domingo, 24 de octubre de 2010

LOS 50 DE DIEGO




Y Diego llegó a los 50...


Demasiada vida en apenas cinco décadas. El auténtico Ave Fénix, que vivió, murió y resucitó de sus propias cenizas. Una y mil veces.

Cuánto camino recorrido. Cuántas buenas. Cuántas malas. Cuánta vida vivida al límite. Y el tipo llega indemne, como si no le hubiera pasado nada...



"Nada". Qué palabra más alejada para la vida de Diego Armando Maradona, un polvorín en el fútbol y en su vida personal. Un elegido de y por la pelota. Un elegido de la gente. Un protagonista permanente en todos los ámbitos.



Porque se puede ser bueno con la redonda, pero la idolatría la consiguen pocos. Y Diego es un ídolo. Indiscutible, por donde se lo mire.



Por su magia en las canchas. Por su sensibilidad. Por su entrega. Por su personalidad avasallante. Por su solidaridad. Por su irreverencia. Por ser políticamente incorrecto. Por ser único.

A Diego se lo ama o se lo detesta. Pero eso sí, nunca pasa inadvertido.



No lo conozco. Menos él a mí. Sólo dos veces lo entrevisté. Cuando hace más de 20 años intentaron secuestrar a sus hermanos "Lalo" y "El Turco" y hablé con él en la entrada de su quinta en Moreno. Y la otra fue a las apuradas para la revista "La Revista", en el estacionamiento de Canal 9, cuando salía tras haber participado en "Grandes Valores del tango". Después, algunas declaraciones en las canchas. Pero siempre en el montón, tapada por los demás periodistas.



Sin embargo, me alegro que así sea. La gente que se admira, a veces genera más expectativas, y cuando se la conoce, se pierde el encanto. Yo me quedo con el encanto. Sin desilusiones.



Por eso me pongo del lado de los que lo aman. Ni River me hizo llorar de emoción las veces que lo ví campeón. Sí lo hizo el segundo gol que Maradona le hizo a Inglaterra en el Mundial de México en 1986.



Es inexplicable. ¿Iré ya por las 500 las veces que lo ví?. No lo sé. Tal vez más. Sólo sé que siempre me detengo a observarlo como si fuera la primera y no puedo evitar que se me caigan las lágrimas. ¿Hay algo más lindo que ese gol para los que elegimos el buen fútbol, amamos a la Selección Argentina y admiramos a su autor?. No, no lo hay.


Eso es magia. Eso es poesía. ¿Cómo no se iba a ir del relato Víctor Hugo Morales, para que afloren los sentimientos de un hombre que también lloraba?. Porque es lo que él mismo dice: "fue mi peor relato, porque no describí la jugada". Y eso a la larga, qué importó, si todos nos quedamos con el grito emocionado y la surrealista descripción de "barrilete cósmico".



Nadie más que Maradona podía conseguir que el relator descarrilara por unos segundos. Y hasta los ingleses, en sus propios relatos, se rindieran a semejante maravilla.



En otros tiempos, admiré al "Pelusa" de Argentinos Juniors. Una explosión de talento en bruto. Alguien que estaba destinado al estrellato

Sin embargo, no me gustó en absoluto su pase a Boca. Porque no podía querer a alguien que me iba a hacer sufrir. Y el muy "guacho" lo hizo. Su corazón boquense lo hacía disfrutar como nunca, cuando le ganaba a River. El "10" era una espada certera para destrozar mi corazón "gallina".


No puedo olvidarme de ese "olvidable" clásico de 1981, cuando perdimos 3 a o y Diego le hizo una joyita a mi admirado Pato Fillol. Porque había que hacerle goles a Fillol. Sólo Diego podía humillarlo de ese modo y con lujo incluido.

Es tan intensa su vida, que de Maradona me quedan pantallazos. Los buenos y los malos.


En 1982 se incorpora a Barcelona. En 1983 resulta brutalmente lesionado por Andoni Goikoetxea, lo que lo obliga a estar varios meses parado. En ese impasse, creo que tuvo su primer contacto con la droga, una perdición para su vida, que le impidió incluso que su carrera se extendiera por más años, como sucedió en cambio con José Luís Calderón.

De haberse cuidado, Diego no hubiera tenido límite.Pero la droga no sólo le "cortó las piernas", sino que le socavó el cerebro en las "caidas" y "recaidas" que lo tuvieron como protagonista.

Aún así, su siguiente desempeño en el Nápoli fue realmente glorioso. Nadie como él le hizo ganar una Copa UEFA y dos scudettos. Y le creó un estilo propio.

Su paso por Italia marcó tanto su vida futbolística como personal. Allí nació Diego Jr. en 1986, su hijo obligado a reconocer por la Justicia. Al año siguiente, pero en Buenos Aires, nació Dalma y en el '89, también en Argentina, vino al mundo Giannina.

Cuando el tema de la droga le fue cerrando puertas al fútbol, con fatídicas suspensiones, en 1991 decidió retornar al país. Y el 24 de abril se produjo uno de los espectáculos más lamentables, y que a mí me dolió muchísimo, como fue la detención por tenencia (y consumo) de estupefacientes, en un departamento que tenía en Caballito. Recuerdo su salida, rodeado de policías y de cámaras, vistiendo un suéter ordinario y con la mirada perdida.


Sin embargo, otra vez como el Ave Fénix, típico de escorpiano, se recompuso y en el '92 llegó a un acuerdo con el Sevilla, donde tenía a Diego Simeone como compañero y a Carlos Bilardo como técnico.

Personalmente, disfruté como nunca de esa transferencia. Enrique Moltoni, compañero en "Nuevediario" y uno de los pocos periodistas amigos de Diego, fue enviado a España para cubrir el retorno del "10". A mí me tocó recibir por satélite todo el material que cubría en forma exclusiva: Diego en familia, con sus compañeros y hasta bailando con Claudia en una disco el tema de Los del Río, "Sevilla tiene un color especial".

En el '86 se produjo la explosión de un enorme Diego en la Selección Argentina. Nos dió todo: magia, emoción, "venganza", si se quiere hacia los ingleses por Malvinas, y más que nada la gloria de levantar la Copa del Mundo.

En el '90 estuvimos a un paso de volver a tener la Copa. Pero ese árbitro insufrible llamado Codesal, nos negó el Campeonato Mundial. ¿Cómo no íbamos a llorar todos con Diego, en el momento de la premiación, cuando las cámaras dirigidas por la televisión italiana, se detenían como una burla en el llanto del jugador argentino?.

En el '93 volvió al país para jugar en Newell's. Hasta que en el '94, se produjo una nueva oportunidad en la Selección, para jugar el Mundial de Estados Unidos. Allí apareció la maldita efedrina, la que "le cortó las piernas". Y volvimos a llorar con él. Pero otra vez de dolor.

En el '94 se puso el buzo de D.T. para una poco felíz actuación en el Mandiyú correntino. Y en el '95, le sucedió lo mismo en Rácing.

Sin embargo, le faltaba una etapa más en Boca, que fue la última como jugador. El 25 de octubre del '97 "colgó los botines" en el fútbol oficial. Justo un 2 a 1 ante nosotros, como para reafirmar que se iba "teniéndonos de hijo".

En ese tiempo, se repitieron los episodios de salud, causados por el consumo de drogas, que sumados a otros excesos, se convirtieron en una bomba para su anatomía.

Diego quiso salir del "veneno" de la droga y se fue a Cuba a buscar la rehabilitación. Pese a estar cerca de su amigo y admirado Fidel Castro, su situación, allá solo con Guillermo Cóppola, sin sus adoradas hijas, resultó muy difícil.

Por eso, la visita de Rodrigo, que fue llevado por el programa "Versus", significó para Diego una inyección de optimismo. Era la primera vez que se veían y allí, el cordobés le cantó en vivo el tema "La mano de Dios". Cómo lloré con ese programa. Rodrigo cantando en un restaurante con músicos cubanos y todos revoleando las servilletas.

Pero por esas cosas del destino, nunca más volvieron a verse, porque Rodrigo murió en un trágico accidente el 24 de junio de 2000. Y Diego, siempre presente para despedir a los grandes, se vino desde Cuba para darle su último adiós.

Así llegó el 10 de noviembre del 2001, donde jugó en la Bombonera, su partido despedida. Aquel en el que lanzó la famosa frase: "Yo me equivoqué y pagué. Pero la pelota no se mancha".

Los años siguientes estuvieron cargados de serios problemas de salud, que lo tuvieron al borde de la muerte. También en el 2003, se divorció de Claudia Villafañe y se peleó con Guillermo Cóppola.

Sin embargo, el "eterno" Maradona volvió a reinventarse a sí mismo.

Hasta se dió el gusto de conducir su propio programa de TV, "La noche del Diez", con el que incluso ganó un Martín Fierro.

Después llegó la posibilidad de dirigir a la Selección Nacional. Su Selección. Y todos los que lo queremos estuvimos con él para apoyarlo en la patriada de ganar en Sudáfrica.

Los que lo queremos festejamos los triunfos, nos enternecimos con el Diego padre y abuelo, y "padre postizo" de los jugadores. Pero Alemania, con 4 balazos letales, le quitó (y nos quitó) la ilusíón de volver a ser campeones. Y a Diego volvieron a "cortarle las piernas".

Así llega a los 50, con un sueño frustrado en la Selección. Pero como Ave Fénix que es, estoy segura que va a tener revancha. No ahora, porque hay muchos que se lo van a impedir. Pero Diego va a volver. Diego va a sacar campeón a Argentina. Y ahí tendrá que poner la firma, porque la novela de su vida, habrá llegado a un final felíz.



1 comentario:

Yayi Villegas dijo...

Me quedé con las ganas que alguien escribiera algo en este blog. Aunque debo agradecer los comentarios que recibí personalmente y por facebook.