domingo, 5 de mayo de 2013

"LOS MURITOS"...GATITOS LINDOS, CALLEJEROS Y EN PELIGRO


Eran varios los años que de manera espaciada, me acercaba a alimentar a unos gatos abandonados en un predio que había sido una terminal de ómnibus en San José y Constitución, en el barrio porteño de Constitución.
Pero fue el año pasado que incrementé mis visitas, los fines de semana, días de franco, feriados y vacaciones.
Ya no eran los mismos gatos de entonces, pero con los que están ahora logré una enorme afinidad, que me obligó a seguir visitándolos.
No se podía ingresar al lugar porque desde que dejó de ser la terminal de ómnibus, fue clausurado y sólo se podía acceder a través de un portón, cerrado siempre con un candado.
Sin embargo, los animales entraban y salían a través de un agujero grande cercano al portón. Era cuestión de acercarse y llamarlos para que dos de ellos, uno gris oscuro y otro gris y blanco, ambos de gran tamaño, salieran a comer. A los otros, más ariscos, había que dejarles el plato con comida a través del agujero.
Hasta ahí todo bien. Pero en octubre de 2012 me encontré con la desagradable sorpresa que el agujero había sido tapado con cemento y que los gatos habían quedado atrapados adentro.
La angustia fue tremenda cuando descubrí que sólo quedaban dos agujeros que por fortuna no podían taparse porque actuaban como desagüe del predio. Sólo que los veía demasiado pequeños para que los gatos pudieran salir por ellos.
Además, la inmobiliaria había colocado un cartel que decía: "se alquila". Es decir que se volvía más incierto el destino de los animalitos.
Miraba el muro y me preguntaba cómo iba a hacer para arrojarles carne u otro tipo de alimento. Imposible con una altura de unos cuatro metros.
Desesperada me arrodillé ante uno de los agujeros y comencé a llamarlos para saber si habían quedado adentro. Y con sus maullidos, no tardaron en responderme.
A duras penas pude ingresarles un platito con comida. Y me sentí muy satisfecha cuando escuché que masticaban la carne y el atún que les había acercado.
Aunque no soy de pedir ayuda, decidí filmar y fotografiar el frente del predio, destacando el agujero tapado con cemento y los agujeros de menor tamaño, y escribí con ese material una denuncia que se la envié a Roxana Lunardón, una proteccionista con la que tengo un mayor acercamiento, para que lo divulgue entre sus pares.
Varias personas que no conocía no tardaron en hacerme llegar sus muestras de solidaridad, sugerencias y hasta el ofrecimiento de acercarse al lugar para ayudar a sacar y luego dar los gatos en adopción.
Fue una revolución de apoyo que me apabulló, al extremo que me arrepentí de mi carta, porque hasta tanto se les diera un destino a cada uno, yo al menos no tenía dónde dejarlos. En casa no era posible ya que mis tres gatitos son muy celosos y no soportarían a uno o más intrusos. Y corrían el riesgo de ser agredidos.
Entonces tomé la decisión de parar la pelota. Les agradecí a todos la solidaridad y los consejos, y les dije que ante todo iba a hablar con la inmobiliaria para que me deje sacarlos. Más adelante les iba a informar el resultado de las negociaciones y si iba a seguir necesitando su colaboración.
Nunca volví a hablar del tema con los proteccionistas.
Tardé algunos días en comunicarme con la inmobiliaria porque si me decían que iban a abrir el portón para rescatarlos, quería que fuera un viernes a la tarde o un sábado a la mañana, que es cuando el tiempo me lo permite.
El día que llamé, previamente había pasado por el predio para dejarles comida a los felinos y me encontré que la inmobiliaria había sacado el cartel. Eso significaba que el predio había sido alquilado. Me lo confirmó la empleada de la inmobiliaria, quien se negó a decirme a quién.
El alquiler me inquietó, ya que al no saber qué se iba a hacer en el predio, la situación de los animales se volvía muy incierta. Más aún si se decidía construir, porque en ese caso seguramente los obreros los iban a tirar a la calle. O ellos, asustados por el ruido de las máquinas, se iban a retirar por sus propios medios quien sabe a dónde.
Por un tiempo seguí dándoles de comer a través del agujero porque suponía que no podían salir, ya que de verdad las aberturas son muy pequeñas para el tamaño, sobre todo para dos de los cinco gatos.
Tal vez obligados por el hambre, un día esos mismos gatos tomaron la decisión de salir. Los dos grises se animaron a la libertad.
Fue una agradable sorpresa la que tuve una mañana cuando tras llamarlos, el gris oscuro sacó la cabeza por uno de los agujeros, se arrastró y salió a la vereda.
El otro gato no se quedó atrás. También sacó la cabeza por el otro agujero, se esforzó para vencer la pequeña abertura y tras salir, comenzó a moverse de un lado a otro, mientras yo los acariciaba a ambos.
La emoción invadió mi espíritu. Los gatitos habían dejado de ser esclavos del muro.
Ese día comieron en la vereda, mientras los restantes, ariscos, lo hicieron como siempre a través del agujero.
Para ese entonces ya los había empezado a llamar "los michis del muro" y con el tiempo, los denominé y lo sigo haciendo como "los muritos".
Opté por no ponerles nombre porque es una cercanía que me compromete a llevármelos a casa. Con decirles "michi", ellos entienden. Si al fin de cuentas, lo que les importa es que los alimente con comida rica.
Nunca había visto a nadie trabajando en el lugar, incluso cuando estando de vacaciones, fui a darles de comer durante la semana. Hasta que a través de mi tía me enteré que el predio había sido alquilado por una empresa vecina que comenzó a utilizarlo como playa de estacionamiento de sus directivos.
Un alivio, porque esto no afectaba la vida de los gatitos.
Pero en las últimas horas, al espiar por un agujero del portón, descubrí varias camionetas estacionadas y una mujer que se acercó cuando le estaba dando de comer a uno de los gatos y que suele alimentarlos como yo, me dijo que iban a empezar a construir. Incluso, por uno de los agujeros pude ver la arena acumulada.
Ahora sí el futuro de los gatitos se volvió incierto.
La mujer me contó, no sólo que ella había sido quien había hecho castrar a los dos gatos más mimosos, sino que está preocupada por los animales. Le gustaría que aparezca alguien responsable que los adopte.
Ojalá que los obreros no atenten contra los animales y mientras tanto, se pueda lograr una solución para que encuentren un hogar dónde vivir. Separados o no, pero un hogar para cada uno, incluidos los ariscos.
Los felinos están gordos porque comida no les falta . No soy la única que les acerca alimentos. Son al menos dos mujeres más las que les cocinan polenta, arroz y carne, y les llevan alimento balanceado. Y algunas también les dejan agua.
Sin embargo, tengo la impresión que ellos prefieren los sobres y latas de comida de gato, atún y pedacitos de carne e hígado que les llevo. Devoran todo en un instante.
En cambio, siempre encuentro sobras de arroz y sémola amarilla. Un día encontré unos huesos, que más para gatos era para perros. Por lógica, los gatos no los habían tocado.
Así que cada vez que voy, limpio el lugar tirando todas las sobras y les dejo la comida que ellos tanto disfrutan.
Lo más terrible es cuando llueve porque los agujeros se llenan de agua. Los gatitos no sólo no pueden salir a la vereda, por más hambre que tengan, sino que debo ingeniármelas para poner los alimentos en recipientes que no se hundan y se moje el contenido.
Un día me fui riendo de casa, ya que con un palo y un cartón que venía en el pack de la película sobre el general San Martín, "Revolución", hice una especie de pala para poder hacer pasar el plato a través del agujero. Esa especie de pancarta que armé, me hacía parecer como si estuviera haciéndole la campaña a Rodrigo De la Serna, el protagonista. Y eso fue lo que me causó tanta gracia.
Aunque el cartón fue devorado por el agua y algo de la comida se les mojó, al menos los michis pudieron comer luego de varias horas de una intensa lluvia.
Me conmovía verlos desesperados, mojando sus patitas con tal de alcanzar un pedacito de carne.
Así sucede siempre con el agua. A veces, no pueden ni acercarse a ninguno de los agujeros porque además de estar inundados, se acumulan hojas y basura.
El día de la gran tormenta, el 1° de abril pasado, yo estaba de vacaciones en el norte argentino y no podía dejar de pensar en los gatitos del muro. Recuerdo que le decía a mi mamá: "pobrecitos, qué mal deben estar pasándolo "los muritos", cuánto tiempo van a tener que estar sin poder comer por culpa de los agujeros inundados".
Difícil la vida de este grupo de gatos que me llevaría encantada a casa, pero que no puedo hacer, no sólo por los celos de los míos, sino sobre todo porque no quiero cargar a mi tía con más animales para atender, cuando me ausento para ir a visitar a mi familia.
Tal vez este escrito sirva para que algunas personas descubran a "los muritos" y opten por abrirles las puertas de sus casas y de sus corazones.
Claro que los voy a extrañar. Ya son parte de mi vida. Pero si sé que están bien cuidados, mimados, felices bajo un techo, yo estaré feliz por ellos.

2 comentarios:

Sergio dijo...

La empresa que alquilo el predio es Cablevision,y hoy,6/5/13,vi como taparon uno de los dos agujeros que quedaban,el cemento esta casi fresco.La fabrica de helados de la vereda de enfrente,tiene como encargados o dueños,a unos soretes de bipedos sin plumas,que años atras,les pagaron a unos"planes sociales"que se habian encajado en el interior del lugar,para quelos mataran....tarea que por supuesto estos inclitos ciudadanos izquierdohumanizantes llevaron a cabo con la mayor celeridad y crueldad posibles,ya que varios no murieron en el acto,pero aparte de los que quemaron vivos,otros aparecieron despanzurrados,y con las visceras expuestas.Mi pobre vieja,que a diario los alimentaba,tuvo que precenciar la agonia de alguno de ellos,y hasta el dia de hoy no puede olvidarlo.La empresa es El Fundador,y no me extrañaria que tengan algo que ver......CASTRACION Y ESTERILIZACION YA!!!!!.......para los perros y gatos de la calle tambien!

Yayi Villegas dijo...

Es terrible Sergio lo que me contás. Me preocupa qué pasó con los michis, que no los maten como a los anteriores. Ojalá hayan podido escapar. Lo peor es que durante la semana no puedo ir. Si vos tenés novedades, hacémelo saber por este medio o por correo electrónico. Gracias por leer mi escrito. Saludos.