martes, 19 de febrero de 2013

RUEGO POR UN PAPA CON AUREOLA



Benedicto XVI fue uno de los hombres de confianza de Juan Pablo II. Pero Joseph Aloisius Ratzinger, nacido en Marktl am Inn, en Bavaria, Alemania, el 16 de abril de 1927, nunca alcanzó la popularidad y la imagen angelada de Karol Józef Wojtyla.
Con casi 8 años al frente de la Iglesia Católica, ya que asumió el 19 de abril de 2005, Benedicto XVI se caracterizó por ser un Papa intelectual, poco afecto a los viajes y para algunos, "demasiado rígido con las cuestiones morales", que lo hizo receptor del repudio, entre otros, de las comunidades homosexuales.
Para este sumo pontífice, la obligación de un verdadero cristiano era cumplir con los 10 Mandamientos, ni uno más, ni uno menos.
En sus homilías desde el balcón del Vaticano, recomendó evitar las relaciones sexuales antes del matrimonio, algo casi imposible en este mundo actual. Y defendió la vida de los niños por nacer, condenando con énfasis el aborto.
Pero si hay algo que marcó su rectitud fue salir a pedir perdón a la humanidad por los curas pedófilos. Era algo que se sabía, pero que hasta ahora nadie de la Iglesia Católica había salido a hablar abiertamente.
Esa actitud valiente, con vergüenza ajena pero a su vez propia, por haber sido actos cometidos por sacerdotes que dependían de él, aunque no fuera en forma directa, hizo que lo mirara de otra manera y terminara aplaudiéndolo.
Era una prueba que no sólo estaba todo el día enfrascado en sus libros y meditaciones, sino que se preocupaba por temas serios, que herían el espíritu cristiano.
Para Benedicto XVI fue muy duro enterarse que el fundador de los Legionarios de Cristo, el ya fallecido mexicano Marcial Maciel Degollado, quien había sido bendecido para esta obra por Juan Pablo II, llevaba una doble vida. El sacerdote había abusado sexualmente de varios seminaristas y era padre de tres hijos por su relación con dos mujeres, además de ser consumidor de droga.
Esto obligó al pontífice a ordenar una reforma radical de la congregación, nombrando a un delegado papal para supervisarla y fue él mismo quien dio la cara ante los feligreses y a todos aquellos, que sin ser católicos, escucharon su pedido de disculpas.
El 11 de febrero pasado, Joseph Ratzinger sorprendió al mundo al renunciar al papado y fijó su fecha de despedida para el próximo 28 de este mismo mes. Es decir, que no había vuelta atrás.
Fue una conmoción mundial, porque la última vez que un Papa había presentado la renuncia fue Gregorio II, en 1415.
Benedicto XVI dijo que estaba "cansado" para tamaño cargo. Sus palabras exactas fueron: "en plena libertad por el bien de la Iglesia" y tras constatar que "le faltan las fuerzas necesarias para ejercer con el vigor necesario el ministerio petrino".
 En los primeros momentos de la renuncia, donde todos opinaban, incluso los que nunca pisaban una iglesia, algunos sacerdotes salieron a decir que el paso al costado de Benedicto XVI había sido "un acto de humildad". En eso coincidí. Aunque pensé que más allá de humildad, lo que sentía en verdad era vergüenza por estar al frente de un Vaticano cegado por la corrupción, la ambición, el libertinaje y la hipocresía. Y él no comulgaba con eso. Y tampoco quería hacerse cómplice de los errores de los demás.
Me di cuenta, que sin contar con el magnetismo y la santidad de Juan Pablo II, estábamos ante un hombre bueno, un digno hijo de Dios, que con su paso al costado dejaba al desnudo la mugre de una institución que debería dar el ejemplo. Sobre todo, teniendo en cuenta que fue Cristo en persona, quien le encomendó a Pedro la creación de la Iglesia.
En las últimas horas se dieron a conocer otros motivos del alejamiento, que no hacen más que aumentar mi admiración al cura alemán, que desde el primer momento se preguntó: "¿por qué me eligieron a mí?" y no se sentía muy complacido con el resultado de la votación de los cardenales.
Si bien es cierto tiene 85 años, problemas de salud como haber sufrido dos ACV, es raro que un Papa renuncie, aún enfermo, antes del fin de sus días. Tenía que haber algo más fuerte que el cansancio.
Según la revista italiana "Panorama", la decisión de irse de Joseph Ratzinger la tomó el pasado 17 de diciembre, luego de recibir un nuevo informe sobre el escándalo "Vatileaks", otro de los "trapitos al sol" del temible Julian Assange, sobre la fuga de documentos oficiales del Vaticano, que ponían de manifiesto una "fuerte resistencia" en la Curia romana a las medidas de transparencia que el sumo pontífice había pedido.
Sin embargo, otros sostienen que la decisión comenzó a madurarla en marzo de 2012, luego de su viaje a México y Cuba, cuando se enteró de la vida licenciosa del sacerdote Marcial Maciel Degollado, involucrado también en un acto corrupción por una donación de 60 millones de dólares que hizo una viuda anciana a Los Legionarios de Cristo.
En el mes de marzo comenzarán las deliberaciones para elegir al nuevo Santo Padre y más allá  de las apuestas que surgieron a pocas horas de la renuncia de Joseph Ratzinger, estarán las especulaciones sobre si será de raza negra, latinoamericano, asiático o nuevamente recaerá en un europeo.
Después vendrá el folklore de la incertidumbre, con la multitud en la Plaza San Pedro, a la espera que un humo blanco se eleve por una de las chimeneas del Vaticano y alguien salga decir desde el balcón: "Habemus Papa". Y todos aplaudan al flamante pontífice.
Pero la elección es mucho más seria de lo que se piensa. En un mundo donde los incrédulos ganan más terreno, donde se mata por matar, donde el odio es moneda corriente, donde falta tolerancia, donde sobra el materialismo, donde los valores morales cotizan cada vez menos, donde hay hambre y a nadie parece importarle, y donde el amor es casi una figurita difícil, hace falta alguien que invite a confiar en Dios y que  transmita y contagie paz.
Alguien que se pueda ver realmente como el representante de Dios en la tierra. Más que un Papa, un "papá", así con acento, en quien creer.
No me importa cuál será el origen del próximo heredero del trono de San Pedro. Me importa que cuando lo vea en televisión o con suerte, en persona, me emocione hasta las lágrimas, tal como me sucedía con Juan Pablo II.
Yo había vuelto a Jujuy cuando Karol Wojtyla vino por primera vez a la Argentina, el 11 de junio de 1982. Estábamos todavía dominados por la dictadura militar. El Papa vino para pacificar la región y evitar que entremos en guerra con Chile por el Canal de Beagle.
Por televisión vi la multitudinaria convocatoria que hubo en Luján para la Misa celebrada por el Santo Padre. Y lamenté no poder estar allí.
Pero me tomé revancha cuando volvió el 6 de abril de 1987 para refrendar el acuerdo entre los dos países.
Fui una de las 750 mil personas que participaron de la Misa de Ramos, presidida por Juan Pablo II en la Avenida 9 de Julio en el cruce con la Avenida Santa Fe.
Ese día no tenía pensado quedarme a la celebración religiosa. Sólo quería ver los preparativos en el altar gigante y a la gente que comenzaba a congregarse en el lugar, en su mayoría contingentes de colegios, ya que la convocatoria estaba dirigida a la juventud.
Pero me ubiqué pegada a las vallas, a la altura de Marcelo T. de Alvear y 9 de Julio, y aunque poco a poco me vi apretujada por la muchedumbre, no quise moverme de allí y me dispuse a ver pasar a Juan Pablo II, montado en el Papa-móvil, made in Argentina.
A mi alrededor, un grupo de adolescentes que me rodeaban, no paraban de hacer bromas y reírse a carcajadas, como si estuvieran en una cancha de fútbol y no a punto de participar de una Misa.
Pero cuando apareció el Papa con su imagen celestial, las mismas chicas que se reían unos minutos atrás, comenzaron a llorar de emoción. Y yo sentí que estaba ante la presencia de un futuro santo. Las lágrimas también empezaron a rodar por mis mejillas. Fue un momento único que conservaré en mi retina para siempre.
Ese hombre, con la paz pintada en su rostro, era en verdad un auténtico representante de Dios en la tierra.
A ese instante de emoción, se sumó otro, el del canto entonado con fervor por todos: "Juan Pablo II, te quiere todo el mundo", que él agradeció con su hermosa sonrisa.
Me hizo muy feliz que la Iglesia lo beatificara a sólo seis años de su muerte. Fue un acto de justicia, celebrado el 1° de mayo de 2011 ante una multitud en el Vaticano.
Sólo basta un milagro para que pueda convertirse pronto en santo. Desde hace tiempo le encomendé la recuperación del ACV de Gustavo Cerati. Sería maravilloso que ese sea el milagro que lo lleve a ser llamado San Juan Pablo II.
Sé que lo que voy a contar pueda parecer una alucinación mía. Pero yo no consumo nada raro, ni estoy loca. Me mueve sólo la fe.
Hace dos años llevaron a la Catedral Metropolitana una imagen de cuerpo entero de Karol Wojtyla, tan parecida al verdadero que parecía real. Estuvo algún tiempo y después desapareció, y nunca pude saber a dónde la llevaron.
La gente hacía colas para fotografiarse a su lado. Me parece que lo veían más como a un personaje de historieta que a un hombre de Cristo. Al menos, esa era la impresión que a mi me daba. Porque gritaban, se empujaban y se peleaban por hacerse la mayor cantidad de fotos en pocos minutos, como si eso fuera lo más importante. Y de oraciones, nada.
Sin embargo, un día que había finalizado la Misa y por una excepción no había nadie a su alrededor, me acerqué a rezarle y cuando le tomé una de las manos que tenía levantada, sentí como un apretón de su parte. Tal vez fue mi fe la que me hizo ilusionar con ese milagro. Pero lo viví y no puedo agregar nada más.
Fue a escasos segundos de haberle pedido por Gustavo Cerati. Lo sentí como una promesa que algún día lo va a curar y tendremos al músico haciendo lo mejor de él sobre el escenario.
Por esos misterios de ser una persona tan especial, tan cercana a Dios, es que no me pareció descabellado que el mismo Vaticano haya decidido dar a conocer una foto. En ella se ve a Juan Pablo II, en el momento de ser baleado por el turco Alí Agca, el 13 de mayo de 1981, y al caer doblado por el dolor, la Virgen María lo rodeaba con sus brazos.
La foto me pareció tan maravillosa que no pude evitar emocionarme hasta las lágrimas. Era la Virgen de Fátima, justo en el día de su celebración y de la cual Juan Pablo II era devoto, quien le brindaba su sostén y le salvaba la vida para que siguiera al frente del ministerio cristiano.
Según declaraciones de Joaquín Navarro Valls, portavoz de la Santa Sede, fueron muchos años de estudio sobre el revelado de esta foto fuera de lo común y sobre la calidad de la película utilizada.
Esto se debe a que en un primer momento del revelado no se conseguía descubrir la imagen porque no era muy nítida. Pero tras someterla a miles de controles con los fotógrafos más expertos del planeta, decidieron que no había ningún truco: era la Madre de Dios confortando a uno de sus hijos dilectos.
Por todo eso que nos dejó Juan Pablo II es que deseo que el próximo Papa tenga una bondad y una humildad inconmensurables. Que sea un Papa para mirarlo y ver en él al auténtico heredero del sillón de San Pedro. Un Papa con aureola...

2 comentarios:

Sergio dijo...

Mi opinion es,la de un agnostico.Respetuoso de los autenticos valores Cristianos,sin los cuales,Occidente no se habria incorporado y encumbrado como lo hizo(tambien es cierto,que si los hubiera cumplido al pie de la letra,habria terminado siendo pisoteado por cualquier horda de bestias,como sucedio con mongoles y otras joyas).Desprecio todos los melanomas ideologicos burqueses: marxismo,socialismo,liberalismo..que desde hace dos siglos trabajan icansablemente para destruir esta religion y sus valores!.Por eso mismo no acepto a quienes con absoluta hipocresia,siendo que en realidad ODIAN AL CRISTIANISMO y lo que representa,piden de su parte una MODERNIDAD....AGGIORNAMIENTO.....ESTAR AL RITMO DE ESTOS TIEMPOS....???????.....
Es una religion!....Un Dogma!....Una verdad revelada por Dios!......o sea!....en que momento Dios o Cristo dijeron que a los homosexuales habia que aceptarlos como iguales,cuando en el antiguo testamento dice que deben morir lapidados!.Desde ya que no acepto que les hagan eso!,pero de ahi a cambiar un claro precepto moral.....eso no contribuye a mejorar la religion,sino a destruirla,ya que lo que se busca es transfomarla en un club proselitista!.Lo que Dios a unido que no lo separe el hombre!,mas claro echarle agua,pero resulta que para agradarle a quienes no tienen voluntad y fuerza moral para seguir sus preceptos,ahora hay que cambiar lo que Dios mando!...y porque?.....porque es mas moderno!.
Me estoy extendiendo demasiado,pero tengo muchos mas preceptos que segun los modernos,hay que cambiar,para que la gente se acerque mas a la iglesia.......
Ningun izquierdista y ningun liberal quieren el bien de la iglesia....ambos la horadan todo lo que pueden y defecan en sus valores.Por eso,creo que el autentico Cristiano,sabra que no hay cambio que valga,en lo que respecta a valores y preceptos morales delegados por su Dios,y a fin de cuentas,en la propia Biblia,dice que al llegar el fin de los tiempos,los autenticos creyentes seran pocos....muy pocos....

Yayi Villegas dijo...

Excelente reflexión, Sergio. Y nuevamente gracias por leer siempre mis escritos. Y sobre todo, dar tu opinión. Saludos.