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sábado, 5 de noviembre de 2011
FITO, JUAN, ROSARIO Y EL HALLAZGO DE UNA AMIGA
Ser testigos de la historia es algo que no tiene precio, a la hora de hacer un balance. Con algunos acontecimientos, sobre todo musicales, me sucedió. Y no puedo menos que agradecer por eso.
En el otoño de 1985 tuve la fortuna de cubrir para la revista "Siete Días" el regreso triunfal de Juan Carlos Baglietto y Fito Páez a su ciudad natal, en un recital apoteótico en el Estadio de Rosario Central.
Ambos volvían como hijos pródigos del terruño, luego de sus respectivos éxitos, porque ya no estaban juntos. Fito se había alejado de la banda de Juan en 1983 para unirse al grupo de Charly García. Y cada uno había conseguido consagrarse por separado. Pero habían vuelto a juntarse para este retorno.
De ese viaje a Rosario tengo muchas aristas para destacar.
"Siete Días" fue el único medio de Buenos Aires invitado para contar la fiesta de música y emoción.
Como compañero para esta nota conté con José María Arteaga, "El Negro", un lujo como fotógrafo y excelente persona.
Viajamos con los músicos en el mismo micro, muy bien atendidos por la gente de la productora de Daniel Grinbank, en este caso representada por Liliana Amuchástegui, encargada de Prensa de la empresa.
No nos conocíamos con Liliana, pero en el trayecto hasta Rosario nos sentamos juntas, charlamos sin parar y ese fue el nacimiento de una amistad que perdura hasta hoy, pese a que hace mucho tiempo que no nos vemos. Desde esa vez, compartimos comidas, Cumpleaños (la foto que publico en este blog es de uno de mis Cumpleaños), salidas, recitales, risas, lágrimas y secretos.
Ella ahora está casada, es madre de dos hijos y vive actualmente en Estados Unidos. Lo bueno es que seguimos conectadas por Facebook. Es poco. Peor es nada.
Liliana fue una amiga amorosa que me gané en esta gira de la "Trova Rosarina".
Conocer Rosario fue para mí otra bendición. Mi mamá adoraba a esa ciudad, en la que estuvo cuando era una adolescente. Y fue un placer recorrerla, aunque esto fue un poco a las apuradas, porque dependíamos de la actividad de los artistas.
El día previo al gran concierto, llegamos de madrugada y nos fuimos a dormir de inmediato al hotel, porque desde la mañana se venía una jornada muy movida: Juan y Fito debían realizar un raid por radios y los Canales 3 y 5, que en ese momento eran los únicos en Rosario, para promocionar el espectáculo. Y como nosotros estábamos con ellos, debíamos adaptarnos a su ritmo. Además, en algún momento, yo también tenía que entrevistarlos, así que me convenía tenerlos cerca.
Ni Baglietto ni Páez nos registraban demasiado. Estaban en la suya. Con los nervios lógicos por lo que debían enfrentar desde el escenario. Y además muy ocupados con sus chicas. Habían llevado a sus respectivas novias. Juan a Jorgela y Fito a Fabiana Cantilo. Sin embargo, debo reconocer que a la hora de la entrevista, se prestaron con la mejor de las ondas.
Fito nos invitó a su casa, donde conocí a su papá. También conocí a su abuela Belia y a su tía, de quien no recuerdo su nombre, dos mujeres que varios años después fueron noticia cuando aparecieron asesinadas en esa misma casa. Un hecho tremendo para Fito, que para esa época ya había perdido a su padre.
Don Rodolfo, con una enorme amabilidad, me abrió su corazón y me contó algunos detalles de la vida de su hijo, que marcaron su personalidad y lo convirtieron asimismo en un músico extraordinario.
Lo que voy a reproducir a continuación es un fragmento de la nota que escribí, del diálogo que tuve con don Rodolfo. Porque a pedido de mis jefes, en lugar de referirse al concierto de ambos músicos, tuve que centrarla en un reportaje a Fito con menciones a Baglietto y en menor medida al impresionante recital.
"Mi hijo -dice don Rodolfo Páez, ex funcionario municipal- tuvo la mala suerte de perder a su madre cuando tenía solo ocho meses de vida y eso, sin duda, le creó problemas familiares. Somos tres: mi madre (Belia), Fito y yo. Hasta que gracias a mi carrera dentro de la Municipalidad, pude lograr una posición que me permitió abrirle las puertas de la cultura a mi hijo. Empezó a estudiar música, como siguiendo el camino de mi esposa que fue concertista de piano, y cuando no pudo ingresar a Ciencias Agrarias porque no había cupo, me dijo que había optado por la música".
"Al principio no me gustó su tendencia por el rock, porque estando en contraposición a ese estilo de vida, no tenía muy buenas referencias por aquello de la droga y otras cosas. Pero ahora que ha triunfado, lo veo con tranquilidad y no dejo de aconsejarle que siga siendo humilde y nunca abandone su preparación musical. Además, descubrí que cambió mucho. Ahora es más abierto, más afectivo, tanto es así que cuando puede se toma un avión para venir a vernos..."
Mientras dialogaba con don Rofolfo, fui testigo de la conflictiva relación que tenía por ese entonces Fito con Fabiana Cantilo. Ambos con mucho carácter, explotaban a cada rato. Escuché gritos y algunos portazos. Al parecer se querían, pero no se soportaban, y el final de la relación a la larga se produjo. Ahora son grandes amigos.
En el hotel donde nos alojábamos con los artistas, conocimos a don Tito, el papá de Juan, un tipo simpático que me cayó muy bien. Quería llevarnos al fotógrafo y a mí a comer a su casa en el barrio de Arroyito, muy cerca del Estadio de Central. Pero tuvimos que desistir porque no nos dieron los tiempos.
La noche del concierto fue otro momento supremo para destacar.
Llegamos en el mismo micro que los músicos y nos entregaron unas credenciales que nos permitían movernos por donde quisiéramos, incluso en la zona de camarines. Éramos parte del grupo. Unos privilegiados.
Juan Carlos Baglietto y Fito Páez venían de llenar estadios y teatros en Buenos Aires, de vender discos, de lograr un nombre. Pero enfrentar al público de casa, a los amigos, a los conocidos, a los que los vieron tocar los primeros instrumentos, cantar, crecer, soñar con el triunfo, era también tan difícil como llenar un Obras Sanitarias.
Sin embargo, 10 mil almas estuvieron allí, pegadas al alambrado y en el campo de juego, dispuestas a rodearlos de cariño y sobre todo felicitarlos por dejar tan bien parada a la ciudad. Y los chicos sintieron el impacto. No tuvieron vergüenza al dejar que sus lágrimas les bajaran por las mejillas. Es que valía la pena tanta comunión de amor y reconocimiento.
Fue emotivo e irrepetible, y como lo dije al principio de mi escrito, agradezco haber estado allí para disfrutarlo, recordarlo y hoy contarlo como si hubiera sido en las últimas horas.
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3 comentarios:
Seguramente por la reflexión desafortunada de Fito Páez cuando criticó a los votantes de Macri en la ciudad de Buenos Aires, es que nadie opinó sobre mi escrito. La experiencia en Rosario, en cambio, para mí fue muy buena. Y en este caso, única. Gracias de todos modos a los que lo leyeron y al menos lo puntuaron.
Desafortunada? yo creo que fue muy afortunada. No soy fanatico de el pero me gustó la nota.
Gracias Spike 03 por tu comentario. Los elogios alimentan el alma. Saludos.
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