lunes, 2 de mayo de 2011

POR EL MILAGRO DE GUSTAVO














"Me verás volver..." Así dice el comienzo del tema "La ciudad de la furia", que Soda Steréo convirtió en un hit sin fecha de vencimiento.
Y eso mismo es lo quiero que suceda con Gustavo Cerati. Que despierte de ese sueño, al que está condenado desde el 16 de mayo de 2010 por el ACV o Accidente Cerebro Vascular, que lo aqueja desde que terminó un recital en Caracas, Venezuela.
Nunca fuí fanática del grupo, ni de Cerati en particular, pero los reconozco pioneros del "nuevo rock argentino" y que supieron ganarse la idolatría de la mayoría de los jóvenes de toda Latinoamérica y el respeto de músicos de distintas partes del mundo.
Yo me quedo particularmente con dos temas: "La ciudad de la furia" y "Cuando pase el temblor". Éste por la canción misma y por el videoclip, que el trío filmó en el hermoso Pucará de Tilcara, en el norte jujeño. Y de Gustavo como solista, "Crímen", del CD "Ahí vamos".
Más allá de la música excelente, mi escrito está enfocado en Gustavo Cerati persona y mi deseo enorme que comparto con toda la gente que lo quiere y admira, que abra los ojos y que el ACV no le deje secuelas irreparables en el cerebro.
A Juan Pablo II le falta un milagro comprobado para lograr la Santidad y desde hace más de cuatro meses, le vengo rezando para que "su milagro" sea la recuperación de Gustavo. A mí la Fe me dió grandes resultados a lo largo de mi vida. Por eso confío en que Gustavo, por la mediación celestial del Papa polaco, salga de este mal momento en su salud.
Un sábado de enero fui a una librería religiosa de la Avenida Callao y Sarmiento y compré tres imágenes de Juan Pablo II y un Rosario. Las dos de tamaño pequeño las dejé en familia. Una para mi mamá y la otra para mí. Y la otra, mucho más grande, al igual que el Rosario, eran para llevárselos a Cerati.
Como suelo ir muy seguido a las Misas dominicales de la Catedral Metropolitana, fue un sacerdote que me confesó allí, el que le impartió la bendición a todos estos objetos.
Todos los fines de semana, planeaba ir hasta la Clínica ALCLA, en el barrio de Núñez, donde está internado. Pero no me animaba.
A Lilian Clark, la madre de Gustavo, sólo la conocía por fotos y algunas entrevistas radiofónicas. Y me caía bien su fortaleza y su confianza en la recuperación de su hijo. Sin embargo, aún así, me seguía dando vergüenza acercarme hasta la clínica.
Cuando Cerati fue llevado de urgencia a la Clínica Los Arcos, en Palermo, por una neumonía, pensé en ir y esperar a Lilian en la puerta para entregarle la imágen de Juan Pablo II y el Rosario. Pero desistí de eso, porque había varios periodistas en el lugar y no quería que esto fuera mediático. Es más, yo no estoy actuando ahora en mi condición de periodista. Sólo lo hago como una persona movida por la Fe.
Antes de viajar de vacaciones a Jujuy, hace tres semanas, también tuve la intención de ir. Pero no me dio el tiempo, por unos inconvenientes que me surgieron de último momento. La próxima fecha que fijé y esta debía ser la definitiva, fue el 1° de mayo, dia de la Beatificación en El Vaticano de Juan Pablo II.
No podría haber mejor fecha que esa.
Ese día, fuí a la Misa celebrada en la Catedral por el cardenal Jorge Bergoglio, donde volví a rezar por Gustavo. Y a la tarde me propuse, pese a mi enorme timidez, acercarme hasta la clínica en Núñez.
Ese día domingo lo viví como muy especial. Después de la Misa me fuí hasta Colegiales, para llevarle de comer a los gatos que alimento en Canal 9 y a una familia de cuatro felinos, que están en un galpón frente a la emisora.
Después volví a casa, a alimentar a mis gatitos y a tomar el té. Filmé la imagen de Juan Pablo II y el Rosario, antes de guardarlos en un sobre y le escribí una carta a la madre de Gustavo, que también guardé allí, para dejarlo en la entrada, ya que me conformaba con eso.
Me fuí en subte hasta la Estación Congreso de Tucumán y llegué cuando ya la tarde estaba cayendo y había comenzado a oscurecer. Caminé las tres cuadras hasta Campos Salles, doblé a la derecha una cuadra y allí me encontré frente a la Clínica ALCLA, en la calle Vuelta de Obligado.
Frente a la clínica había dos chicas que estaban con un marcador escribiendo en la pared, pero no me detuve a ver. Sólo quería entrar, preguntar por la madre de Gustavo, dejar el sobre y volver a casa lo antes posible.
En la entrada me atendió Ramón. No me olvido su nombre, porque fue una persona increíblemente amable conmigo. Le pregunté por Lilian. Él quiso saber si ella me conocía. Le respondí que no, que sólo quería dejarle un sobre.
Ramón me lo recibió para entregárselo. En ese momento, sin que me lo consultara, le expliqué que en el sobre había una imagen de Juan Pablo II y un Rosario para Gustavo, que yo tenía mucha Fe en él y que ese día había estado rezando por el músico en la Catedral.
Ramón me dijo que esperara, que iba a llamar a la habitación y si Lilian estaba, tal vez ella misma iba a venir a recibirlo.
El hombre habló con ella, le explicó que "yo era una señora que tenía un sobre para entregarle". Nada más. Sin embargo, la mujer le respondió que "bajaba". Ramón me miró, sonrió y me dijo: "viene para acá". Y me alcanzó el sobre para que se lo dé yo.
En esos minutos, le conté a Ramón que no era fanática de Gustavo, pero que me daba mucha pena lo que le sucedía. Él me dijo que era muy triste la situación, pero destacó la fuerza de voluntad y el optimismo de su madre. "Es una gran mujer", fue como mejor la definió.
Yo le señalé que no la conocía personalmente, pero que en un reportaje que había dado a un periodista de Canal 7, cuando recibió un premio para Gustavo de manos del ministro de Educación de la Nación Alberto Sileoni, me había sorprendido su tenacidad y espíritu de lucha.
En esa entrevista, Lilian habló de Luís Alberto Spinetta y Ricardo Mollo, dos músicos extraordinarios que lo visitan y le cantan, y que Gustavo da la impresión con sus reacciones, que disfrutara de la música.
Fue casualmente esa nota, la que más me animó a ir a conocer a Lilian, aunque en las horas previas, me conformaba sólo con que le llegaran mis obsequios.
Pocos minutos después, Lilian vino hasta donde yo estaba. Le entregué el sobre y mientras ella lo abría, le expliqué que estaban bendecidos, que yo tenía mucha fé en Juan Pablo II y que esa mañana había estado en la Misa rezando por su recuperación.
Lilian me agradeció y me dijo que después iba a leer mi carta. Me preguntó mi nombre, le respondí: "Yayi Villegas" y le indiqué, como lo puse en la carta, que allí estaba mi teléfono. Y si Gustavo despertara, que me avise, porque entonces "el milagro se habría producido".
No fuí como periodista, por lo que no consideré necesario tener que decírselo. Tal vez, ella podía pensar que yo estaba especulando con alguna nota. Y su trato para conmigo fue de una amabilidad impresionante, que no puedo dejar de agradecer.
Le pregunté por Gustavo. Me dijo: "está estable, está bien...".Yo le señalé: "voy a seguir rezándole a Juan Pablo II". Y la felicité por su fortaleza para seguir adelante y que la admiraba por eso. Allí le apreté fuerte la mano derecha.
Ella agradeció mi presencia y con un beso, y su mano aún apretada, nos despedimos. La próxima vez que la vea, me gustaría que fuera para festejar el despertar de Gustavo.








A la salida, seguían las dos chicas escribiendo en la pared de enfrente. Me crucé para ver y me encontré con cientos de mensajes de aliento y de afecto, y numerosos dibujos de los fanáticos, destinados a Gustavo.
Le dije a las chicas que acababa de estar con la madre de Cerati y que confiaba en Juan Pablo II y en su milagro para curarlo. Ellas me dijeron que me habían visto entrar a la clínica y se preguntaban si yo había ido a visitar al músico. Les respondí que era la primera que venía y que me había hecho muy bien hacerlo.
Antes de irme, filmé la pared con sus fotos, dibujos y mensajes, y me detuve en una foto de Gustavo al lado de una de Juan Pablo II. Alguien, tal vez antes que yo, también pensó en la posibilidad de ese milagro. Nunca dejaré de rezar para hacerlo posible.
La próxima vez que vuelva a escribir sobre Gustavo Cerati, será para comentar sobre su "milagroso despertar". Porque Juan Pablo II, desde su mesa de luz de la clínica, hará que sus ojos claros vuelvan a mirar al mundo.

1 comentario:

Yayi Villegas dijo...

Estoy muy ansiosa, porque siento muy cerca el milagro del despertar de Gustavo. El otro día, cuando dieron el parte médico sobre su salud, al ver el título en internet, me latió el corazón. Pensé que iba a leer que Gustavo había despertado. Pero ya sucederá, no dejemos de rezar por él.