domingo, 29 de enero de 2012

"EXCALIBUR", LA NUEVA GENIALIDAD DE PEPITO CIBRIÁN CAMPOY



Después de haber visto 14 veces "Drácula" y otras comedias musicales de Pepito Cibrián Campoy, no me podía perder su nuevo espectáculo: "Excalibur, una leyenda musical".
Pepito tiene un gran mérito, que casi podría ser parte del Libro Guinness de los Records, como la de conservar por más de 20 años la sociedad con el músico Ángel Malher y el genial barítono Juan Rodó. Es que no se concibe una comedia musical en la que falte alguno de los tres.
Ahora es como una familia, porque Damián Malher, hijo de Ángel, es el que dirige de manera brillante la orquesta en vivo. Y en el staff musical aparecen otros miembros de esta familia. Lo mismo sucede por el lado de Pepe, donde su sobrina Candela Cibrián, quien ya hizo de Mina en "Drácula", es ahora la magnífica malvada Morgana.
Como de costumbre, compré la entrada con casi dos meses de anticipación en el Teatro Astral, para tener una buena ubicación. De modo que el sábado 28 de enero, en la función de las 19, ocupé mi asiento 8 en la fila 5.
Me cuesta mucho dejar de lado mi fanatismo por "Drácula". Porque para mí y para miles de personas, es el espectáculo mejor logrado del trío exitoso.Pero en este caso, traté de ir sin demasiadas expectativas, para dejarme sorprender por la novedad.
Tampoco leí sobre el guión, aunque lo único que sabía por haberlo escuchado en un reportaje a Ángel Malher en Radio 10 y otros comentarios radiales, era que se trataba de una historia relacionada con la espada Excalibur, que tenía varios trucos para sorprender al público y que Juan Rodó asumía un rol con mucha comicidad, muy diferente a sus personajes anteriores.
Para ser sincera, sigo eligiendo a "Drácula". Sin embargo, a diferencia con las otras comedias musicales de Cibrián- Malher, a "Excalibur" la volvería a ver.
Me gustó la puesta en escena con una escenografía y vestuario impactantes. Los trucos de magia, como el de la espada volando por sobre el público, la desaparición de Morgana, reducida a una tela que voló por los aires. Y la levitación de Merlín, el personaje de Juan Rodó y de Guenevier, asumido por Luna Pérez Lening.
Me gustó la voz y actuación de Luna Pérez Lening, quien ya me había sorprendido por su papel de Lucy en la última versión de "Drácula". También la voz de Leonel Fransezze, en el rol del Rey Algac, el padre de Arturo. Ambos al final, se llevaron los mayores aplausos, después de Rodó.
Emilio Yapor, protagonista de Arturo, me pareció un lindo chico con una voz aceptable. Pero no más que eso.
También me impactó la música de Ángel Malher, sobre todo el tema central de la obra. Tanto que me dieron ganas de contar pronto con el CD, como el que tengo de "Drácula".
Y dejo para el final al maravilloso Juan Rodó. Este hombre es sin dudas, el máximo exponente masculino de las comedias musicales en la Argentina y me atrevo a decir, en
América Latina.
Los espectáculos de Pepito Cibrián no serían igual sin él. Perderían la atracción que ejerce su voz, que llega directo al corazón. Son contados los intérpretes que consiguen ese efecto en la gente. Juan conmueve y hace que por más maldad que tenga su personaje, igual se lo quiera.
En esta oportunidad, Merlín es un mago que de malo no tiene nada. Al contrario, es el consejero del rey Arturo para recuperar la espada Excalibur y el artífice para que la pareja central vuelva a estar unida. Y no sólo eso, se destaca por su humor. Sí, Juan Rodó juega con un personaje muy divertido, capaz de atraer a chicos y grandes, porque hace chistes, bailotea en el escenario, lo que demuestra su excelente estado físico, y hace gala de unos trucos de magia.
Juan Rodó vuelve a adueñarse de la comedia musical, como lo hizo siempre, y es el más ovacionado, con el público de pie, al cabo de las tres horas de función. Un genio. Un grande, difícil de superar.

1 comentario:

Yayi Villegas dijo...

Antes de empezar el espectáculo, Pepito Cibrián habló en off, no sólo para pedir que apaguen los celulares, sino también para "rogar" que no filmen ni saquen fotos. Por eso es que tomé uno de los temas, sin enfocar al escenario, sólo porque era maravillosa la interpretación de Rodó. Sí tomé imágenes del saludo final porque la obra ya había terminado. Vale la pena verla.