jueves, 10 de diciembre de 2015

ALISH, LA INTERMINABLE...

Así estaba Alish, la blanquinegra, cuando estaba sana o al menos el cáncer aún no se dejaba ver. Estaba feliz, acompañando a Cocó, otro de mis gatos.

Hace 13 años aproximadamente que la tengo.
Toda una vida a mi lado.
Por eso la quiero tanto.
Pero un día, hace 3 años, fue atacada por un cáncer debajo de su ojito izquierdo, que fue creciendo, de manera inevitable.




Y no hubo más remedio que recurrir a una cirugía en septiembre de 2013.

Le sacaron una enorme pelota, casi del tamaño de una pelota de golf y un diente que se le había infectado y vaya a saber cuánto habrá sufrido también por eso la pobrecita.

Sin embargo, la ilusión por una curación definitiva, aunque advertida por el veterinario, duró casi unos dos años.
Porque la protuberancia volvió a aparecer.
Y esta vez sí que no se podía operar.
En abril pasado, cuando la llevé al veterinario, me dijo que era imposible otra cirugía porque no tenía posibilidades de cicatrizar ya que estaba muy cerca del ojo.
Me recetó unas pastillas y una pomada, y no le dio mucho tiempo de vida.
Desde ese tiempo estoy sufriendo por ella.
Por mi Alichi, como también la llamo, lloré mucho y lo sigo haciendo.
Muchas veces sentí que se me iba, pero por arte de magia o más bien rezos a San Martín de Porres y San Francisco de Asís, y hasta la Virgen María, volvía a estar bien.
Muchos me recomendaron que le aplicara la eutanasia.
Pero cómo hacerlo.
Ella es mi familia.
Mi hija, uno de mis chicos, porque Dios quiso que no salieran hijos de mi vientre.
Me daba miedo volver a llevarla al mismo veterinario que la había desahuciado.
Sólo que es el mejor en el barrio. Para mi primo Sergio, su palabra es santa.
Para evitar estresarla lo menos posible, le saqué unas fotos en primer plano y fui a verlo a Alejandro.

Sólo con las fotos, el veterinario me dijo que era imposible una nueva cirugía, pero quería verla personalmente.
Me preguntó si comía y tomaba agua. Y le respondí la verdad: es la que más come de mis cuatro gatos. También toma agua y es fanática de la leche.
De modo que pensar en dormirla para siempre, no era la solución.
Y con eso me volvió el arma al cuerpo.
La metí en la jaula y la llevé al día siguiente.
Le inyectó unos calmantes y un aerosol para que la herida, que ella no para de lastimarse con las uñas, convirtiendo a mi departamento en la escena de un crimen, no se lastime tanto.
Es un tratamiento por un mes.
Espero que de resultado porque es muy triste verla sangrando y que las pomadas, entre ellas la recetada en su momento por el veterinario, sólo lograran calmarla de manera momentánea.
También le pedí al veterinario que le corte las uñas porque sola yo no podía hacerlo.
Esto permitirá que no se lastime tanto cuando le pique la herida.
Quiero pedirle disculpas a todas las personas que dejé de ver, que no llamé, que no me comuniqué a través de las redes sociales en este tiempo porque estaba muy triste. Espero que me sepan entender. Traté de cerrarme sola para no molestar. Hay gente que le molesta que una se preocupe tanto por un animal e incluso más que por un humano.
Lo sé.
Por eso mi silencio.
No quería pelearme con nadie y hasta puse la otra mejilla cuando alguien hirió mis sentimientos.
Ahora no sé cuánto durará mi gatita.
Sólo espero que su partida no sea con sufrimiento.
Dios sabe cuándo será su hora.
Espero simplemente estar con ella para despedirla.
Te amo Alish, mi chiquita hermosa...

1 comentario:

Yayi Villegas dijo...

Sólo quiero que Alishita se recupere, aunque sé que es imposible. Es una lucha día a día para sostenerla. Me duele mucho su enfermedad...