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domingo, 22 de enero de 2012
TREZEGUET, CAMPEÓN CON FRANCIA Y LA ESPERANZA DE RIVER
Yo sabía desde hace tiempo que David Trezeguet era hincha de River porque él mismo lo había confesado. Por eso cuando me enteré que vendría a vestir la camiseta blanca con la banda roja, me pareció una excelente noticia.
Poco me importó que tuviera 34 años y que el 15 de octubre llegue a los 35. Porque el talento, el olfato de goleador y la experiencia de haber jugado en el Mónaco de Francia, la Juventus de Italia y en la Selección de Francia que obtuvo el campeonato mundial en 1998, por nombrar los equipos más importantes donde jugó, no desaparecen de un día para el otro.
No hay que olvidarse que en la Selección Francesa, por ejemplo, tuvo de compañeros nada menos que al grandioso Zinedine Zidane y a un gran jugador como Thierry Henry, quien incluso elogió el trabajo del franco-argentino.
Trezeguet demostró que sus dotes como futbolista están intactos, en el partido ante Rácing en Mar del Plata, donde transformó en golazo una de las primeras pelotas que tocó, cuando Matías Almeyda lo puso en la cancha en el segundo tiempo.
Por esa genialidad se ganó el corazón del hincha de River, desde el que confiaba en él, entre los que me incluyo, como el más escéptico.
Sin conocerlo personalmente, desde el 98' tengo un afecto especial por este joven nacido en Ruan, Francia, pero criado en la infancia y adolescencia, en la zona norte del Gran Buenos Aires. Y esto tiene que ver con mi trabajo de periodista.
En esa época, que coincidió con el Mundial de Francia, yo trabajaba en el noticiero también los fines de semana. Mi tarea era la de cubrir los partidos de fútbol del Torneo Apertura y del Clausura, y los entrenamientos de la Selección Argentina, dirigida por Daniel Passarella. Es decir, que era un volver a mis raíces, ya que yo comencé en el Periodismo Deportivo, cuando las mujeres que nos dedicábamos a esto éramos muy pocas.
Era obvio que a mí no me iban a enviar a Francia, por lo que tuve que conformarme con cubrir las notas en las casas de los familiares de los jugadores, en el momento en que se jugaban los partidos o una vez finalizados.Es que algunos padres eran muy cabuleros y no querían extraños, o directamente querían estar solos para putear sin quedar escrachados en la televisión.
Debo decir que a mí eso me encantaba, sobre todo porque además me encargaba de producir las notas.
Salvo en el primer partido que me tocó ir con el camarógrafo José Parejo a la casa de los padres de Marcelo Gallardo en Merlo, para los restantes partidos, mi compañero de ruta fue Alejandro Labrone, un amigo muy querido.
En otros partidos, fuimos a Villa Constitución, Santa Fe, donde estuvimos con los familiares, amigos y vecinos de Abel Balbo y Sergio Berti.
La peor experiencia fue el día que Argentina jugó contra Holanda y se me ocurrió que había que ir a ver el partido en "Champs Elysées", el restaurante de Passarella en el barrio de La Recoleta.
No éramos los únicos. Los canales también enviaron a sus periodistas a ese lugar. Sin embargo, todos nos retiramos apesadumbrados. No porque nos hayan tratado mal, porque nos sirvieron comida, y gratis. Sino porque ese día nos quedamos afuera del Mundial y a los periodistas se nos terminaron las notas con los familiares.
Yo no estaba dispuesta a cortar la serie de notas, que habían salido tan lindas. Y me puse a buscar por teléfono a la familia de David Trezeguet, para ir a ver con ellos el partido final del Mundial entre Francia y Brasil.
Así fue que llamando y llamando, llegué hasta el tío comisario del jugador. El señor, muy amable, se sintió muy agradecido que quisiéramos ver con su familia el partido, y nos dijo que los Trezeguet se iban a juntar en la ciudad bonaerense de Lobos, donde vivía su madre, madre además del padre de David.
Con mi amigo Alejandro Labrone tomamos rumbo a Lobos, al salón de un club del lugar, en el que se habían dado cita los primos, tíos y por supuesto la emocionada y encantadora abuela del futbolista.
Nosotros por Canal 9 y los corresponsales de la zona de Canal l3, fuimos los únicos periodistas que cubrimos el acontecimiento. Ese día, por David, todos nos pusimos la camiseta azul y nos hicimos hinchas del "león francés". Y más todavía porque el rival era Brasil.
Los Trezeguet nos atendieron como si fuéramos parte de su familia y nos hicieron partícipes de su rico y abundante almuerzo, con postres y tortas. Sin embargo, más allá de la comida, cada uno se buscó una silla y se ubicó frente al televisor para ver la gran final, y a la espera de disfrutar del juego de David.
Al principio, todo se desarrollaba con compostura. Los familiares del delantero se sentían intimidados por las cámaras y ni siquiera una mala palabra se escuchaba ante una jugada a favor de los cariocas.
Esto fue mientras el ex de Platense estaba en el banco de los suplentes. Pero cuando ingresó al campo de juego, los Trezeguet se olvidaron de las cámaras y comenzaron a alentarlo como si estuvieran en la tribuna del Saint-Denis.
Los goles de Zinedine Zidane, los dos primeros, y el tercero de Emmanuel Petit, se gritaron como si fueran de Argentina. Me imagino la locura, si David hubiera convertido alguno. Hasta el comisario Trezeguet se desató gritando y saltando. Y se emocionó hasta las lágrimas, cuando al final del partido y tras recibir el plantel francés el trofeo de campeón del mundo, en la vuelta olímpica, David Trezeguet se envolvió en una bandera argentina que le cayó de la tribuna.
Lamentablemente para el comisario, su excesiva alegría le jugó más tarde en contra. Sus superiores en la Policía Federal lo sancionaron, luego de ver sus reacciones de hincha en el noticiero de Canal 9.
Pese a la sanción, el comisario se mostró muy agradecido por la cobertura que hicimos en el informativo. La felicidad que le había dado su sobrino campeón del mundo, dejaba atrás cualquier contratiempo.
Por su familia encantadora que nos trató de maravillas. Por ser un jugador con sangre argentina triunfando en Europa. Por ser un futbolista extraordinario, es que desde ese día le tomé un gran cariño a David. Y ahora que está en River, con mucho para ofrecer y dispuesto a dar todo de sí por el club de sus amores, no puedo más que sentirme reconfortada por lo vivido con la familia Trezeguet aquel 12 de julio de 1998, en Lobos.
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1 comentario:
Está visto que mis lectores no comparten conmigo mis colores rojo y blanco, por eso no tuve ninguna devolución sobre Trezeguet. Es cierto, contra Boca en Resistencia no rindió lo que se esperaba, pero es un gran jugador y hay que ponerle las fichas para el futuro.
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