberme hecho hincha de este club. Y gracias a Dios por darme esta felicidad indescriptible...