lunes, 30 de abril de 2012

ESTEFANÍA...¿A QUÉ VINISTE?

Nunca entendí a qué vino la princesa Estefanía de Mónaco a la Argentina, en la Semana Santa del 16 al 19 de Abril de 1987.
En esa época, la más díscola de los Grimaldi se había dedicado a cantar. Más que cantar, a tararear. Pero como era una princesa rica y hermosa, se le perdonaba y en Europa la invitaban a los programas de TV para que despliegue su repertorio de música pasatista. Esto le sumaba para hacer crecer su billetera y para aparecer en las revistas del corazón, que agotaban sus ediciones con la interesante vida de la familia real del Principado.
Tentado tal vez por la posibilidad de hacer un gran negocio con la presencia de Estefanía  en nuestro país, el productor de telenovelas de Canal 9, Raúl Lecouna decidió traerla como parte de una gira promocional.
Por su buena relación con la prensa, no le costó nada lograr una buena convocatoria de periodistas para que cubriera la visita de la princesa. En la revista "La Revista", donde yo trabajaba en ese entonces, me encomendaron a mí la tarea de seguirla con la fotógrafa Marisa Márquez.
Lo que no nos imaginábamos y me atrevo a incluir al propio productor, era que Estefanía no tenía ningún interés de ser fotografiada y menos aún emitir algún comentario sobre la Argentina.
La hija menor de Grace Kelly y el príncipe Rainiero llegó a Buenos Aires en compañía de su novio del momento, Mario Oliver, un playboy con el que se había mudado a Los Angeles para potenciar su carrera de cantante y que no era muy bien visto por su padre, a quien le molestaba entre otras cosas que "se tiñera el pelo de color rubio".
A la par de la llegada de Estefanía, en el país se comenzó a vivir una situación de incertidumbre a raíz del levantamiento de militares denominados "Carapintadas", que estaban encabezados por el teniente coronel Aldo Rico.
Fue uno de los conflictos más complicados con los que tuvo que lidiar el entonces presidente Raúl Alfonsín.
El levantamiento se produjo en la Escuela de Comandos de Campo de Mayo.
El militar de nariz aplastada, no estaba dispuesto a retroceder en cuanto a las exigencias al Gobierno Democrático, que había llevado a juicio y condenado a los integrantes de las Juntas Militares, que tanto daño le hicieron a la Argentina.
Los pedidos de los Carapintadas se resumían en estos cuatro puntos:  
1) Detener la política “antimilitar” del gobierno.
2) Demandar una “solución política” a los juicios contra los militares en actividad.
3) Provocar la remoción de la cúpula del ejército, concretamente el general Héctor Ríos Hereñú.
4) Reivindicar la guerra antisubversiva.

Mientras todo esto sucedía, con pocas declaraciones de los funcionarios y mucho temor de los ciudadanos a volver al pasado duro de la Dictadura, nosotros seguíamos detrás de la princesa.
Íbamos todos en caranava a donde la llevaran, con el único propósito de obtener al menos una foto. Pero no quería saber nada. Todo el tiempo veíamos a una persona con la cabeza tapada con una campera y abrazada por el novio, que más que el novio parecía su guardaespaldas.
La imagen de Estefanía era de los delincuentes cuando son trasladados por la policía con el rostro oculto para preservar su identidad.
Los fotógrafos eran los más molestos con la situación. Y cada vez que teníamos la posibilidad de hablar con Lecouna, eran los primeros en decirle que: "estamos pasando un momento muy difícil en el país, no sabemos en qué puede terminar esto y nosotros aquí, como unos pelotudos detrás de esta mina...decile que le hacemos una foto y no la jodemos más".
Lecouna, que se sentía en deuda con nosotros, iba en busca de la princesa para tratar de convencerla de dejarse fotografiar. Pero terca como era, seguía negándose.
Con las radios de los autos encendidas para no perderle paso a la realidad, nosotros seguíamos en caravana esperando que Estefanía cambie de opinión. Nadie iba a abandonar la guardia, por poco que nos gustara lo que sucedía. Es que ante todo competíamos por la primicia de nuestros respectivos medios.
En uno de los días de Semana Santa, la aristócrata fue invitada a comer a la quinta que el empresario Franco Macri tenía en Moreno. Mapa en mano, nos encaminamos a la zona oeste del Gran Buenos Aires.
Con la periodista de la revista "Gente" nos pusimos a girar alrededor de la quinta en busca de algún punto estratégico para identificar a la princesa entre los invitados. Sin embargo, el lugar estaba demasiado cerrado como para conseguirlo. No tuvimos más remedio que retornar a la tranquera a la espera de  la salida. Y tampoco pudimos fotografiarla.
El próximo punto a visitar por la princesa era Cataratas del Iguazú. Me imagino a Lecouna contándole entusiasmado a las autoridades del gobierno de Misiones sobre la prensa que significaría a nivel mundial que Estefanía aparezca posando con los espectaculares saltos de agua de fondo.
Todo muy atractivo, pero la hermana de Carolina se seguía resistiendo a ser fotografiada. Tampoco en Cataratas. Ni siquiera para justificar su visita. De lo contrario, bien valían las preguntas: ¿A qué había venido?. ¿A vivir de arriba?.¿A sacarle y a hacerle gastar plata a Lecouna?.
En la revista, ante la posibilidad de un gasto inútil, que al fin de cuentas lo fue, decidieron enviar sólo a la fotógrafa y yo me quedé en Buenos Aires.
De modo tal que Marisa Márquez emprendió el viaje al noreste argentino con el único propósito de obtener al menos una instantánea de la princesa. En parte lo consiguió.
Pese a que Estefanía seguía con la cabeza tapada en las Cataratas, en un descuido, logró sacarle la foto, aún con un ojo tapado por el cuello de la campera, que fue la que en definitiva se publicó en "La Revista".
Mis jefes, sin embargo, no se quedaron conformes y cuando Estefanía regresó a Buenos Aires, me volvieron a sumar al seguimiento por al menos otra foto. Para ese entonces, Sábado Santo, la situación con los Carapintadas estaba en un punto álgido: o había una solución o se resolvía a sangre y fuego.
El generalato decidió hacer  oídos sordos a los pedidos de Raúl Alfonsín de reprimir a los rebeldes.  El jefe radical optó entonces por ir él mismo a Campo de Mayo a negociar con Rico.
Así se llegó a una cuestionada "solución política", que incluso fue criticada por miembros del propio partido. Pocos días después el mandatario argentino les otorgó la Ley de Obediencia Debida, la Número 23.521, por la cual se exceptuaba a los uniformados que hubieran acatado las órdenes de un superior.
Esto no evitó que Rico fuera detenido y se lo juzgara por motín, como el único responsable del levantamiento.
Pacificado el país, se convocó el pueblo a la Plaza de Mayo el Domingo de Pascuas de Resurrección. Desde el balcón de la Casa Rosada fue el momento en que el ex presidente expresó la famosa frase: "Felices Pascuas.  La casa está en orden".
Mientras tanto, los periodistas de Espectáculos seguíamos detrás de Estefanía. Para nuestro alivio, solamente nos quedaba pendiente la partida en el Aeroparque Jorge Newbery. 
Era la última posibilidad que nos quedaba para la tan ansiada foto. Pero la "muy guacha" se subió al avión privado con la cabeza cubierta con la campera.
Subimos a la terraza del aeropuerto para registrar desde allí el despegue. Pero los fotógrafos, hartos de los desplantes de la aristócrata, le tenían preparada una venganza. Lejos de enfocar con sus cámaras, levantaron a la vez el dedo medio de la mano derecha y de esta manera la despidieron, gritándole que "se vaya a la puta madre (perdón por Grace Kelly) que la parió y que no vuelva nunca más".
Una vez que el avión tomó rumbo a Punta del Este, Raúl Lecouna se acercó enojado a los fotógrafos para decirles que "le habían faltado el respeto a la princesa". Pero no pudo continuar, porque se le vino encima una catarata de insultos y recriminaciones. Porque la única persona que le había faltado el respeto a los periodistas, al país y hasta a él mismo por dejarlo tan mal parado, había sido la dichosa Estefanía Grimaldi. Nadie más.




domingo, 22 de abril de 2012

ENIGMÁTICO 6

Si yo le dijera a alguien: "¿vos sabías que tal y tal fueron amantes por mucho tiempo?". Y mi receptor,seguramente me diría: "pero, ¿cómo nadie se enteró, siendo tan conocidos?". La respuesta no la tengo. Sólo puedo responderle que: "me enteré de casualidad, porque la amiga de una ex compañera de trabajo vivía en el mismo edificio donde tenían un departamento para sus encuentros".
Estaba ubicado en la avenida Figueroa Alcorta, a dos o tres cuadras de Canal 9, cuando la emisora se encontraba en el Pasaje Gelly y Salguero.
En ese momento, estoy hablando de los fines de los 80' y principios de los 90', ella era mucho más famosa que él.
Ella había comenzado como modelo y gracias a su belleza, había llegado a ser vedette y actriz de comedia, en cine y televisión. Estaba casada con un hombre adinerado, con el que había tenido dos de sus tres hijos, ya que el mayor era el fruto de su primer y breve matrimonio.
Él era un profesional que trabajaba para las empresas de su poderoso padre, pero su nombre sólo aparecía en las revistas tipo "Gente", porque su presencia era permanente en las reuniones sociales de alta alcurnia. Aunque en algún momento fue protagonista de un hecho policial y allí sí estuvo en todos los medios.
También como ella, él venía de un matrimonio frustrado que le dejó dos hijos. Su esposa era hija de un famoso corredor de autos. Pero al parecer, a nuestro hombre le atraían las hijas de corredores, porque no pasó demasiado tiempo en que se casó con la heredera de otro "fierrero", playboy y millonario.
Con esta joven, hermosa y de bajo perfil, estaba casado, cuando se le cruzó en el camino la protagonista femenina de este enigmático.
La relación era puro sexo, sin compromiso, por eso en ningún momento se expusieron. No querían provocar una debacle en sus respectivas parejas. No estaba entre sus proyectos iniciar una nueva vida juntos.
Esto explica por qué nunca posaron juntos en ninguna fiesta. Ni de casualidad. Sin embargo, varias veces se habrán saludado, incluso acompañados de sus esposos. Pero sin despertar ninguna sospecha.
A su "nido de amor" llegaban generalmente al mediodía, cada uno en sus respectivos autos y entraban por la cochera. Tampoco ingresaban juntos al departamento. Pero había vecinos que comenzaron a sospechar. El departamento era de él, es decir que podía ir cuando quisiera. Sin embargo ella no tenía a quien visitar en el edificio. Y tenía su propia llave del departamento.
De todos modos, tendrían que dar gracias que ningún vecino optó por contárselo a Lucho Avilés, que en ese entonces era el número uno de los periodistas chismosos de la televisión.
Él tomo otro rumbo en su vida, que lo mantiene constantemente en el candelero. También se separó de la hija del corredor, tuvo un noviazgo, hasta que se enamoró y se casó con una mujer ligada a la moda.Y ella, sin pareja fija, aunque en el verano dijo tener un romance con un empresario extranjero, quedó devaluada en los últimos tiempos por actitudes inaceptables, que hasta le costaron el trabajo.
Aún así, si la relación prohibida continuara y se descubriera, sería tapa de más de una revista. Y el tema central en los programas de televisión de la tarde.

lunes, 16 de abril de 2012

MARIO SAPAG, EXITOSO EN EL TRABAJO, PERO CON UNA VIDA COMPLICADA

En los años 80' Mario Sapag era uno de los cómicos exitosos del momento. En Canal 9, donde Alejandro Romay le dio un lugar de privilegio, su programa "Las mil y una de Sapag" llegó a alcanzar los 40 puntos de ráting.
Todos lo miraban. La gente, porque se divertía con sus imitaciones de César Luís Menotti con varios cigarrillos en cada mano, Raúl Alfonsín con su saludo con las manos unidas a la altura del hombro derecho, Dante Caputo, Jorge Luís Borges, Saúl Ubaldini,  Hugo Guerrero Marthineitz, Carlos Menem, José Sacristán con "Solos en la madrugada", Pilar Franco, Gerardo Sofovich, Roberto Galán, Gandhi, Tita Merello y varios más. Y los famosos, porque se sentían honrados de haber sido elegidos para ser parte de su galería de personajes.
En el verano del 83'/84', en pleno gobierno de Raúl Alfonsín, que había asumido como presidente en diciembre de 1983, la revista "Libre", considerada la vedette de la Editorial Perfil, se mandó una humorada con él que casi le cuesta el puesto a la guardia de seguridad del Complejo de Chapadmalal.
Yo era parte del Operativo Verano de la editorial y fui testigo de lo sucedido.
Sapag no sólo la rompía en la TV, sino también en el teatro en Mar del Plata. La gente llenaba noche a noche la sala para verlo en escena. Y basados en la impunidad que a veces da el éxito, los periodistas de la revista le pidieron al actor que se disfrace de Dante Caputo, para comprobar cuán vulnerable era el control en el acceso a la playa donde se encontraba el presidente Alfonsín de vacaciones.
Buscaron un auto último modelo, oscuro y con vidrios polarizados. Una periodista se hizo pasar por la secretaria y se sentó a su lado en el asiento trasero, y un periodista asumió el rol de chofer.
El verdadero Dante Caputo en ese momento se encontraba en el exterior, en su rol de ministro de Relaciones Exteriores, pero eso no lo sabían los guardias. Por eso, cuando llegó el auto de los periodistas y con Sapag en la piel del personaje, no dudaron y le abrieron la tranquera.
Una vez adentro, los periodistas se dieron a conocer y si bien Sapag logró acercarse a Alfonsín, con quien dialogó algunos minutos, el presidente quedó muy enojado con su personal de seguridad. Esto derivó en el despido de todos. Sin embargo, fue el propio imitador quien intercedió días después para que el presidente revea la medida y no los deje sin trabajo, porque la culpa era suya. Él asumió la culpa, dejando incluso afuera a los periodistas, quienes en realidad eran los principales ideólogos de la broma. Los empleados de seguridad no perdieron su empleo.
En ese tiempo de éxito sostenido, tuve la oportunidad de entrevistar varias veces a Mario Sapag, no sólo para las revistas de la Editorial Perfil, sino también para otras revistas donde trabajé. Aunque no llegué a tener una amistad con él como con otros actores, siempre hubo un respeto mutuo. Además, nunca me negó ninguna entrevista.
Sin embargo, fue para la nota que salió publicada en la revista "La Revista", la cual incluyo en este escrito, que su postura hacia mí se elevó a un grado de "agradecimiento".
Fue una de las notas más difíciles que me tocó hacer. Era la primera vez que lo entrevistaba en su casa, ya que las anteriores fueron en el canal, en el teatro, en un bar y en la playa.
Pero como "La Revista" tenía el estilo de "Hola", las notas tenían una mejor aceptación cuando se realizaban en el hogar del entrevistado y con su familia. Lo sentí como un punto a favor, cuando Mario accedió a que ingresáramos a su casa, un día después que la fotógrafa Marta Oliva tomara imágenes del programa en Canal 9. No me imaginaba ni remotamente con lo que me encontraría adentro.
Con el fotógrafo Miguel Ángel De León llegamos en un "muy mal momento del matrimonio". De entrada, notamos que el ambiente era irrespirable. Mario y Mirta estaban peleados.
Con Miguel Ángel nos pusimos de acuerdo en que él hiciera primero las fotos y al final vendría el reportaje con Sapag. Fue muy complicado conseguir la sonrisa de la esposa, no así de Anahí, la hija menor de Mario y del propio Mario, acostumbrado a poner su mejor rostro para la posteridad. Y más todavía, cuando se le pedía que posaran uno al lado del otro.
Para lo que sucedió, bastante bien salieron las fotos. Nadie se dio cuenta que lo de "hogar dulce hogar" era una absoluta mentira.
Lo más duro fue el instante del reportaje. Me sorprendió que Sapag no perdiera los estribos y comenzara una batalla campal en el living o volaran platos en la cocina. Tal vez esto ocurrió después, pero nunca me enteré.
La hija mayor del actor, Karina, en ese entonces de 20 años, se encontraba estudiando Letras en Estados Unidos y próxima a casarse. Y la sola mención de la chica ausente, fue el detonante para que en cada respuesta a mis preguntas, Mirta le refutara los dichos.
Cuando Mario comenzó a contar por qué se había mudado su hija al exterior, la esposa lo interrumpió para decir que "la culpa es tuya que se haya ido". Nada de lo que expresaba Sapag le parecía bien. Para su esposa era el "peor ser humano y el más falso de todos". Fue  tremendo para mí poder armar el rompecabezas con tantas frases entrecortadas. Pero lo hice. Y esta fue la nota almibarada que salió:

"Mario Sapag ha vuelto a la televisión con su programa "Las mil y una...", en su quinto año triunfal. El jeque árabe, Gerardo Sofovich y el personaje de historieta Popeye, son hasta el momento sus nuevas caracterizaciones para esta temporada.
Tan profesional como de costumbre, como cuando se inició en esta carrera hace casi 29 años, el popular imitador está demostrando nuevamente que para asumir el rol de un personaje famoso, con sus voces y sus gestos, hace falta como él mismo lo dice: "amar primero a la persona", porque es la mejor manera de que el público también lo quiera.
Lejos de las máscaras, del maquillaje, de las luces del estudio de televisión, pero en un lugar tan cálido y luminoso como es su casa, Mario Sapag recibió a LA REVISTA, en compañía de su esposa Mirta y de su hija menor, Anahí, de ocho años, para hablar de ese hombre tímido, formal y hogareño, que es en verdad él.
"Soy -dice- una persona común, un padre y un esposo más, y trato de ser lo más normal posible..."
Ahora se siente un poco triste, porque su hija mayor, Karina, de 20 años, está estudiando en Estados Unidos y se casará en junio con un joven norteamericano, hijo de argentinos, llamado Michelle.
-¿Cómo ha sido tu relación con tus hijas?
- Siempre fue muy buena, tanto con Karina, que desde hace un año estudia Letras en la Universidad de Berkeley, en San Francisco, como Anahí, que es la mimosa de la casa. Con respecto a Karina, fue muy difícil para mí aceptar que se fuera, pero ella estaba cansada de ir a una universidad, que pese a ser privada, no le enseñaba todo lo que quería aprender. Escribió a varias universidades en Estados Unidos y casi todas le contestaron, pero optó por la de San Francisco. Ha venido varias veces a visitarnos, incluso este verano estuvo un mes con nosotros en Carlos Paz y después de la boda, vendrá a presentarnos a su marido.
- Debe ser duro para vos, aceptar que tu "nena" se case, ¿verdad?.
- Es cierto, pero ella está enamorada, al igual que el muchacho con el que sale y no tengo más remedio que aceptarlo. Mirta es por supuesto la que más la apoya, porque la entiende como mujer. En definitiva, si es feliz, también lo seremos nosotros.
- ¿Cuánto tiempo llevás de casado con Mirta?
- Vamos a cumplir 24 años de casados. Han sido años difíciles, de mucha lucha, con alegrías, tristezas y un montón de cosas propias de cualquier hogar. Tuve épocas malas, regulares y buenas en mi trabajo, y eso lógicamente repercute en la pareja. Pero con la ayuda de Dios, hemos podido salir adelante y salvado la unión matrimonial.
- Luego de algunos meses de ausencia, has vuelto con "Las mil y una...", ¿de qué modo estás viviendo este retorno a las imitaciones?
- Con mucho entusiasmo, ya que he reincorporado nuevos personajes e inquietudes, pero trabajando de la misma manera. Lo que más ha entrado en la gente, es la imitación que hago de Gerardo Sofovich, porque todos se dan cuenta que lo hago con mucho cariño. Aclaro que no le pedí permiso para hacerlo, como se comentó por ahí, sino que lo llamé para agradecerle los conceptos que vertió sobre mí en "El pueblo quiere saber" y me dijo que le había gustado la imitación. También hago a un jeque árabe, para mostrarme como actor y para que aparezcan chicas lindas; después "El pueblo quiere saber", para poner a los políticos que imito; Popeye; y muchos gags. Empecé con 14 puntos de ráting, a pesar de ser ya el quinto año y de haber tantos programas cómicos. No me puedo quejar.
- ¿Tenés muy en cuenta las opiniones de la gente en la calle?
- Yo escucho todo, pero siempre termino haciendo lo que quiero. Sé que está mal decirlo, pero es mi forma de proceder. Trabajo mucho para hacer creíble y querible un personaje, por eso normalmente tengo la seguridad de que va a gustar.
- ¿Siguen siendo Gandhi y Borges tus imitaciones más queridas?
- A todos los quiero, pero Gandhi y Borges siguen siendo mis preferidos".

Un tiempo después que la nota se publicó, lo encontré a Mario Sapag en el pasillo de Canal 9. Se acercó para agradecerme la nota, porque en ningún momento dejé en evidencia la verdadera relación con su esposa. Aunque la política de la revista era mostrar siempre el lado bueno de los ricos y famosos, yo lo hice más que nada porque Mario me caía bien y no se merecía el desplante de su mujer.
No pasó demasiado tiempo en que me enteré que se habían separado. Era inevitable. En esa pareja, ya no había amor y considero que fue una decisión acertada.
Este sábado 14 de abril, cuando escuché la noticia de la muerte de Mario Sapag, sucedida la noche anterior, a la edad de 76 años, luego de padecer una complicación cardíaca y pulmonar, lo primero que se me vino a la mente fue esa nota en su casa, de cuyos entretelones opté por contar recién en este escrito.
Me dio pena también, que un hombre que tuvo un éxito rutilante en la década del 80', terminara casi olvidado y desconocido para las nuevas generaciones.
Gracias Mario por tu humor y que Dios te tenga en la Gloria.




domingo, 8 de abril de 2012

ENIGMÁTICO 5

La estrella se caracteriza por decir lo que siente, siempre de frente y no ocultar ni siquiera sus errores y debilidades. Esto explica por qué no tuvo ningún inconveniente en confesar en los últimos tiempos que hasta llegó a prostituirse, una sola vez, y que la pasó muy bien en su experiencia.
Dijo que iba al Secundario, cuando salió un día de su casa dispuesta a "jugar" de prostituta. Se cruzó con un hombre que no le gustaba, pero se lo llevó a la cama, disfrutó del momento y le terminó cobrando. Y como ella misma lo resaltó, fue lo que más le agradó de su travesura.
Sólo que no fue una sola vez la que vendió su cuerpo.
Yo conocí a un hombre que le pagó con un auto 0 kilómetro por una noche de sexo. No voy a revelar el nombre de esta persona, pero era el dueño de una concesionaria de autos.
Fue hace unos 28 años, cuando yo trabajaba en la Editorial Perfil. Con el fotógrafo Pato Giacometto habíamos ido a cubrir una nota, no recuerdo cuál, que terminó bastante tarde. Entonces Pato me dijo: "Te invito a comer". Y fuimos al restaurante de Pepe Fecchoría, que estaba en la Avenida Córdoba, donde se reunían todos los artistas, empresarios, futbolistas, periodistas y todos aquellos con aspiraciones a ser famosos.
Pato era una figura destacada en el mundo de los fotógrafos. Conocía a todos y todos lo conocían a él. Es decir, que su llegada al lugar, fue como el ingreso de una estrella. Yo era muy tímida, bastante pajuerana, pero Pato me presentaba como "una periodista, compañera en la Editorial".
Era un placer trabajar con gente tan popular como él, porque te abría puertas, te conectaba con los artistas y eso facilitaba conseguir las entrevistas.
La mayoría de los famosos, le pedían: "vení, sentate aquí". Porque en verdad, daba gusto escucharlo contar sus historias como fotógrafo y algunas intimidades de la farándula.
Sin embargo, esa noche, Pato decidió aceptar la invitación del dueño de la concesionaria, a quien él llamaba "su amigo".Y por estar con él, yo también participé del convite.
Fue en esa cena donde me enteré que la señora vedette, actriz, comediante y dueña de un enorme carisma, había aceptado salir una noche con este hombre, quien según mi amigo Pato, "siempre la había deseado".
La velada de amor para el empresario y de negocio para nuestra enigmática, se pagó con un auto Mercedes Benz, que ella disfrutó por mucho tiempo. Pero eso sí, a pesar de que el hombre quiso repetir la cita, sin dinero ni bienes materiales de por medio, la mujer nunca le respondió los llamados.
Tal vez no pase demasiado tiempo en que para volver a sorprender con sus revelaciones, decida contar cómo se ganó un 0 kilómetro, simplemente por haberse acostado con el dueño de la concesionaria.