Se cumplen 15 años del día que una banda de delincuentes, disfrazados con pelucas, y con armas de fuego y granadas, entraron a robar a Canal 9.
En ese entonces, estábamos todavía en Gelly y Salguero, en el barrio de Palermo, y el dueño era Alejandro Romay.
No soy la única que cree que fue una entrega.
Ese día, 3 de noviembre de 1995, era la última vez que nos pagaban el sueldo en mano, en una ventanilla que quedaba en uno de los tantos vericuetos que tenía ese edificio.
Al mes siguiente, el pago se iba a hacer vía bancaria. Es decir que para los ladrones, era "un ahora o nunca". Y fue un "ahora".
El copamiento se produjo a pocos segundos de las 8 de la mañana.
Yo hacía apenas cinco minutos que había ido a cobrar y volví a la redacción, que quedaba a unos 20 metros de la entrada de la emisora, sobre el lado izquierdo.
Estábamos en plena producción del noticiero del mediodía, sacando los equipos a la calle para la cobertura de distintas notas.
Todo se desarrollaba de manera normal. No hacía mucho que teníamos a una nueva directora del informativo, Lucía Suárez, y estábamos en ese momento con la productora ejecutiva.
De pronto llegó a la redacción Jorge Carlos, uno de los editores, con el rostro pálido. Como estábamos acostumbrados a su carácter bromista, me llamó la atención, y le pregunté qué le pasaba.
Casi temblándole la voz dijo: "están robando en el canal".
Al principio no le creí, porque no entendía cómo había llegado hasta donde estábamos nosotros, sin que los delincuentes lo detuvieran.
"Sí, es verdad, están robando", volvió a repetirme.
Fuí hasta la puerta de la oficina y espié lo que sucedía en la entrada.
Era cierto. En ese momento, un tipo armado empujaba al personal que iba entrando y lo iba encerrando en la pequeña oficina de Seguridad, previo retiro de los celulares, que en esa época eran enormes y difíciles de ocultar.
Le dije a mis compañeros: "Tiene razón. Están robando".
Mi escritorio quedaba detrás de una pared, por lo que desde la puerta no podían verme. Quise aprovechar esa ventaja para llamar a la policía, antes que los delincuentes entraran a buscarnos.
Lo bueno es que pese a que los delincuentes habían cortado las líneas telefónicas del canal, como nosotros teníamos líneas directas, no nos había afectado.
Yo corrí hasta mi lugar, tomé el teléfono y me escondí debajo del escritorio para llamar a la Policía.
Mientras tanto, la productora ejecutiva, que parecía inmutable, hablaba por teléfono con Lucía Suárez, que estaba en su casa.
Por suerte, cuando marqué, me tocó una mujer policía que no dudó de mis palabras. Le dije: "están robando en Canal 9, mande urgente un patrullero, por favor". La chica me respondió: "ya le enviamos uno". Y corté asustada.
En ese momento, cuando me estaba reincorporando y ya había dejado el teléfono sobre el escritorio, entró uno de los ladrones, apuntándonos con un revólver y pidiéndonos que dejemos todo y salgamos de la oficina.
La productora, con "sangre de pato", le dijo a Lucía Suárez, como si nada: "te tengo que cortar porque nos entraron a robar". Y cortó. Del otro lado de la línea, Lucía no entendía nada.
Sin agredirnos, nos obligaron a entrar en la oficina de Seguridad, que hasta ese momento ya estaba llena de gente. Sobre todo de los empleados que habían entrado a las 8 y eran interceptados en la puerta, cuando iban a marcar la tarjeta de ingreso.
Una vez que sacaron al resto de personal que estaban en las oficinas y los llevaron al cuarto de Seguridad, nos pusieron varias granadas activadas, a punto de estallar, en el piso. Si alguno las tocaba, nos podía hacer volar por los aires.
Antes de ponerme a rezar, le comenté a los que tenía más cerca, que había alcanzado a llamar a la Policía y que en cualquier momento llegarían los efectivos al canal.
En ese interín, los ladrones se alzaron con el dinero de los sueldos, que aún no habían sido pagados. Se calcula que eran unos 600 mil pesos, que en esa época era mucha plata.
En medio de la tensión por estar en condición de rehenes, se produjeron algunas situaciones desopilantes con los empleados de la emisora.
Siempre se dice que en "los canales están todos locos". En esa oportunidad, hasta los propios ladrones deben haber pensado lo mismo.
En esa época, en el 9, había una señora muy mayor, Nieves, que bien podría haber estado en su casa gozando de una jubilación, con sus más de 80 años. Pero como ella era felíz en el canal, Romay le permitía la permanencia y le daba tareas por las cuales no tenía que hacer demasiado esfuerzo. Era la encargada de hacer todas las fotocopias que necesitaban sus compañeros.
Además, Nieves tenía su carácter. No cualquiera podía pasarle por encima.
El día del robo, la viejita se enojó con el ladrón que fue a buscarla a su oficina.
"Tiene que venir conmigo", le dijo el delincuente, mientras le apuntaba con un arma.
Y Nieves, lejos de sentirse amedrentada, le respondió: "¿Y usted quién es?. Yo no voy a ningún lado. De aquí no me muevo".
El hombre, que hay que reconocerle, tenía una gran paciencia, no sabía cómo convencerla que había un asalto en el canal y que ella tenía que seguirlo, para encerrarla con nosotros en el cuarto de Seguridad.
Cuando finalmente logró convencerla, Nieves también pasó a integrar el grupo de los rehenes. Pero no se privó de hacer un comentario, al pasar cerca de las granadas: "¿Y esto qué es?, por qué tiran las cosas en el piso?".
Otro de los protagonistas de esa tragicomedia fue Piero, un asistente de dirección.
El "Tano" era uno de los asistentes de la telenovela "Ricos y famosos", protagonizada por Natalia Oreiro y Diego Ramos, que era la única producción del canal que se grababa en los nuevos estudios de Dorrego al 1.700, donde estamos desde el '97.
El edifico estaba en plena refacción, para transformar en un canal de televisión lo que había sido un mercado de carnes, frutas y verduras.
Todos los empleados que estaban en esa producción, tenían que ir primero por Gelly, marcar la tarjeta y cargar con los libretos para los actores.
Ese día del robo, Piero, encerrado con todos en ese "cuartucho", les gritaba a los delincuentes que "se apuren", porque él estaba llegando tarde para las grabaciones de "Ricos y famosos".
Entre mis rezos por un lado, los silencios de varios compañeros por otro, y también las "locuras" de Nieves y de Piero, escuchamos de pronto varios disparos en la entrada del Pasaje, donde estaba enclavado el canal.
Había llegado la Policía y los estaba esperando a los delincuentes. Uno de ellos, que llevaba una peluca, fue acribillado por los efectivos, y otro resultó detenido.
Sin embargo, el que llevaba la bolsa con el dinero, junto a otros, al escuchar los tiros, cuando estaban por salir, decidieron ir hasta el fondo del canal para intentar escapar por otro lado.
Salieron hasta el patio, subieron al techo y consiguieron huir por el lado de la Avenida Figueroa Alcorta. Pero antes, dejaron varias granadas distribuidas en distintos puntos del edificio.
Cuando la Policía reparó que habían quedado delincuentes dentro del canal, comenzaron a buscarlos. Sin embargo, no pudieron detenerlos y la plata se fue con ellos.
Uno de los policías vino hasta donde estábamos encerrados y nos dijo que "ya había pasado todo", pero que debíamos salir a la calle, porque debía actuar la Brigada de Explosivos, para retirar la totalidad de las granadas que habían quedado activadas en el piso.
Antes pasé por la oficina para retirar mi agenda y alcancé a avisarle a los productores de los noticieros de América, que en ese momento eran amigos, y a los de Canal 7, que "habíamos sido asaltados".
Al rato, la puerta del canal se llenó de periodistas de todos los medios.
Del 9, la productora ejecutiva designó a Cristina Pérez para que hiciera la nota del asalto.
Por ser la persona que había llamado a la Policía, tenía buena parte del protagonismo y fuí la primera en hablar con ella. También el desaparecido periodista de Policiales de Canal 13, Enrique Sdrech, habló conmigo.
Después de haber pasado tanto tiempo del otro lado, mandando a cubrir distintos hechos policiales, era la primera vez que nosotros, los empleados de Canal 9, éramos el centro de la noticia.
Eso fue, hasta que llegó la información desde Córdoba, que había explotado la Fábrica Militar de Río Tercero.
A partir de allí, todos los medios, se abocaron a cubrir esa noticia, que era realmente trágica. Nosotros, a pesar de estar todavía shockeados por el robo, tuvimos que seguir trabajando como si nada hubiera ocurrido.
Como en ese tiempo, yo tenía a cargo todo el trabajo de los corresponsales del Interior, mi tarea fue conseguir lo antes posible, las imágenes del desastre en Río Tercero.
Recién, cuando volví a casa y pude despojarme de la tensión de la jornada, mi desahogo fue tirarme en la cama y no parar de llorar.
Ese había sido mi primer contacto con la delincuencia. Un debut que no fue despedida.
En este tiempo, en que los delincuentes perdieron los códigos. Que golpean, hieren y hasta matan sin motivo, debo reconocer que en el robo a Canal 9, ninguno de los empleados sufrió ningún maltrato. Y salvo a algunos que les quitaron el sueldo y los celulares, al resto, no nos sacaron nada.
Pero era el comienzo de un trato cada vez más cotidiano con la inseguridad, que ahora, con tanta continuidad, nos afecta y nos duele a todos.
2 comentarios:
Increible pero cierto!!.Yo en esa epoca estaba afuera del canal, al cual regrese en diciembre de ese año, pero me contaron los hechos con lujo de detalles...la verdad una experiencia, Yayi, que no te envidio en absoluto!
Gustavo: Pero comparado con lo que me pasó este año, es una pavada. Si leiste mi blog, en uno de los tantos escritos, conté cómo un tipo drogado, me clavó un cuchillo a la madrugada,a fines de julio, cuando iba a trabajar al canal. Saludos.
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