El 13 de agosto fue el tan esperado encuentro entre el Papa Francisco y las Selecciones de Argentina e Italia, en el Vaticano. Un reunión que sirvió para que muchos, dirigentes, allegados y colados, aprovecharan para pedirle una bendición y fotografiarse con su Santidad.
Por eso no era descabellado pensar en la presencia de Carlos Tula, conocido simplemente como "El Tula", acompañado de su inseparable bombo, para darle ruido al acontecimiento.
De acuerdo al testimonio de Carlos Cherquis Bialo, el encargado de prensa de la Selección, el Papa Francisco preguntó por él, porque no fue incluido entre los 50 que ingresaron al encuentro.
"¿Está el Tula?, que pase...", habrían sido las palabras del Sumo Pontífice, según el periodista. Y luego que todos se retiraron, lo hizo pasar para abrazarlo.
Debo decir que esto me "hizo ruido". Me molestó, por un episodio que aún conservo en mi memoria.
Cuando Tula apareció con su bombo hace varios años, me pareció un personaje divertido y muy valiente. Sobre todo porque el tipo se bancó con su golpeteo del parche, ser peronista en la época del Proceso. Y nunca abandonó su imagen de representativo del pueblo justicialista.
A eso se sumó su costado futbolero. Fanático de Rosario Central, fue ídolo en su hinchada. Pero no se quedó sólo con su acompañamiento al equipo rosarino, sino que lo extendió a la Selección Argentina. Y esto lo llevó a viajar por el mundo, en cada campeonato mundial, transformándose en el bombo estrella de la hinchada argentina.
Todos los que querían salir en las fotos o ser filmados, se ponían a su lado, porque aparecían seguro.
Por el lado político, y ya sin Perón, "El Tula" siempre estuvo al lado de los candidatos del Partido Justicialista en las elecciones nacionales.
Así sucedió con Carlos Menem en las elecciones de 1989, donde el riojano resultó elegido presidente el 14 de mayo.
La campaña se hizo fuerte en el verano de ese año, donde Menem, que se había amigado con Zulema Yoma, se instaló en Mar del Plata, para despertar el interés de los futuros votantes.
Yo estaba en esa ciudad, instalada por casi tres meses, trabajando como enviada especial de la revista "La Revista".
Me alojaba en el Hotel Hermitage, donde se centraba toda la movida del verano. No necesitaba caminar demasiados pasos para tener a mano a mis entrevistados, varios de los cuales también se alojaban allí.
Menem y Zulema se alojaron no sólo en el mismo hotel donde yo estaba, sino también en el mismo piso. Su cuarto quedaba a pocos pasos del mío. También tomaron otros cuartos para sus colaboradores. De modo tal que el tercer piso se convirtió en una Unidad Básica.
Cada vez que subía o bajaba del ascensor, me encontraba con el ex presidente, que siempre tenía un chiste para hacer, Zulema, sus respectivos secretarios, políticos, sindicalistas y además, El Tula, que no sé si estaba en el hotel, pero su presencia era constante en el lugar.
Como soy muy respetuosa, saludaba a todos, aunque con los únicos que intercambiaba alguna palabra era con Menem y Zulema. A los demás, sólo saludos, porque no tenía de qué hablar con ellos.
Era raro que el matrimonio riojano no tuviera una radio. No la tenía. Así que cada vez que Menem iba a ser entrevistado en alguna emisora de Mar del Plata, Zulema me enviaba a su secretario para pedir prestada mi radio, para escucharlo.
Todo bien con la gente de Menem, hasta que una noche, tarde, siento que golpean la puerta de mi cuarto. Al principio pensé que era mi fotógrafo, pero él nunca venía a mi cuarto. Sobre todo porque cuando terminaba la tarea, se iba por ahí con alguna chica.
Mientras caminaba hacia la puerta, pensé en Zulema. Pero tenía entendido que a esa hora, su marido no iba a estar en ninguna radio. De modo que la única manera de saber de quién se trataba era abrir.
Cuando lo hice, me encontré con El Tula. Y sin el bombo.
¿Qué hacía ahí?,¿lo había enviado Menem?, ¿tal vez Zulema?. Nada que ver, el tipo estaba por propia iniciativa. Y que nada tenía que ver con la política.
Le pregunté qué quería, mientras ya me estaba sintiendo molesta por su presencia. Entonces, con una mirada libidinosa, me dijo: "¿Me dejás pasar?". Indignada, mi respuesta fue simple: "No". Y le cerré la puerta en la cara.
Un desubicado.
Desde ese día se desvaneció para siempre mi simpatía hacia el personaje pintoresco del bombo. Y aún me dura. De lo contrario, no lo hubiera recordado en este blog...
1 comentario:
Está visto que este fue el escrito que menos interés produjo. Se entiende, que "te tire los perros el Tula", no es lo mismo que lo haga un artista o alguien famoso por otros méritos. Así que, de todos modos, gracias a los que lo leyeron y no les dio ni siquiera para decírmelo en persona. Hasta luego.
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